Subirme al avión. Esperar. Abrocharme el cinturón cuando lo ordenara la señora de la radio del avión. Eso se sentía volar. Baja autoestima por una mala noche y tener que despertarte a las cinco de la mañana para llegar a las seis al aeropuerto y esperar dos horas hasta las ocho que es cuando me dejaron entrar al avión, donde debíamos esperar tres horas de viaje y luego en el aeropuerto de Madrid esperar cinco horas más para luego volver a subirte al avión y llegar a Londres una hora después. Tomar un metro hasta la parada West Brompton. Era todo lo que teníamos que hacer. El viaje en el avión fue cansador, por lo que me dormí apoyada en el hombro de José. Dormí hasta una hora antes de aterrizar, por lo que aproveché y le pedí un sándwich a la azafata. Lo comí y tomé un poco de agua del vaso de José. José y yo vimos una película mientras nos aburríamos, que fue interrumpida por el aterrizaje. Nos bajamos en el aeropuerto de Madrid. Fui a una tienda de ropa. Había muchos vestidos de diversos colores a precios baratos. Luego me enteré que era una tienda de liquidación, por lo que comprendí el que hubiera muchas personas. Había cajas con pantalones a precios como un euro, tres euros o, lo máximo seis euros. Era una tienda grande de ropa, llena de personas, que compraban y compraban ropa. Elegí cuatro camisetas a un euro cada una pero que eran de buena calidad, dos jeans blancos a seis euros y un vestido rosa corto (sin breteles) a cinco euros. Pagué todo y me fui a esperar junto a José.
-Veo que alguien se fue de compras.- se rió José.
Sonreí.
-Era barato.- me quejé.
-En Londres no todo va a ser barato.- murmuró José.
-¿Alguna vez fuiste a Londres?- pregunté.
José sonrió, recordando momentos de su infancia.
-Sí.- me respondió.- Fui cuando tenía siete años, hace exactamente nueve años. Fui con mi tío, y nos divertimos mucho. Fuimos por un mes. Eran vacaciones en Uruguay. Era en enero. Fue allí la primera vez que vi nieve. Me quedé hasta el primero de febrero, cuando volví a Uruguay. Mi tío había ahorrado para ese viaje, y, como ya había llevado años anteriores a mis hermanos mayores de viaje, me llevó a mí a Londres. Trabaja como ingeniero, pero igual vive con una familia muy grande y modesta. Somos 40 primos en total.
-Es mucho.-admití.
-Sí, es que por parte de mi padre somos 40 primos porque mis abuelos paternos tuvieron diez hijos, que a su vez esos hijos tuvieron muchos hijos, aunque mi padre fue el que tuvo más hijos.
-Sí, noté que son una familia muy grande. ¡Ocho hijos!- exclamé riéndome.
José se rió conmigo. Sacó una cámara fotográfica y me tomó una foto con ella.
-¡Ey!- exclamé frente al flash.- No me tomes fotos.
José sonrió ampliamente.
-Prefiero tomarte fotos durante el viaje para recordarte.- sonrió José.
-Tómame una foto contigo entonces.- lo desafié.
-Está bien.- dijo José.
Le pidió a un turista que paseaba con su equipaje si nos tomaba una foto, por lo que el turista dijo que sí, siguió las explicaciones de José y nos tomó una foto los dos juntos. Luego le devolvió la cámara a José, por lo que los dos les dimos las gracias. Continuamos hablando y tomando fotos del aeropuerto y de la gente que pasaba, además de nosotros mismos bromeando frente a la cámara. Al fin llegó la hora del viaje. Tomamos el avión a Londres. Duró tres horas. Tres horas en las que nos reímos con José, tomamos muchas fotos a los amigos de José, los cuales, poco a poco, se iban haciendo mis amigos. Aterrizó el avión. Caminamos hasta la estación de metros y nos tomamos un metro hasta Earls Court. Nos bajamos en West Brompton y caminamos hasta el hotel. Pagamos las dos habitaciones (José se había empeñado en pagar solamente dos habitaciones, una para los once y otra para mí).
ESTÁS LEYENDO
Niebla
General FictionMaría Sandra Yugatoski es una chica uruguaya de dieciséis años que no parece tener una vida del todo normal: su hermana gemela fue secuestrada de niña, sus padres tienen problemas económicos por lo que ella se tiene que mudar a Montevideo con su abu...