Parte 24:

49 8 38
                                    

-Solo tomas esta cuchara y le llenas el plato que las personas que pasen por aquí, ¿Tienes alguna duda?-Pregunto Valeria.

-Solo una, ¿Qué hacemos aquí? Creí que iríamos al museo donde harán la fiesta de honor hacia los soldados caídos-Valeria se quedo callado unos segundos pensando que responder.

-Bueno las princesas suelen hacer este tipo de cosas-Sus palabras eran dudosas.

-Vale, eso puedo creértelo pero dime ¿Por qué tienes que utilizar aquella peluca rubia? La cual por cierto se te ve algo bien-La sonrisa egolotra de la chica apareció en menos de un segundo.

-¿Te gustan las rubias, Venti?-Pregunto.

-Si-Note el doble sentido de su pregunta cuando su sonrisa se amplio de sobre manera-Digo no, bueno algo. Pero no va al caso. Ahora responde mi pregunta.

-Algunas personas tienen secretos los cuales no los llega a saber nadie, y yo tengo los míos-Tomo mi mano dejando la cuchara entre mis dedos, el utensilio comenzó a resbalarse de mis manos y cuando logre sostenerlo con firmeza la chica de cabellos anaranjados los cuales cubría con una peluca rubia se había largado. Intente mantener el control dejando los insultos que pasaban en mi mente en ese momento dentro de ella y comencé a servir la comida como me había indicado. Las personas de las filas pasaban por su comida y luego se iban, todo era un proceso y no cambiaba absolutamente nada hasta que una chica, la cual tenia un aspecto bastante formidable para alguien que le gusta el color negro y las cadenas, apoyo sus brazos sobre el mostrador de la comida mientras fijaba sus ojos cafés sobre mi. Me sentí algo incomodo así que di un paso atrás aun con la cuchara en manos.

-¿Necesitas un plato? Puedo conseguirte uno si quieres.-Me anime a preguntar.

-No, no necesito su horrible comida hecha por las sobras del los estúpidos reyes y sus príncipes-Su voz era tosca y gruesa pero seguía siendo femenina de cierta forma.

-La comida no es de la sobra realmente, los reyes donan cada día una pequeña capital para que puedan comprar alimentos para los que no pueden lograr tener un plato de comida todos los días.

-Dime una cosa, ¿Yo te pregunte?-Tense mi mandíbula y metí la cuchara dentro de la hoya.

-No interesa si te pregunte o no, ¿Podrías hacerte a un lado si no vas a comer nada? Estorbas a los que si quieren-Hice una pausa para corregir mis propias palabras-necesitan la comida.

Sorprendentemente se hizo a un lado dejando pasar a las personas. Que sencillo, pensé. Estuve sirviendo unas dos horas más aquella comida hasta que llego un chico a remplazar mi puesto. Me quite el delantal blanco que tenia colgando en mi cuello y atado en mi cintura dejándolo colgado en un gancho en la pared, camine hacia la puerta por la misma que había entrado buscando a la chica que me había dejado ahí como si nada. Cruce la puerta pero en el momento que me gire hacia un lado alguien me impacto contra una de las paredes tomándome con la guardia baja, pensé en sacar mi espada pero al notar que era la misma chica que hace unas dos horas no lo hice. Me sujetaba por el cuello con uno de sus brazos presionándome aunque no era lo suficiente fuerte como para hacerme daño.

-Mira maldito imbécil, se que tu sabes algo de el porque estas ocupando su lugar en este basurero de personas-El olor del tabaco no tardo en aparecer en mi nariz, que asco.

-Tienes dos segundos para soltarlo a menos que quieres que te arranque toda esa cabellera carbonizada que tienes sobre tu cabeza-La chica se giro al igual que yo, Valeria estaba a unos metros de nosotros con sus brazos cruzados. Sus ojos estaban distintos, como si la oscuridad hubiera entrado en ellos.

-Ya decía que este pastelito olía a zorra-Se alejo bruscamente dejándome libre-Espero y hayas regresado para decirme donde se encuentra mi novio.

Todo sea por la corona ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora