T R E I N T A

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Chrystal refunfuñó contra la almohada, necesitaba un poco de chocolate, pero el -según ella- estúpido de Issing estaba más ocupado hablando por el móvil, que ni siquiera le prestaba atención.

- Tu no suegro se encuentra despidiendo a su hijo en estos momentos, dentro de unos minutos vendrá, o tal vez sean horas, quién sabe. - habló luego de finalizar la llamada.

El rostro irritado de la chica le causó gracia, pero se contuvo de hacer un comentario sarcástico, después de todo merecía respeto, tenía un hijo de su mejor amigo creciendo en su vientre.

- Necesito chocolate, por favor.

- ¿Es urgente?

- ¡Chocolate!

Soltó una pequeña risa y sus dedos presionaron varias teclas en su móvil.

- Tú chocolate vendrá dentro de unos diez minutos.

- ¿Por qué tanto?

- Sabes, no hay tiendas muy cercanas aquí.

- Issing.

El nombrado ladeó la cabeza hacia la chica y movió una mano indicando que siguiera.

- Yo...¿Qué pasará conmigo?

De nuevo se contuvo en hacer sus comentarios.

- No puedo asegurarte nada, el padre de Jimin te quiere vigilada, después de todo tienes algo proveniente de su único hijo.

- Pensé que Yoongi era su hermano. -balbuceó confundida.

- Eran medios hermanos.

- ¿Dónde está su madre?

- No lo sé.

- ¿No eras tú el mejor amigo de Jimin?

- Lo soy, ¿qué tiene que ver eso?

- Se supone que debes saber todo de él.

- Como dije anteriormente, voy a reservarme unas palabras para no hacer estallar tu cerebro. - rodó los ojos y continuó diciendo. - Yo no lo sé porque él ni siquiera lo sabía.

Chrystal mordió su labio inferior sintiendo de repente ganas de llorar.

- ¿Pañuelos?

Con un movimiento de cabeza fue suficiente.

Luego de llorar por varios minutos, varias barras de chocolate descansaban en su regazo, Issing miraba con repulsión la boca y ojos de bestia que tenía en ese momento la chica, le dio unas palmaditas en la espalda tratando de indirectamente hacerle saber que los chocolates no tenían vida propia, que no iban a escaparse y que no era necesario convertirse en una ardilla con las mejillas atestadas.

- Está delicioso.

- Si no me lo decías no me daba cuenta.

Chrystal hizo un pequeño mohín y con sus manos sucias golpeó el pecho  del sicario manchando su impecable camisa blanca.

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