Llegué a casa y nada mas pisar el salón mi móvil comenzó a sonar.
– Joder, que susto – dijo Nick poniendo una mano en su pecho – No te oí llegar.
Rodé los ojos divertida. Cogí el móvil y contesté a la llamada.
– ¿Quién es? – dije sentándome al lado de mi marido.
– ¿Lena? – oí una voz muy aguda al otro lado de la línea – Soy Ana, la profesora de su hija.
Fruncí el ceño.
– ¿Qué ha pasado?
– Valeria... Se dejó su peluche en el autobús – oí como se aclaró la garganta – Un cerdito rosa.
Tapé el micrófono del móvil.
– Val, ¿dónde está Peppa Pig? – la niña miró a su alrededor y se encogió de hombros. Solté un suspiro – Sí, es de ella – respondí de nuevo al móvil.
– Puedo llevársela. No me supone ningún problema.
– No te molestes. Ya vamos a por ella el lunes.
– ¡No mamá! – se quejó la niña – ¡Yo quiero a Peppa Pig! ¡Sin ella no podré dormir! – la miré fijamente – ¡Por favor!
No me hacía ninguna gracia que esa mujer viniera aquí pero bueno, si mi hija quiere Peppa Pig, yo le daré Peppa Pig.
– Está bien, la dirección es...
– Ya la sé – me interrumpió – Lo miré en los expedientes. Estoy ahí en nada – colgó.
¿Me debía de preocupar por esta mujer o no?
Al cabo de unos minutos, la puerta sonó. Nick fue a abrir.
– ¡Hola! – saludó muy animada – Tu debes de ser Nick, el papá de Valeria.
– Sí, así es – dijo despacio.
Me acerqué hacia ellos.
– Hola Ana – hablé y ella sonrió.
– Aquí tienes – me dio el peluche.
– Muchas gracias por venir, de verdad. Y perdona las molestias – hablé mientras la miraba.
– No hay de que, querida – hizo una pausa mientras miraba detenidamente a Nick – Por cierto, bonito apartamento – volvió a sonreír y seguido se fue.
Nick cerró la puerta.
– ¿Bonito apartamento solo? – dije cruzándome de brazos.
– A mi no me mires, esa tía esta chalada... Se la ve desde lejos – funció los labios.
– Menos mal que no soy la única que lo piensa – solté un suspiro y volvimos al salón con Val y Thomas.
– Aquí tienes, hija mía – le di el peluche a la niña. Ella lo cogió y lo abrazó – Pero la próxima vez no te despistes... No quiero que esa mujer vuelva a venir aquí – asintió.
A Nick le volvía a tocar el turno de noche. Sentía miedo porque me pasara algo similar a lo de la otra noche. Además tengo dos niños a mi cargo. No podría vivir si les pasara algo.
Pero bueno, ya me he encargado de poner el cerrojo y cerrar con llave la puerta de entrada.
– Bueno niños. ¿Ya sabéis que había en la caja?
– ¡Sí! – contestó Valeria – ¡Una casa de muñecas enorme!
Reí.
– ¡Que va! Seguro que había un gran circuito de carreras.
– Puede que las dos respuestas sean verdad... o no – ambos niños fruncieron el ceño – Tras arder la casa, la familia se fue a vivir con sus abuelos. La niña no quiso dejar la caja, por eso se la llevó consigo. Día tras otro, se dejaba las manos intentando abrirla. Pasaron los años y la niña fue perdiendo la ilusión a medida que crecía. Llegó el día de su cumpleaños, cuando cumplía 20 y entonces se enamoró. Se olvidó de la caja. Hizo una vida y el regalo quedó olvidado en un trastero lleno de cosas que no usaba. Cuando llegó a anciana se quedó sola. Fue una mujer muy feliz hasta que su marido se llevó a su hija. Nunca más los volvió a ver. Sufría de alzheimer, una enfermedad que le hacía olvidar las cosas. Ya casi no se acordaba ni de su nombre. Una noche, bajó a su trastero sin ni siquiera saber para que. Solo sabía que tenía que bajar allí. Y entonces fue cuando divisó la caja. Fue hacia ella con intención de abrirla y probó una última vez. Tiró del papel de colores ya desgastado y pudo ver el color marrón de la caja. La abrió lo más rápido que pudo y dentro, encontró lo que le faltaba... Todos su recuerdos.
Valeria abrió la boca por completo y lágrimas amenazaban con salir de sus ojos.
– Qué... bonito – sonrió.
– ¿De dónde sacaste ese cuento? – preguntó mi sobrino.
– Un mago nunca revela sus secretos – reí.
– Pero tu no eres una maga. Tu eres mamá – contestó mi hija confundida.
Solté una carcajada.
– Así es, y como no os durmáis la mamá de Valeria se va a cabrear. ¿Queréis eso?
– No, claro que no. Estas muy fea cuando te enfadas – respondió Thomas.
– Y cuando no se enfada también – habló Val mirando a su primo.
Le atravesé con la mirada.
– Yo te quiero mamá – dijo inocentemente.
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Mi Mejor Error #MME2
Roman pour AdolescentsSegunda parte de la trilogía MME A veces, un pequeño fallo te causa un gran problema y otras veces el problema no llega a existir. Desgraciadamente ese no va a ser el caso de Lena. Ella ha formado una familia con la persona a la que más ama en el mu...