CAPÍTULO 19

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Aún media hora después seguía en shock.

Estaba sentada en una de las cuatro sillas de la cocina, con el papel blanco en la mano y maldiciendo todo lo que se me pasaba por la mente.

Aunque expresamente en la nota anterior decía que volvería, tenía una pizca de esperanza de que no lo iba a hacer.

Incluso en estos días, llegué a pensar que todo esto era broma de unos niños de 11 años, aburridos, que su única diversión era asustar a gente desconocida, grabarlos para subir a Youtube y tener muchísimas visualizaciones.

Pero esa posibilidad se borraba de la lista cuando recordaba que el supuesto acosador me observaba... incluso en mi propia casa.

Si no... ¿cómo pudo hacer lo del regalo? Esto es un problema muy gordo con una solución inexistente.

Y la pregunta del millón... ¿Por qué a mi? ¿Por qué a mi familia?

Una alarma se activó dando un calambre a todo mi cuerpo.

Corrí hasta la habitación de Val a oscuras y abrí la puerta.

El corazón me latió más despacio cuando la vi durmiendo abrazada a su Peppa Pig de peluche.

Solté un gran suspiro. La idea de que le hicieran daño me mataba. No iba a dejar que nadie le tocara ni un pelo. Y si llega a pasar, no tendrían ni media Europa para correr. Al final del camino les esperaría una muerte lenta y muy dolorosa.

Me senté en el borde de su cama y le acaricié el pelo durante un buen rato.

Dormía plácidamente. Ojalá pasase todas sus noches así, soñando con lo que más le gusta, sin ninguna preocupación... Ojalá nunca se hiciera mayor.

Mis sentidos se volvieron a poner en alerta cuando oí el cerrojo de la puerta de la entrada.

¿Qué debía hacer? ¿Correr? ¿Encerrarme con Val? ¿Coger un martillo?

Pero no tenía ni idea de donde había un martillo.

Respiré hondo y cogí una libreta de tapa dura de la Doctora Juguetes. Abrí la puerta de su cuarto con sumo cuidado y recorrí el pasillo hasta la entrada.

Me quedé en la esquina esperando hasta que el supuesto atacante entrara del todo.

Entonces, encendió la luz y salté encima de él.

Nick estuvo rápido y agarró mis manos evitando que le diera un carpetazo en la cabeza.

– Ey, ey. Soy yo – dijo tranquilo a la vez que bajaba mis manos.

Le miré confusa.

¿Cómo puedo ser tan idiota como para no pensar que era él?

Y entonces, me derrumbé.

Ya estaba harta. Tenía la rabia recorriendo mis venas. ¿Acaso no me podían dejar en paz? ¿Qué había hecho para merecer aquello?

Tras calmarme y que él me calmara, le enseñé la nota. No dijo nada durante unos interminables minutos.

– Oye, mira. Si quieres que nos mudemos... – comenzó diciendo pero le corté.

– No, Nick. No vamos a dejar este piso por un puñetero psicópata que se aburre. Eso es lo que quiere... No lo voy a permitir.

– ¿Y que sugieres? – soltó un pequeños suspiro.

Me pasé las mano por el pelo y apoyé los codos en la mesa.

– No lo sé – respondí frustrada – Tenemos que pensar algo, y rápido. No quiero pasarme más tiempo preocupada y angustiada por tener a alguien entrando y saliendo en nuestro apartamento cuando le da la gana. Imagina lo que nos puede hacer... Imagina lo que le puede hacer a Val.

Mi Mejor Error #MME2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora