Capítulo 2: Nuevos amigos

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La parte ''divertida'' de los divorcios, es repartir los bienes materiales por voluntad propia, sin que haya un abogado en medio; queriendo quitarte hasta los calzones. Mavis se quedaba con el departamento, el coche era para Zeref. Ella conservaba la licuadora, la televisión de plasma y la consola de videojuegos. Él se llevaba el tostador, la tableta y la secadora de pelo. ¿Por qué con esa última? Sólo por no dejársela a Mavis.

Estaba tan, pero tan jodidamente enojado, que no soportaba verla.

Quería largarse a la máxima brevedad posible, ya mandaría luego por sus cosas, en cuanto supiera exactamente a dónde iría. Lo único que le quedaba claro, era que bajo ninguna circunstancia, soportaría estar bajo el mismo techo que Mavis por otro minuto. Ella le había confesado todo lo ocurrido con su hermano, cómo en repetidas ocasiones, tuvieron relaciones y su esposa, admitía sin ningún tipo de pudor o vergüenza, que no se arrepentía de lo que hizo; sólo le causaba molestia no haber sido sincera desde el principio. ''Lo siento'' le susurró, antes de ir a encerrarse a llorar en el baño. Zeref continuaba en su habitación, guardando la ropa y objetos personales en una maleta pequeña, pensando a qué sitio iría.

— No puedo ir a casa de papá...

No sólo por el hecho, de que a su parecer, era ridículo vivir con los padres cuando ya se es adulto; tampoco deseaba ver a Natsu. ¿Qué haría si lo tenía enfrente? No iba a golpearlo, a final de cuentas, él seguía siendo un muchacho y Mavis, la adulta. ¿Qué clase de profesora, que se respete y todo eso, es capaz de hacer semejante cosa con un estudiante? ¿Qué esposa, que se precie de serlo, te es infiel con tu propio hermano? La rabia lo estaba consumiendo y supo, que si continuaba ahí, no sería capaz de controlarse. No era un troglodita. Jamás, nunca de los nunca, golpearía a Mavis. Por muy enojado que estuviera con ella.

— ¿Por qué lo hiciste, Natsu? —Preguntó al aire, dejando la maleta en una esquina. Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, deslizándose lentamente por su cara. La traición de Mavis, le había importado poco, sólo le provocó una ira pasajera. El saber, que su querido hermano lo jodió de esa forma, lo hizo sentir que ya nada valía la pena. ¿Para qué seguir viviendo? No podía confiar ni en su propia familia.

Salió de su vivienda en silencio, sin avisar a la rubia del baño. Se metió en el elevador, presionó el botón hacia el vestíbulo y una vez ahí, caminó tranquilamente hacia el exterior. Era una noche con brisa fresca, no helada; se notaba que ya estaban en primavera. Las calles estaban llenas de gente por la zona, pero mientras más se alejaba hacia los barrios residenciales, menos cantidad encontraba. Necesitaba privacidad. No haría un espectáculo.

Terminaría con todo en un lugar agradable.

Cerca de los barrios ricos, había un puente peatonal que a Zeref le gustaba, porque a los lados tenía árboles de durazno. Le encantaban las flores de los duraznos, le parecían mucho más bonitas que los cerezos o los ciruelos, no había comparación alguna; en su mente, los duraznos, eran mucho mejores y menos sobrevalorados. No sabía cuánto medía el puente, suponía que más de tres metros, porque le daba vértigo mirar hacia abajo; el túnel del desnivel, estaba completamente oscuro. Si se dejaba caer de cabeza, no importaba la altura, porque igual se rompería y adiós mundo cruel.

— Ya nada tiene sentido, ni arreglo —dijo en voz alta, levantando su rostro hacia el cielo; mirando las estrellas detenidamente. Apretó el barandal, le temblaban las manos y las piernas, no por duda; sino que el llanto afloraba nuevamente—. Natsu, ¿por qué me hiciste eso? ¿Yo te hice daño alguna vez? Sabías que amé a Mavis, desde que estaba en la universidad y eso no te importó... Tú me fallaste...
— No pensé que a otra persona, le gustara venir por aquí...

Tú y yo: La casita de Natsu (Cancelada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora