Descubrimientos

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Lobos. Lo que vi fueron lobos. Con patas  que parecían enormes  por la sorpresa, que tenían unas garras bien negras y filosas. José ya no estaba. Era parte de ellos. Logré ver cómo se transformaba en lobo, un lobo con pelaje blanco, tirando a gris, con una cola muy grande y ojos amarillos como el sol. Ojos siniestros. Si José era de esa manera y aullaba más que nadie, ¿eso era lo que me había intentado decir? ¿Qué no era humano? ¿Eso era lo que tanto le molestaba a Mercedes que yo supiera? Pero… era un hombre lobo. No podía no temerle. Miré a la luna. Según lo que he visto en diferentes películas, los hombres lobo se transforman a la luz de la luna llena.

No era día de luna llena esta noche. Oí los aullidos de José y sus amigos, los cuales, eran los lobos que seguramente eran Lucca, Juan José, Gyn, Franco, Bernardo, Ernesto, Santiago, Facundo, Diego y Tadeo. El chico que me gustaba era un hombre lobo. Debía saber que lo había visto. Se lo merecía. Me acerqué lentamente hacia ellos, y, cuando llegué a ellos miré a José. Me saqué el gorro de lana negro y me solté el pelo. Miré a José otra vez. Él me miraba como si estuviera loca. Sonreí. Enseguida José y sus amigos se transformaron en hombres otra vez y me hicieron sentar alrededor de una fogata que habían preparado. Luego comenzaron a hacerme preguntas, sobre cómo me había escondido, que si sabía el peligro que pasaba mi hermana en ese mismo momento, y un montón de preguntas más.  Yo sólo contesté la primera y la segunda, que era la de cómo me había escapado de mi casa y me había escondido y la de mi hermana. José me miró con ojos tiernos y luego suspiró.

-Déjennos solos.- le pidió amablemente José a sus amigos.

Los demás se fueron dejándonos solos.

-Te voy a contar una historia, pero no me interrumpas.-me pidió José. Me quedé en silencio.- Es la historia de una mujer que se enamora de un hombre, pero un hombre muy particular. Un hombre,- José suspiró.- un hombre  que  no come comida humana, ni siquiera come. Un hombre que vuela con alas invisibles, que tiene poderes, un hombre inmortal.

-¿Un vampiro?-pregunté tímidamente.

-No, es mucho más que un simple vampiro. Vuela. No nació en la tierra, ni en el mar, sino en el infierno.- José miró el fuego que ardía sobre la leña.-No come, vuela, es inmortal, vuela, tiene poderes, es un hombre… estúpidamente engreído. Esa mujer se enamora de ese hombre, el cual se enamora de ella y la seduce, se casa con ella, y,  al tener un hijo, en el mismo segundo que el hijo sale del útero de la madre, esa mujer muere. Muere porque su útero no soporta tanto poder, es más, ni su propio cuerpo soporta tanto poder y tan poca sangre para soportar las heridas que podían ocasionar el nacimiento de ese bebé que iba a tener.- José miró al cielo.- ¿Te suena? Una mujer que muere al dar luz a su hijo.

-¿Una película?-pregunté tontamente.- Es que no voy mucho al cine, perdón, no encontré la respuesta a la adivinanza.

-Una mujer, que luego crea una familia a través de un hijo que se creó como humano, pero que no lo era exactamente. Un señor, apellido creo que rumano, un señor que se casó con una señora en 1939… Luego murió, y la señora se enfermó y sigue enferma internada en un hospital en Canadá.-narró José.

-Mi… abuela… ¿es inmortal?-intenté adivinar, muy temerosa por la respuesta.

-No tu abuela. El señor que se casó con ella y murió.-suspiró José al ver que aún no entendía.

-¿Mi abuelo? ¿Inmortal? ¿Por qué murió entonces?

-Porque lo mataron en una guerra contra vampiros.

-¿Existe tal raza?-pregunté tontamente.

-¡Sí!-me respondió él en tono burlón.

-¿Y cómo se llama la raza de mi bisabuelo?

-Oxighes.-me respondió.

-¿Sigue existiendo mi bisabuelo? Mi padre dijo que había muerto.

-Sigue existiendo.

-¿Y cuánto tiene?-pregunté.

-318 años.

-¿Y dónde vive?- seguí mi cuestionario.

-En el medio del Océano Atlántico.-me respondió.

-¿En Estados Unidos?-pregunté.

-No, al lado.

-¿Canadá?

-Eso está arriba.

-¿México?

-Una pista:- José acercó su cabeza a la mía.- no es un país.-susurró.

-Entonces no sé.-me rendí.

-En una isla. Ahí habitan los Srow.- me dijo.

-¿Los qué?

-Los Srow. Es un gobierno de  oxighes, aunque no es el único que hay… pero es uno de los más poderosos.- me explicó.

-Entiendo. ¿Y son tan poderosos?- pregunté.

-Son indestructibles.-suspiró mirando hacia la fogata.

-¿Y los hombre lobos?-pregunté.

-¿Los hombre lobos qué?

-¿Son poderosos?-pregunté.

-Sí, pero no tanto. O sea, son más fuertes que algunos vampiros, en general los más viejos, pero en muy pocas ocasiones los hombres lobos hemos matado a los oxighes. A menos que cometan un delito para la tierra.

-¿Qué tipos de delitos?

-Sólo te falta la cámara, el lápiz y la libreta, que esto parece un reportaje.-bromeó José.

Suspiré. El enterarme que yo era una oxighe o lo que sea que sea me tenía inquieta.

-Delitos como matar humanos sin control, no respectar el famoso tratado,-José se rió.- delitos de menor importancia para los policías humanos, peor que son muy importantes para la tierra. Tu hermana vive con tu bisabuelo ¿sabías?-me preguntó.

Me quedé muda. ¿Mi hermana?

-La secuestraron a los seis, hace ya más de diez años, bueno, más bien, diez años y un mes.-me dijo José.

-Ya lo sé. La secuestró Deuce, ese chico con corona.- suspiré.

-Y Elvira. Los dos son parte de los Srow. Deuce es un oxighe y Elvira también.-me informó.

-Entonces vos y yo no podemos ser amigos porque somos de dos razas que se odian entre sí ¿o no?-pregunté.

José miró hacia las estrellas que se formaban en el cielo.

-Lo único que importa es que aprendas a manejar tus poderes, porque los oxighes tienen todos los poderes de los diablos y de los ángeles caídos, que muchas veces son los de los hombres lobos. Aunque no son vampiros, son como diablos. Diablos no rojos, sino que parecen a humanos y que matan a humanos o los llevan al infierno, donde los maltratan hasta que se mueran o se arrepientan y se conviertan en nuevos oxighes. Los oxighes se llaman así, porque, en vez de vivir en el cielo, viven en la tierra y reportan al jefe de los diablos sobre delitos de ángeles caídos o vampiros, y ellos, los jefes, son los encargados de llevarlos al infierno. -me respondió José.

-Pero… ¿podemos ser amigos?

-Quizás. 

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