La equivocación

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Remamos hasta donde había una chica de cabello castaño oscuro y lacio. Pusimos el ancla a cinco metros de ella y nos bajamos. Caminamos hasta ella, que era la hermana de José. Angélica, que estaba en el piso descansando, se levantó enseguida que nos acercamos y dijo, de un aire enojado:

-Vaya, mira, Rosarkka, aquí está la puta de tu amiga y su hermana.-sonrió de mala gana.

Rosarkka, que estaba más atrás e Angélica, se quedó donde estaba sin siquiera saludar.

-Creo que… será mejor que ustedes hablen de cosas solas.-dijo mi hermana y volvió a meterse dentro del barco.

-Me parece que eres un cobarde.-me provocó Angélica.

-¿Cobarde, yo? ¡Mira quién lo dice! La hermana de José, ésa eres. Tu hermano es el cobarde.- le respondí.

-Claro, mi hermano es el cobarde. La cobarde eres tú, que te fuiste sin siquiera pensar que mi hermano estaría aquí. Lo besaste y luego desapareciste, demostrando que eres una cobarde, o una cualquiera.

Me ruboricé. ¿Quién se creía para hablarme así? ¿Mi madre?

-¿Sabes lo que son tu hermano y tú?- pregunté cuando Angélica se dio media vuelta para irse.

-¿Qué somos?

-Unos idiotas.- dije, sin medir las consecuencias de mis actos.

Angélica se dio media vuelta y me miró seriamente durante un segundo. Luego vi como se transformaba en una loba de color blanco como la nieve, y como  me saltaba encima…

Me desperté con un dolor en la frente inaguantable, por lo que me la toqué para revisar que todo estuviera en orden. Cuando quité mi mano de la herida, vi un poco de sangre y un líquido amarillento. Me levanté, fui al baño y me miré al espejo. Tenía un  gran arañazo en el medio de la frente que estaba cicatrizando. Luego lo recordé. La hermana de José me había arañado y dejado inconsciente. Lo que menos importaba era eso, puesto que la guerra empezaba dentro de tres días (eran las siete de la mañana) y debía entrenar mucho a pesar de mi dolor. Me cambié de ropa, revisé que Micaela siguiera durmiendo, bajé las escaleras; me dirigí hacia la cocina, abrí la heladera, saqué una manzana, la lavé y me la puse en mi bolso, que tenía colgado del hombro derecho. Me llevé una botella de plástico con agua y agregué otra manzana por las dudas que alguien no hubiera desayunado. Salí por la puerta principal y comencé a volar. Volé hasta que encontré a mi hermana, mi bisabuelo y mis tíos abuelos, que estaban reunidos esperándome.

La preparación fue dos días enteros volando, probando los poderes que los Srow nos permitían usar (tele transportación, hablar mentalmente, leer mentes y escudo estrictamente prohibidos); practicamos sin parar, con muy poco descanso en el almuerzo y la siesta, con la frente que me dolía, hablando y corrigiendo sin parar, volando de un lado a otro, tiempo para ir al baño máximo treinta minutos sin hablar ni distraerse, baños en el lago (las damas primero y los hombres después, a treinta kilómetros mínimo) algunos momentos en que nos quedábamos dormidos por hora y media a la sombra, etc…

La guerra llegaba, llegaba….

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