Mi chica revolucionaria tiene casi treinta y cinco, habla dos idiomas, es diplomada, licenciada, experta y odia el pescado crudo. Es la más pequeña de cuatro, tiene dos gatas, un Astra, tres sobrinos, sale a correr en ayunas y baila tres días por semana. Tuvo un novio hijo de puta -fue entre los veinte y los veinticinco- y aún conserva el invierno de aquel viaje, trozos de un puzzle inservible, no apto para cardíacos, y yo que soy arrítmico, he preferido conocer nunca todos los detalles, tal vez por esto todos los hombres que vinieron después nunca fueron novios, ni parejas, ni amantes: fueron básicamente animales de compañía. El miedo, el puto miedo. De su infancia conozco poco, pero estoy seguro que pasaron cosas. Un padre trabajador, una madre obediente, mayoría absoluta de mujeres en una familia típica de los ochenta, un barrio a las afueras de Madrid, un corazón inexperto, dudas existenciales sobre la muerte de un insecto y setenta y nueve maneras de defenderse de la lluvia. Cuando canta desafina, pero me gusta, cuando se enfada sin razones la desactivo, cuando se enciende yo también prendo, cuando no llora yo pongo el charco, cuando cocina me la como a besos, cuando conduce le meto mano, cuando me chupa le aprieto fuerte y nos entendemos, cuando se corre es un seísmo sin escalas. Ella es sudor, tornado, hielo. Ella es jardín, espejo, cielo. Mi chica revolucionariatiene casi treinta y cinco, se hace la dura, va al baño por las mañanas y me abraza sin tanques en los ojos. Es enemiga de la injusticia, diseña mapas, invierte en tiempo, me compra cosas y a veces externaliza nuestros problemas. Si despierta de buen humor hacemos esta, pintamos cuadros, llegamos tarde y mandamos al infierno a los dictadores, al sindicato, a los polis malos, a la alcaldesa, a las aseguradoras, a los narcos, a los notarios, a las monjas robaniños, a los curas tocaniños, a los padres peganiños. Mi chica revolucionaria quiere apadrinar un burro, tiene un perfume descatalogado, una prima en Barcelona, y el colesterol descompensado. Yo me preocupo cuando se va sola a casa y no me avisa, cuando pasea por el borde de un acantilado, cuando vuela con su nave a 140, cuando está enferma y no se medica, cuando me habla de manifestaciones, de revoluciones, de romperlo todo, de marcharse de España... Yo me preocupo pero ella es libre y por eso la quiero, y es normal que se juegue la vida en un precipicio, es su vida. Mi chica revolucionaria no es ninguna heroína de cómic, no des la en pasarelas y vive en clase turista. Ella es pared, río, plomo. Ella es ventana, mar, oro. Ella es la dinamita de estos poemas, mis domingos cum laude, mi canción a capela, mi Chavela, mi Frida, mi primer año nuevo sin grietas, mis llaves, colgando en su puerta.
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Simples textos para adolescentes.
Teen FictionSolo lee y reflexiona. Llora si lo necesitas, no va a pasar nada... Yo estoy aquí. NO copias. NO edición. Todos los derechos están reservados. Si se intenta copiar, será sancionado.