CAPÍTULO 31

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Parpadeé un par de veces pasmada. La mujer se echó a un lado para que pasase. Sin pensarlo entré en su camarote. Enseguida me envolvió una fragancia a colonia de marca mezclada con polvos de talco. Un olor muy raro pero a la vez agradable.

Eché un vistazo rápido al interior de su habitación. Era como todas, paredes blancas, suelo oscuro y muebles de color crema. Sin embargo, era más espacioso que los demás.

– Toma asiento, por favor – me ofreció señalando el pequeño sofá de dos plazas que se encontraba justo al lado de la puerta.

Sin mediar palabra me senté y esperé. La mujer se movía despacio pero ágilmente. Me atrevería a decir que era de estas personas que leían el futuro y las cartas... Como una pitonisa aunque no estaba segura.

– ¿Quieres un café? – se giró para verme con la misma sonrisa de antes.

– No me vendría nada mal – igual la cafeína me subía el ánimo.

La mujer se dirigió a una pequeña cafetera situada en una mesa en frente del sofá. Colocó un baso debajo y tras buscar en una bolsa una cápsula de café, la metió en la cafetera y la encendió. Repitió el mismo proceso una vez más y cuando tuvo las dos pequeñas tazas con el café preparado se acercó a mi y se sentó a mi lado.

– Gracias – le dije cuando me dio la taza. Le di un sorbo y la dejé sobre mi regazo – ¿A qué se refería con lo de que me estaba esperando? – pregunté tras unos segundos en silencio.

Ella sopló su café para enfriarlo un poco y seguido bebió.

– Sé que estas buscando a tu hija y a tu sobrino – respondió tranquila haciendo que yo me asustara.

¿Cómo era posible que supiera lo que estaba pasando? Solo dos respuestas se me ocurrían... O era vidente y lo veía todo o estaba relacionada con todo ello.

– ¿Cómo lo sabe? – fruncí el ceño ocultando el susto que me dio.

– Os vi a ti y a tus amigos buscándolos por cubierta – pegó otro sorbo. Me tranquilizó porque no tenía pinta de ser una psicópata secuestra niños – Puedo ayudaros.

El corazón empezó a latirme fuertemente, los sentidos se me activaron y mis manos comenzaron a sudar.

– ¿Cómo? ¿Sabe dónde están? ¿Sabe quién se los ha llevado? – hablé tan rápido que seguro que no me había entendido ni la mitad.

Ella negó y lo poco que había acumulado de esperanza se esfumó cual estrella fugaz en una noche de cielo negro.

– Pero no te desanimes – dijo y me puso una mano en la pierna. Estaba llena de arrugas y curiosamente transmitía un calor confortable – No te des por vencida aún. Sé que eres fuerte... Aguantar esto no debe ser fácil pero lo estás llevando muy bien.

Bajé la vista desanimada.

– Me da igual llevar esto bien o mal. Solo quiero encontrar a Val y a Thomas – hice una pequeña pausa – En algún momento explotaré y no habrá vuelta atrás. Quien sabe donde están, quien sabe con quién se encuentran, quien sabe si están bien o en peligro... – cerré los ojos con fuerza intentando dejar las lágrimas a un lado.

– Están bien – dijo y elevó rápido la vista.

– ¿Cómo lo sabe? – se encogió de hombros.

– No lo sé... Lo presiento – mi ánimo volvió a caer en picado.

Aquello parecía una montaña rusa de emociones.

– Eso no me ayuda mucho – respondí sin pensar aunque fuera la pura verdad.

No valía con que una señora me dijese que los niños estaban bien por muchas visiones que tuviera. Necesitaba pruebas físicas que demostraran lo que decía.

– ¿Es vidente? – pregunté y ella se echó a reír.

– ¿Por qué lo preguntas? – dijo divertida y yo me encogí de hombros como respuesta – No me declaro como tal. Solo me gusta fijarme en detalles que otras personas pasan por alto. Como por ejemplo: esa pulsera que llevas te la hizo tu hija, lo más seguro que por el día de la madre – elevé un poco el brazo derecho para fijarme en ella. Había acertado.

– ¿Cómo...?

– Los materiales no son profesionales – me interrumpió antes de acabar la pregunta – Además, tienes la marca del sol justo en ese sitio. Seguro que desde que te la dio no te la has quitado ni para dormir – sonreí. Así era.

La pulsera era blanca, roja y verde. La hicieron en el colegió para regalarla. Ella decidió esperar y dármela a mi por el día de la madre. Según Val, la había hecho pensando en mi porque aquellos eran mis colores favoritos.

– También estoy segura de que no puedes pasar ni dos minutos sin pensar en tu marido – dijo con toda la razón del mundo – No paras de tocarte el aniño de casada con el dedo pulgar.

Me sorprendió porque ni yo misma me había dado cuenta de que lo hacía. Suponía que era un acto que mi cuerpo hacía involuntariamente cuando le echaba de menos. Pero no le faltaba razón. Amaba a Nick con todo mi corazón y bendigo el día en el que lo vi por primera vez, allí, en el vestíbulo de mi antiguo piso. Casi no podía creer que hubiera pasado tanto tiempo. Parecía ayer cuando le besé en la habitación del hotel de París.

Acabé el café que me quedaba y ella hizo lo mismo.

– Entonces... ¿no ve el futuro? – pregunté insistiendo en el tema.

– Digamos que tengo un don para predecir cosas. Pero no hablemos de eso; en estos momentos no es importante. Recuerda mis palabras: los vas a encontrar. Todo va a acabar bien.

– ¿Y si no es así?

– Va a ser así. Créeme – la sinceridad de sus ojos me mataba. ¿Cómo una persona a la que no conocía de nada podía estar tan segura de lo que decía? – No ser positiva en estos momentos es lo peor que puedes hacer...

– Respóndame solo ha una pregunta... ¿Están en el barco?

– Claro – ella sonrió – ¿A dónde podrían ir? Esa respuesta la sabes, aunque no te quieras dar cuenta. Me encogí de hombros.

– ¿De verdad que no sabe dónde están exactamente? – ella negó frunciendo los labios. No tenía ni idea en qué iba a hacer a continuación.

Me levanté ya que era la hora de seguir buscando y ella me cogió la taza. La anciana repitió mi acto y se acercó a una pequeña mesita a los pies de la cama donde posó ambas tazas. Me acerqué a la salida y ella me siguió. Abrió la puerta.

– Espere  – me giré para quedar frente a frente. Ella elevó las cejas para que prosiguiera – ¿Cómo se llama?

– Esperanza – respondió alegre y en parte me sorprendió porque eso era justo lo que a mi me faltaba – Y recuerda – añadió – Si no puedes atravesarlo, rodéalo.

Asentí algo desconcertada. Iba a preguntarle qué quería decir su última frase pero no podía perder más tiempo hablando de acertijos con aquella mujer. Le sonreí y me di la vuelta para irme y comencé a caminar por el pasillo pero entonces me acordé de otra cosa. Giré sobre mis talones.

– Espere, no le he dado las... – me quedé helada. Aquello era imposible – ...gracias.

Miré con los ojos super abiertos intentando entenderlo. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo lo que me hizo temblar.

La puerta por la que acababa de salir no estaba.

♥️

He decidido hacer un maratón de... ¡3 capítulos!👏🏻  Los publicaré todos seguidos el Domingo. Espero que disfrutéis de ellos tanto como lo voy a hacer yo😛♥️

Mi Mejor Error #MME2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora