Prologo.

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Estaba sentada esperando en este café, tantas cosas en mi vida estaban mal pero estos minutos robados con él eran suficientes como para que todo estuviera bien; al menos eso pensaba mi retorcida cabeza. Tenía que decirle que me iba, tal vez era para mejor, yo necesitaba sacármelo del pensamiento y del corazón de una buena vez por todas o podríamos estarle haciendo mucho daño a una persona importante.

Al menos para mi.

Me rasque la nuca. ¿Porque para mí todo era tan complicado? Suspire.

"¿Por qué no puedes tener una relación normal Angelie?

Lo vi llegar con su caminado despreocupado, tenía una camiseta blanca y una chaqueta de cuero negra. Sus ojos miel me traían tan loca que me tiraría de un quinto piso si así me lo pidiese.

No podía dejar que ejerciera esa clase de poder en mí.

Él tenía el cabello castaño peinado hacia arriba y traía las manos en los bolsillos de su jean oscuro y costoso. Cuando me vio sonrió y no pude evitar devolverle la sonrisa.

"Maldita sonrisa de propaganda de dentífrico" no pude evitar pensar.

— ¿Vamos? — Yo ya sabía a qué se refería y palmee el asiento a mi lado para que se sentara.

— Ven siéntate. Tengo que hablar contigo. — Me miro extrañado y se sentó en la silla que había a mi lado.

Pero antes de sentarse levanto mi cabeza colocando sus manos en mis mejillas ahuchándolas antes de besarme.

Me sentía como en el cielo y en el infierno cada vez que lo hacía. Se sentía tan bien y tan mal al mismo tiempo, me hacía olvidarlo todo, me separe de él e intente sonreír pero él me conocía muy bien, ¿Cómo podía conocerme tan bien? ¿Como se lo había permitido?

— ¿Princesa? ¿Qué tienes? ¿Qué ocurre? — Negué con la cabeza mientras él me hacía círculos con sus pulgares en la mejilla.

— Nada, cosas mías. — Tal vez era nuestro último día juntos, no quería arruinarlo...

No todavía.

Quería disfrutar de la calidez de sus manos, de su sonrisa coqueta, de sus lindos ojos miel al menos una vez más.

No todavía.

Estaba más que segura de lo que iba a hacer, era por el bien de todos, sobre todo por el de Ella.

— ¿Segura? — Me dio un ligero beso y los labios y yo sonreí, la sonrisa más falsa que jamás me había salido pero el decidió ignorarla, yo sabía que había decidido ignorarla, el me conocía más que eso.

— Si, segura.

— Bueno entonces vamos. — Me estiro la mano y yo la tome insegura pero aún así la tome.

Hoy era la ultima vez.

(***)

Cada vez que salíamos pasaba exactamente lo mismo, jadeos indecentes, cuerpos sudorosos, besos prohibidos, no importaba si era en su cama o en la mía.

Al fin y al cabo era de lo que esta relación, si es que así se podía llamar, se trataba. Solo sexo, solo deseo carnal, solo la lujuria que nos quemaba por dentro, pero como yo era no sabía medir mis límites, como yo pensaba que podía manejar lo inmanejable, pasó lo que más temía... me había terminado enamorando de él pero había tenido suficiente y estaba consiente de que era hora de ponerle un alto.

Pero era débil, de mente, de cuerpo, de espíritu, sus ojos me hacían débil, su sonrisa me hacía débil, el me hacía débil.

Con esto en mente había ideado una solución ideal, ojos que no ven corazón que no siente ¿Verdad?

Estaba abrazada a su cuerpo desnudo, no sabía si lo amaba pero realmente lo quería y demasiado, pero no era mío.

—Eres una consentida. ¿Lo sabes verdad? — Yo asentí apegándome más a su cuerpo depositando besitos en su cuello. — Pero eres mi consentida.

"Lastimosamente no soy la única"

Yo solo sonreí y seguí en mi tarea, él me dio un beso en la cabeza mientras yo pensaba en otras cosas que no eran los actos que realizaba en esos momentos, como mis manos subiendo y bajando por su pecho o los besos que depositaba en su cuello.

"Aún huele a ella" mi mente me hizo recordar reconociendo el aroma del perfume de mujer en su piel, débil pero presente.

Había tantas cosas mal en este momento.

Suspire, Scarlett era mi amiga, y no sabía cómo había terminado enrollándome con su novio, nunca había estado de acuerdo con ser el secreto o el amante de alguien pero aveces hacemos cosas cuestionables por un poco de afecto de aquella persona que nos quita el sueño.

Matías cerró los ojos y yo lo detalle, su cabello liso y castaño, su expresión relajada y una sonrisa de satisfacción marcaban su rostro haciendo que se le marcara un solitario hoyuelo en la mejilla derecha; suspire.

— Tengo que decirte algo Mat. — El me miro con sus intensos ojos miel y me sonrió, esa sonrisa me había hecho dudar de tantas cosas pero por primera vez estaba decidida a terminar esto.

— Dime. — Empezó a acariciarme las mejillas y to yo suspire.

— Me voy para Miami.

El dejo de acariciarme y me miro serio.

— ¿Que? ¿Por qué? — Su dolor parecía casi real.

"Solo lo parece Angie, mantente firme, no te ilusiones."

— Me aceptaron en una escuela de medicina en Miami, es una gran oportunidad, mis padres accedieron a mudarse. — El entrelazo su mano con la mía y la apretó con fuerza.

— Pero también te aceptaron en una aquí, podrías quedarte. Aquí tienes tus amigos, tu vida, me tienes a mí.

Éramos amigos, cuando no estábamos saliendo a escondidas de Scarlett, hablábamos como amigos normales; le contaba casi todo lo que pasaba en mi loca y joven vida y dejábamos la gran tensión sexual que sentíamos para nuestros pequeños encuentros furtivos.

Matías no sabía que él era una de las razones por las que me quería ir, lo necesitaba lejos por que por mi propia cuenta no podía mantenerlo alejado de mí.

— Pero mis padres quieren irse y en realidad no quiero impedírselo. — Mordí mi labio inferior.

Mentira, mentira, excusas y más excusas.

— ¿Por qué quieres irte? ¿Por qué quieres dejarme? — Matías paso sus manos por mis hombros hasta llegar a mi cintura desnuda donde se detuvo haciendo círculos en mis caderas.

La verdad no quería responder, Scarlett no se merecía esto y yo debía irme para que Matías dejara de buscarme.

La verdad era una enorme estúpida.

"Al menos lo reconoces."

— Supongo que es una decisión tomada. — Yo asentí; Matías acaricio mi cabello y me beso con fuerza colocándose encima de mí. — Al menos déjame despedirme correctamente de ti. — Empezó a dejar pequeños besos y mordiscos en mi cuello.

Tome su rostro, lo bese y así como empezó esto iba a terminar; esa fue la ultima vez que estuvimos juntos.

¡Oh Noah! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora