Que Evan fuera lo primero que veo al despertar no era para nada malo. Despues de todo, no era la primera vez. Aunque en el día solía peinar su cabello, afeitar su barba y mantener limpia su cara, al dormir era casi lo contrario.Literalmente se desparramaba sobre el colchón. Su pelo iba con libertad en diversas direcciones, sus ojos estaban medio abiertos y su barba crecía levemente en su rostro. Él no era de roncar, no. Él casi pateaba entre sueños. Siempre era un gaje encontrar una manera de dormir junto a Evan comodamente, aunque yo disfrutaba jugando al Tetrix con él.
El día anterior fue un asco. La actitud y los desplantes de mis padres ya eran ocasionales para mí, pero fui una tonta al creer que mínimo volverían a intentar cubrir las apariencias frente a los demás. Evan vió la manera en que ellos me trataron, y estoy segura que notó las peculiaridades entre nuestra relación padres-hija.
En algún momento de la noche, Evan me pasó del sillón donde me quedé dormida a la cama, junto a él. Y a decir verdad no me molestó. Fue un gesto dulce de su parte.
Me levanté poco antes de las ocho de la mañana. Mi reloj biologico al parecer se activó al momento de regresar a Seattle. El de Evan se descompuso puesto que seguía dormido cuando desperté.
Con mucho silencio salí de entre las sabanas y a hurtadillas logré pasar y cerrar la puerta de la habitación, dejandolo descansando aún.
Primero que todo fui al baño, ya había agarrado mi cepillo de dientes de mi maleta. Me lavé, peiné un poco y limpié mi cara. Cuando me ví presentable bajé a lo que proximamente sería un campo de guerra.
A mitad de las escaleras, el aroma del desayuno ya inundaba mi nariz. Iba descalza, pisando suavemente la alfombra color vino tinto que cubría el suelo de la casa.
Al llegar a la puerta de la cocina -donde estaba el comedor tambien-, me armé de valor y empujé la madera.
El olor se intensificó, mi madre estaba preparando huevos estrellados, seguramente para mi padre, y tenía un pequeño festín ya servido en la mesa.
Antes de que yo llegara, mi madre hablaba animadamente con mi padre que leía su periodico en su habitual silla del comedor. En cuanto entré y ellos me vieron se callaron, intercambiaron miradas y siguieron en silencio sus actividades. Inmediatamente me alegré que me desperté antes que Evan; hubiera sido incómodo para él haber vivido ese momento.
-Bueno días -saludé aún en la puerta.
-Olivia -respondieron ambos al mismo tiempo. Ni un buenos días, eh.
-¿Qué preparas, mamá? -traté de suavizar el ambiente, aunque sabía que era en vano.
-El desayuno para tu padre y para mi -dijo secamente-. Las cosas no han cambiado desde que te fuiste. -¿Ah, sí? No me digas-. Ya sabes dónde están los ingredientes, prepara tu desayuno y el de tu amigo. -Terminó de servir lo que estaba cocinando en un plato y tomó asiento en el lugar perpendicular al de mi padre.
Caminé hasta la alacena y saqué el empaque cerrado de cereal, tomé uno de los platos ondos y empecé a servirme yo misma. Cuando Evan despertara le ofrecería.
-Se llama Evan -aclaré, haciendo referencia a la forma como mi madre hablaba de él.
-No me interesa el nombre de quien te estés tirando en éste momento -dijo. Dejé mi plato en la mesa con un golpe seco y me senté en el lugar frente a ella.
-Evan no es mi novio -dije con convicción.
-Claro, claro.
-¡Hablo en serio, madre!
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Sólo Tú ✔
Romance[Libro I Trilogía Silly Cliché] Olivia Estrada es una agradable y alegre chica de 21 años, estudiante de una universidad en Colorado. Cuando recibe una irremediable noticia, junto con su mejor amiga y confidente, Steph, deciden ir a un bar por un pa...