Madre e hija

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Esa tarde pasé todo el día con Micaela. Nos divertimos yendo a “comprar” ropa sin pagar (gracias a mis poderes), en dar una vuelta por la ciudad mientras nos conocíamos, en comer en restaurantes caros sin pagar (os podéis imaginar gracias a qué), en tirarles pan a los patos en una fuente que había en el parque de atrás del edificio donde vivía Celeste, en hacer chistes, etc. Rápidamente se hizo la noche y tuvimos que ir al hotel a explicar que necesitábamos otra cama para la habitación. Unos minutos después de esperar en la recepción por la cama que iban a poner en mi habitación, llegó José y los chicos. Hubo que explicarle todo; y aunque no fue fácil; la cara de ángel de Micaela lo convenció de que no era peligroso. Minutos después la charla con José, fuimos a la habitación, nos tomamos una ducha y nos acostamos cada una en su cama. Me dediqué a escribir en mi agenda-diario:

“Parece mentira tener una “hija” adoptiva. Micaela es muy simpática y dulce. Nos divertimos mucho hoy; creo que es el comienzo de algo especial. José sigue igual de raro.”

-¿Qué escribes?- me preguntó Micaela.

Le mostré a Micaela mi diario y le dije:

-Es secreto, así que no digas nada.

-Claro.- aceptó.

-Ahora es tiempo de dormir.- dije, cerré mi diario y apagué la luz luego de leer un poco mi diario con Micaela.

Me acosté en mi cama a la oscuridad y; cuando estaba a punto de dormirme, sentí una voz dulce que me decía:

-Tengo miedo a dormir sola en la oscuridad.

Me di la vuelta y miré a Micaela.

-Entonces,- me quedé pensando.- ven.-  dije y le dejé un espacio en mi cama. Micaela se levantó de su cama y se acostó a mi lado.

La tapé con la manta y le dije:

-¿Quieres que te cuente algo?

-Sí, nunca me puedo dormir sin que me cuenten un cuento antes de dormir.-  dijo.

Me quedé pensando.

-Bueno, había una vez… una niña de seis años que debía dormir y esa eres tú.-bromeé.

Micaela se rió.

-¿Qué tal si me cuentas algo que sea realidad?- propuso.

-Está bien.-acepté.

Levanté mi dedo índice hice un dibujo en el techo de un lobo y una chica gracias a mis poderes.

-¿Quiénes son?

-Yo y José.

-¿Te gusta verdad?

-Sí.

-¿Entonces por qué no son novios?

-Estamos en eso, pero no podemos. Somos diferentes. Yo soy una oxighe y él un hombre lobo.

Micaela me miró.

-Eso no tiene nada que ver. ¡Si quieren ser novios, sean novios, y si no lo quieren, no lo sean!- se quejó.

Suspiré. Tenía seis años, era obvio que no entendía lo que era el amor, pero… ¡estaba frustrada! ¡Hasta mi “hija adoptiva” se daba cuenta que me gustaba alguien! Debía charlar con José. Nos quedaban tres días en Londres  y se me acababa el tiempo. ¡Una decisión, por favor!

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