Consiguiendo respuestas... Transformando mentiras

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-¿Me vas a escuchar?- me preguntó José.- Sólo quiero contarte mi historia.

-¿La de mentira? Ya me lo imaginaba.

-Escúchame.- me ordenó José.

-Está bien.

-Te va a servir la información.-me informó José.- ¿Empiezo?

-¡SI!

- A fines de la Antigüedad, los hombres se separaron en dos: los que querían proteger sus tierras y los que no las protegían en absoluto.  Mi tataratataratatarabisbisabuelo formaba parte de los que no protegían la tierra en absoluto… Pero no era porque no quería, si no porque su naturaleza no lo permitía. Mi tataratataratatarabisbisabuelo sabía que no era ni un hombre ni un animal por sus reacciones. Sus reacciones no eran nada buenas y menos lo fueron cuando descubrió a los humanos-gatos y los vol—humanos-gatos.  Esas dos especies lo tenían hartos por su manera de atacarlo y de entrometerse en las cosas de los demás.- José tragó saliva.- Para peor, ellos tenían algo en común con mi tataratataratatarabisbisabuelo: Que ninguno de las tres “especies” eran normales. Mi tataratataratatarabisbisabuelo soportaba el frío estando desnudo, los fríos eran muy severos con los humanos y los vol-fríos eran como pájaros. No viajaban a pie, es más, volaban. Jamás tocaban el suelo, ni la más mínima piedra. Volaban sin alas, sin nada… Siendo invisibles. Los que protegían sus tierras se enojaban con mi tataratataratatarabisbisabuelo… Y hasta el punto se enojaron que no lo dejaron entrar más a su respectiva casa. Mi tataratataratatarabisbisabuelo buscó miles y miles de hogares durante años, hasta cumplidos los 25 años. A los 25 años él formó parte de una guerra con los fríos y los vol-fríos, en la cual los de la “especie” de mi tataratataratatarabisbisabuelo luchaban contra los humanos-gatos y los vol—humanos-gatos. Mi digámosle “abuelo” y los de su “especie” lucharon muchos años contra los humanos-gatos y los vol—humanos-gatos. En el tercer año de guerra mi abuelo conoció a su respectiva esposa, María de las Mercedes Villazgo.  María se enamoró casi enseguida de mi abuelo y comenzó a luchar con el bando de la “especie” de mi abuelo. Mis abuelos tuvieron once hijos y luego, al poco tiempo de terminar la guerra, se casaron. En esa época, ninguna persona se casaba pero mis abuelos hicieron anillos en piedra y se los pusieron como para decir el “si”.  Pero no todo se olvidó luego de eso: humanos-gatos y los vol—humanos-gatos mataron miles de personas, matándola al infierno, matándolas en él, y nuestra especie no pudo hacer nada.

José se quedó callado. El relato había terminado. Estábamos en la puerta de mi casa, esperando a ver qué pasaba. Bueno, José no estaba esperando en absoluto. Yo era la que estaba esperando a que se fuera.  José se dio media vuelta y salió corriendo bajo la lluvia que ya comenzaba a caer. No pasaba nada por mi mente. Nada de correrlo, de perseguirlo, nada de nada. No quería ilusionarme. Ése había sido el fin de todo lo que habíamos compartido, o quizás apenas era un principio… Pero algo en mí decía que buscara respuestas. Si no, la iba a pasar muy mal. No sabía por qué pensé eso, pero tenía un presentimiento de que algo estaba mal. Quizás era porque José se había ido llorando. Quizás porque la historia que me había contado era muy mala o significaba algo en realidad. Pero necesitaba encontrar respuestas. Continuaba lloviendo, esta vez mucho más fuerte. Mi pelo ya estaba todo mojado y mi uniforme del Bulevó también. La voz de mi abuela me sacó de mis pensamientos.

-¡Che! ¿Son estas horas para llegar con este tiempo? Te vengo esperando desde hace más de dos horas. ¿Dónde estabas? ¡Estás toda mojada! Vení, que te sirvo una sopa caliente mientras te das una buena ducha con pelo y todo. ¡No te me vayas a enfermar!- me dijo mi abuela apenas abrió la puerta y me vio. Me di media vuelta y entré a casa toda mojada. Fui a mi cuarto de arriba, me desnudé, puse mi ropa a lavar, me apronté la ropa y me di una ducha con agua hirviendo.  Me lavé y acomodé el pelo, me pasé el jabón por todo el cuerpo y me enjuagué todo el cuerpo. Luego cerré la canilla, salí de la ducha me sequé bien y me puse el pijama.  Entré a mi  cuarto de nuevo. Me senté frente a la laptop y puse el modem para conectarme a internet. Cuando por fin cargó el modem y pude conectarme a internet por primera vez desde que me habían regalado la laptop, entré a mi bandeja de entrada.

Abrí un mensaje de mi madre. Me puse a leerlo enseguida. Dentro decía:

A nuestra queridísima Sandra:

Nosotros estamos muy bien. Ya ahorramos diez mil pesos por nuestros nuevos trabajos. Ya pagamos las multas que debíamos pagar y te tenemos una noticia: nos vamos a mudar a Montevideo. Pensamos en mudarnos también con tu abuela, pero eso igual lo vamos a consultar más tarde con tu abuela. A menos que ella tenga espacio y nos vayamos a vivir a su casa, puesto que acá vivimos en una pensión  en una habitación. No te entusiasmes, que en nuestros trabajos ganamos solamente veinte mil pesos cada uno. Pero entre la pensión, las cuentas del banco, la comida (tenemos que aportar plata para que en la pensión nos den de comer comida en buen estado), la ropa y algunos otros gastos nos quedan solamente diez mil pesos por mes. Y esos pesos nos lo ahorramos para comprar los boletos y para la casa o apartamento que compremos (más posible que nos mudemos en la casa de tu abuela que tiene cuatro habitaciones). Además, ya hemos hablado con tu abuela y nos ha dicho que estaba bien, que ella nos pagaba los muebles, pero nosotros les dijimos que no, que nosotros ahorrábamos por unos meses y nos daba para la cama y el armario y lo que necesitemos. Calculamos que estaríamos allí en febrero de 2013, como máximo, en marzo de 2013. La vida acá no es muy fácil y tu padre comenzó de peón en una obra, y, como es muy bueno, ahora es el jefe de la obra. Trabaja dieciséis horas, con descanso para el almuerzo el cual le dura dos horas. O sea, en total, trabaja catorce horas sin contar el almuerzo. Trabajan y trabajan, y el edificio que están haciendo (si, no te miento, edificio), está casi listo. Con todos los que pagaron para vivir allí les alcanza para cobrar los sueldos y comprar cosas que le faltan para la obra.  Tu padre trabaja de seis de la mañana a diez de la noche, y, apenas llega, come, se ducha, se cepilla los dientes, habla un poco conmigo y se duerme a eso de las once y media. Yo, en cambio, trabajo en una fábrica de vestidos allá en Maldonado. Voy como a las cuatro de la mañana y a las seis ya estoy allí. Durante el viaje en ómnibus yo duermo. Apenas llego, me pongo a coser. Vestidos, faldas, shorts, bermudas, minifaldas, bombachas (sí, también hacemos lencería femenina), sostenes, enteritos, overoles para mujeres, medias, pijamas, conjuntos, joggings, jeans, vestidos con minifalda, camisones para señoras mayores, medias can-can, buzos, todo lo que te puedas imaginar coso. ¡Y no es poco, eh! Ya a las cuatro de la tarde salgo de la fábrica y me como la vianda de comida que me llevo desde la pensión. A las cuatro y media me doy una vuelta por las calles más cercanas, me compro  una coca bien barata (15 pesos como mínimo), o agua (10 pesos  o cinco, de vez en cuando) y continuo caminando hasta las cinco y media que es la hora donde me tomo el ómnibus.  En el ómnibus de la vuelta aprovecho a mirar el paisaje y dormir un poco. Llego a las siete y media. Mientras que camino hasta la pensión son las ocho en punto.  Los únicos días que tengo libres son sábado y domingo. Pero, sólo te quería mandar besos y cuídate.

Tu madre, María.

Suspiré. No le respondí casi nada, solamente un “besos y abrazos. Espero que lleguen pronto.” Que no tenía sentido puesto a que estaba muy cansada, muy rara, muy asustada. Era como si estuviera deprimida. Era viernes, el único día de la semana que solía salir con mis amigas. Pero estaba con el pijama puesto y la única fiesta que se me ocurría hacer con pijamas era una fiesta de pijamas. Un “pijama party” como se dice en inglés. Suspiré. Llamé por celular a Mercedes dispuesta a encontrar respuestas y le dije:

-No me preguntes por qué, pero te invito a vos y a Rosarkka a mi casa a una pijamada entre las tres. Lleguen a las once. A mi abuela no le va a molestar.

Y colgué sin antes decirle dónde era mi casa y decirle que se lo transmitiera a Rosarkka.

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