Prólogo

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Gerardo tenía en brazos a su hija recién nacida. Le había notado un pequeño bulto en los omóplatos, lo que significaba que su hija había heredado alas por ser una oxighe, es decir una ayudante del Diablo, recién nacida. Había nacido hacía apenas dos horas, y tenía la cara muy roja. De pronto sintió otro aullido por parte de María, la  madre de la criatura y se fue a ver el parto de la hermana gemela de María Sandra, la hija que hacía dos horas, había salido del útero de su madre para vivir una vida dulce y serena. Dos horas más tarde, su mujer amamantaba a las dos pequeñas criaturas, que estaban recién nacidas, bañadas y vestidas, las cuales estaban muy hambrientas. María sonreía y Gerardo también. ¡Hacía dos años que intentaban tener hijos y por fin lo lograban! Ese día la pareja cumplía dos años y tres meses de matrimonio. Era una matrimonio muy unido, que nunca se separaba y que se ayudaban y se amaban mutuamente, como cualquier matrimonio. Gerardo, nueve días después, notó que sus hijas habían heredado alas como él.

Quince años y medio más tarde

-Mi nieta está en serio peligro Juan.-dijo Sandra (la abuela de las niñas) a su novio. Hacía más de nueve años que su nieta Franca estaba secuestrada en una isla llena de oxighes, vampiros, brujas y todos los monstruos inimaginables, que según los humanos no existían.

-Te voy a presentar a alguien.-dijo Juan, el novio de Sandra desde hacía ocho años y medio.- Quizás te pueda ayudar en este gran enigma sin solución  existente.

Los dos caminaron hacia una manada de lobos blancos, que mataban  a un vampiro sacándole los colmillos y haciéndolo envejecer tanto sin sus colmillos hasta que se murió, como todos los vampiros sin sus colmillos. Tiraron el cadáver hacia unos árboles, y luego lo taparon con hojas. Se transformaron en hombres y caminaron hasta el abuelo de José, uno de los integrantes de la manada.

-Tenemos un caso muy importante sin resolver.-dijo el abuelo de José, Juan, mientras le daba a su nieto una pila de cartas que su nieto y el resto de la manada de hombres lobos leyeron en medio minuto.

José examinó la carta una y otra vez hasta que calculó cuánto les llevaría resolver ese crimen. Quizás seis meses  como máximo. Él debía encargarse de todo, puesto que ese caso tenía envuelto a un integrante de su familia, el cual era su abuelo, el cual tenía sesenta y cuatro años.

-Los Srow.-murmuró José mientras levantaba la cabeza mirando fijamente a los ojos a su abuelo.

-Tienen que hace algo.-dijo Sandra llorando.

-Es que vamos a hacer algo.-dijo José muy decidido.

-¿Qué podemos hacer para convencerla de estar con nosotros?-preguntó Gyn, el integrante más “viejo” de la manada, el cual tenía diecisiete años.

-No sé.- respondió José.

Esa misma noche los chicos de la manada, los cuales eran once se fueron a Treinta y Tres a la casa de María Sandra, la hermana de Franca, que estaba durmiendo. José sintió algo que no sabía que era, pero sintió que su corazón se aceleraba como nunca se había acelerado. Se había enamorado. 

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