-Mis padres nunca fueron de estar en casa -comenzó Olivia-. Siempre en el trabajo o de viaje de negocios. Mi papá es abogado, mi mamá fue empresaria en aquella epoca. Siempre regresaban de otros paises diciendo que no eran interesantes o que las personas eran sumamente extrañas y que no querían volver nunca. Sin embargo, cada vez volvían a casa con una sonrisa en el rostro, lo que me hizo pensar que quizá era mentira.
>Pasé gran parte de mi niñez jugando con Steph, y por ende con sus padres. Su madre me enseñó a cocinar y su padre a andar en bicicleta, porqué ninguno de los mios lo hizo. Pero cuando mis padres se enteraban que esa familia me había ayudado en algo se ponían freneticos. Papá y mamá eran religiosos. Mucho. Y las familia de Steph no tanto como ellos quisieran. -Olivia esbozó una media sonrisa, pareció recordar algo que le hizo reir.
-Mis padres siempre quisieron un varón -continuó-. Creyeron que yo lo era pero nunca lo confirmaron medicamente. Se mudaron a Seattle pensando que era un buen lugar para criar un niño. Un Niño. Pero entonces resulté ser niña. Ellos dijeron que fue la misma felicidad, pero incluso ahora tengo mis dudas.
>Pasaron los años y crecí rodeada de amor, aún así les viera poco. Cuando tenía trece o catorce, mi madre milagrosamente volvió a quedar embarazada. Esta vez decidieron hacer un ultrasonido y, para su alegría, era un varón. Finalmente "el niño de la casa, la familia realmente completa". Sus palabras, no mias. Lo que no le dijeron a mi madre fue que durante los años le había sido dificil volver a quedar embarazada porqué tenía un problema en el útero y la simple posibilidad podría costarle la vida. Casi a los cuatro meses de presumir sobre su futuro "hombre de la casa", mi madre tuvo un aborto espontaneo. El bebé falleció. Mi padre quedó devastado, mi madre mucho peor.
>Pasaron un año dolidos por haber perdido a su bebé. Yo por otro lado no sufrí tanto, puesto que era pequeña y no tenía ese tipo de conexión con un bebé que nunca conocí, así que no me sentí tan afectada. Pero mi madre y padre se encargaron de cambiar eso. Cada oportunidad que tenían o que me miraban divertirme con Steph, ellos me recriminaban que no debía disfrutar. Que no debía reir y jugar cuando mi hermano, mi sangre, no había podido ni ver la luz del sol. Así que fui recluida a mi habitación. Me rodearon de paredes interminables de estudio y me aislaron de los demás, obligandome a mantenerme veinticuatro por siete en casa, a excepción de la escuela. Me presionaban. Me exigian cosas que para alguien de catorce no eran aptas. Al menos así me lo mostraron más adelante. -Ella empezó a llorar levemente y yo pasé un brazo por sus hombros, acercandola a mi pecho y tratando de calmar su respiración.
-Un día, mi padre estaba en el trabajo y por cosa rara mi madre había salido de casa desde la mañana. Llamé a Steph, diciendole que necesitaba verla y que me hacía falta. Ella dijo lo mismo y quedamos en vernos esa misma tarde. Yo me escaparía una hora, treinta minutos mínimo, sólo para verla. Busqué las llaves de repuesto de la casa, ya que no quería dejar abierto porqué lo último que necesitaba era que entraran a robar, ni quería hacer que Steph entrara ya que si mi madre volvía y la veía sería peor a que me encontrara fuera.
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Sólo Tú ✔
Romansa[Libro I Trilogía Silly Cliché] Olivia Estrada es una agradable y alegre chica de 21 años, estudiante de una universidad en Colorado. Cuando recibe una irremediable noticia, junto con su mejor amiga y confidente, Steph, deciden ir a un bar por un pa...