Intro

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Después de colgar el teléfono, se sacó sus lentes y fue directo a la cocina por una taza de chocolate caliente. Dean le había llamado para decirle que estaba cerca de su casa y el saber que iba a ser la última vez que lo vería, quien sabe por cuanto tiempo, le dio un vuelco en el pecho. No estaba listo para despedirse aún y aunque llevaba semanas sabiendo que ese día iba a llegar, se reusaba a aceptarlo.

Tras un largo y lastimero suspiro, agarró la taza con ambas manos sin haber prestado atención a las altas temperaturas que este tenía, recibiendo una gran descarga de calor que fácilmente escuchó como le achicharró la piel, soltando la taza mientras cerraba los ojos con fuerza.

- Maldita sea. - exclamó por los bajo apretando sus puños sin importar cuanto le dolió. Sin siquiera poner gesto de dolor ni quejarse furioso. Siempre contaba hasta diez mentalmente para no perder la calma.

Al llegar por fin al diez, abrió los ojos para ver las palmas de sus manos, encontrándose con un enrojecimiento que poco a poco se fue desvaneciendo, quedando completamente curado... sin rastro de herida ni extraña sensación.

Aquello llevaba años sucediéndole, las heridas de ese tipo siempre se curaban con extrema rapidez, dejándolo confundido, haciéndole sentir un fenómeno, un ser de otro planeta. Pero que al fin y al cabo terminó por hacerle sentiré único... irrepetible.

Cuando estuvo apunto de agacharse para limpiar el desastre que hizo, escuchó el timbre de la entrada sonar repentinamente, haciéndole dar un salto del susto ya que no oyó el sonido del llamador de ángeles en la puerta mosquitera, antes de llegar a la puerta principal. Y teniendo claro que solo Dean podía burlar dicha puerta, sonrió levemente antes de dirigirse a abrirla.

- Hola. - le saludó casi en susurro un muchacho rubio vestido con pantalón vaquero celeste y chaqueta de cuero marrón sobre una camisa a cuadros. Colgando un bolso pequeño de viaje en su mano izquierda.

- ¿En serio? - preguntó entrecerrando los ojos con fastidio. - ¿Es lo único que se ocurre decirme cuando estás apunto de marcharte? -

- ¿Qué esperas que haga? ¿Correr a tus brazos y devorarte a besos? -

- No estaría mal. - respondió cruzando los brazos, evitando mirarle por unos segundos. Segundos que ocupó para centrarse en el bolso y volver a mirar sus ojos verdes. - ¿Y Sam? - indagó.

- Esperándome en el auto. -

- ¿Pretendes verte sexy con el bolso en la mano cuando pudiste haberlo dejado en el auto? -

- Es parte de mi encanto. - se limitó a responder con una sonrisa socarrona, lleno de picardía, pero a la vez triste, repleta de preocupación. Dean lo observó con atención, no podía evitar sentirse fatal al ver lo triste que estaba porque tenía que dejarlo. Sus enormes ojos claros estaban saturados de desilusión, pero tenía que irse. El mundo lo necesitaba. Al cabo de unos segundos, mirándose fijamente el uno al otro, decidió dar un paso hacia adelante, llevando la mirada al collar de plata y oro que colgaba por su blanquecino cuello. - Jamás te quites ese collar, eh. - advirtió poniendo una mano sobre su hombro.

- Por supuesto que no. - espetó con molestia, apretando el amuleto con su mano. - ¿Cuándo piensas volver? -

- No lo se. Ya te dije que... -

- Que ni siquiera sabes si seguirás con vida. - completó el otro mofando. - ¿Te das cuenta de que me siento peor con esa respuesta? -

- Soy realista. - respondió Dean acercándose un poco más.

Y antes de responder a cualquier cosa, se vio abrazado con efusión por Dean, envuelto de tal manera reconfortante que le arrebató el aliento. Tan cómodo que le respondió con fuerza... sin intención de soltarlo... reusándose a dejarlo ir. - Prométeme que vas a cuidarte. - musitó muy bajo, evitando a toda costa echarse a llorar.

El rubio le soltó lentamente y le tomó de las mejillas, contemplando sus ojos con mucha atención. - Prometo que lo intentaré. - terminó dejando un beso en su frente antes de darse la vuelta y marcharse sin mirar atrás, haciendo sonar altamente el llamador de ángeles.

Durante unos segundos inciertos estuvo viendo el mar a través de la tela mosquitera, oyendo el sonido de las olas romperse y el viento moviéndolas sin cesar. Se acercó a pasos lentos y abrió la puerta para dirigirse a los tres escalones que habían en el porche, encontrándose con un fresco soportable.

El verano estaba muy cerca. Se sentía en el olor del viento. Su temporada favorita estaba llegando.

En ningún momento se dio cuenta de cuanto tiempo estuvo allí sentado, perdido en la luna llena, en aquel aro de plata reflejado en el horizonte, hasta que un extraño sonido le sacó de sus pensamientos. Llevó la mirada hacia las plantas que tenía en variadas macetas, percatándose de que un perro deambula por ahí.

- Oye... - le llamó sonriendo. - Ven, amiguito. - dijo estirando la mano en dirección al animal. El cual se acercó sin pensarlo, moviendo la cola contento.

Era un perro bastante particular, de raza parecida al siberiano. Tenía el pelaje completamente negro y unos ojos marrones muy claro, casi naranjas.

- ¿De donde saliste? - inquirió retóricamente poniendo la mano en el lomo del animal. - Vaya... veo que no tienes collar, bonito. ¿Qué te trae por aquí? -

El sabueso de pronto le sorprendió acercándosele a meros dos centímetros de su rostro para observarlo con detenimiento mientras movía la cola un poco más despacio.

- Qué hermoso eres. - musitó el hombre al ver así de cerca al perro. Mas sin embargo no resistió las ganas que tenía de abrazarle y lo hizo sin dudarlo un segundo más. Hundió la cara en el pelaje oscuro, percibiendo un aroma para nada animal. Podría jurar que hasta tenía una fragancia conocida o al menos de algún perfume que olió en algún momento. Entonces allí entendió que la mascota acababa de perderse de su dueño y le soltó de inmediato. - Creo que iremos en busca de tu amo, pequeño. - comentó poniéndose de pie. Pero todo se quedó en blanco para sus sentidos cuando vio como los ojos del animal se ponían amarillos y brillaban como si de luciérnagas se tratara, dejándolo atónito y con ganas de seguir viéndolo.

Solo que el oscuro sabueso dio unos cuantos pasos hacia atrás para luego salir corriendo a toda velocidad, perdiéndose en la oscuridad de la noche.

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Insoportable amor | Sterek & Thiam |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora