54. ¿Podría ser peor?

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Sol, arena, mar, y mucho, mucho calor

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Sol, arena, mar, y mucho, mucho calor.

Evan y yo tomamos un vuelo temprano, así que ya estabamos desayunados en Florida a las nueve de la mañana.

Como ninguno de nosotros había estado antes aquí, Evan se encargó de contratar a alguien que nos guiara, porqué en definitiva no queríamos perdernos o arriesgarnos a que algo nos pasara.

Así pues, conocimos a Lucía Arriaga. A sus veinticuatro era estudiante de turismo pronta a graduarse, y debo decir que era muy agradable.

Primero nos llevó a nuestro hotel, donde nos preparamos con trajes de baño, porqué lo primero que ambos queríamos era ir al mar.

Evan usó un bañador azul y yo, como persona que disfruta del agua, me puse un traje de dos piezas negro. Sin esperar más nos metimos a nadar a una de las piscinas con vista al mar, quedando con Lucía para encontrarnos a la hora de almorzar en el hotel.

-¿Sabes? -dijo Evan mientras el agua nos llegaba al cuello-, me encanta cómo te queda el traje.

-Por favor -bromeé-, te encanta cómo me quedo sin él.

Luego de soltar tan brusca declaración undí la cabeza y empecé a nadar bajo el agua. Era tan cristalina que se me hizo sencillo ver los azulejos del fondo y las piernas de algunas personas a lo lejos.

Mientras estaba embobada con el sentimiento sentí cómo Evan rodeó mi torso con sus brazos y me llevó a la superficie. Me soltó hasta que ambos flotabamos.

-¿Carrera hasta la otra orilla? -preguntó quitandose algunas gotas del rostro.

-Vale -accedí con una media sonrisa-, pero con una regla. -Preparé mis piernas.

-¿Cuál?

-¡Ninguna! -Rápidamente empece a nadar en dirección a la opuesta, tratando de no reir del rostro de desconcierto que le había quedado a Evan.

La piscina era enorme y realmente tomaba tu tiempo llegar a los lados.

Entonces sentí cómo alguien agarraba mi pantorrilla. Evan se las había arreglado para lograr alcanzarme en un abrir y cerrar de ojos y ahora estaba tratando de halarme hacia atrás.

Entre pataleadas y manotazos, ambos quedamos hombro con hombro, pero fue cuando sentí que la parte de arriba de mi bikini se estaba soltando, así que me detuve a arreglarlo casi a la mitad, dejando que Evan llegara primero.

Cuando lo alcancé, de pie en el área no profunda, él tenía una pretenciosa sonrisa de oreja a oreja.

-No seas engreido -dije en advertencia-. Si no hubiera tenido problemas no me habrías ganado.

-Lo sé -respondió divertido-. Era eso o romper la parte de abajo pero entonces no tendrías cómo salir del agua.

Abrí mis ojos con sorpresa y lo miré sospechosa.

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