45. El tocadisco

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-¡Ah!, pero el niño quería subirse al árbol -finalizó Gwen mientras levantaba ambas manos de manera dramatica

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-¡Ah!, pero el niño quería subirse al árbol -finalizó Gwen mientras levantaba ambas manos de manera dramatica.

Acababa de contar otra historia sobre las aventuras de Evan cuando tenía cuatro. Giré la cabeza hacia el susodicho, que estaba a mi derecha, y él tenía el rostro completamente rojo de la vergüenza.

-Tú me diste permiso -reclamó Evan, enderezandose en el sillón y pasando un brazo por mi cintura.

-¡Pero jamás te dije que saltaras al otro lado de la pared! -debatió Gwen conteniendo una risa-. Luego de eso los vecinos llamaron a la policia diciendo que un animal salvaje se había metido a su patio -mencionó dirigiendose a mí.

-Estaban exagerando -respondió Evan.

-Hijo -llamó Arthur-, estabas desnudo.

-¿De verdad? -cuestioné empezando a reir a su costa.

-¡Ibamos a entrar al mar! -aclaró Evan.

-Pero no era una playa nudista -añadió Gwen.

-¡Tú te tardaste en vestirme con mi traje de baño!

-¡No fue mi culpa! -respondió su madre-. Tu padre no me ayudó.

-¿Yo? -alzó la voz el aludido-, Roger era quien tenía las llaves de la casa de verano. ¡No podía hacer mucho!

-¿Y dónde estaba Roger? -hablé entre risas.

-En el mar... -dijeron los tres con pesar.

No pude contener más las carcajadas y no fuí la unica, pues todos se me unieron al momento.

-Suerte que yo no había nacido -dijo Ian. Él rara vez habló en las conversaciones que tuvimos durante la tarde. Siempre se mantenía cerca de todos pero propiamente encimismado leyendo un libro.

Ahora todos estabamos en la sala, tomando chocolate caliente. Evan compartia un sillón para dos personas conmigo, perpendicularmente Gwen y Arthur utilizaban el de tres asientos e Ian estaba acurrucado con las piernas arriba en el sillón para uno.

Todo el lugar olía a pino y canela, y los pisos eran de madera brillante. La casa era hermosamente bella, y desde el momento en que entré la familia de Evan me habían tratado como si me conocieran de toda la vida. Me habían contado anecdotas de Evan y me había permitido ayudar con preparaciones para acción de gracias, que era al día siguiente.

Evan me dijo que su hermano mayor, Roger, junto con su esposa e hijos vendrían por la mañana, pues su vuelo se había retrasado por mal clima.

Era tarde y noté cómo los padres de Evan miraron el reloj.

-Bueno -dijo Arthur levantandose y ofreciendo la mano a su esposa, quien la tomó con gusto-, es hora de dormir todos. Mañana es un día especial y debemos tener energía.

Sólo Tú ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora