Aprendiendo a volar

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-Sólo levanta tus alas y vuela.-me explicó Franca.- No haya nadie aquí que te vea, además tus alas son invisibles.

-¡Por eso mismo! Están en mi espalda y no las veo.- me quejé.

Franca, a pesar de ser mi hermana gemela según el doctor, había cambiado mucho. Su pelo estaba hasta la cintura, y lo tenía con menos rulos que yo. Su cara ya no parecía de una niña, sino de una mujer, además su cara tenía rasgos de cansancio: ojeras, y la piel un poco oscura por tantas veces que la habían puesto en un calabozo. Tenía muchas lastimaduras y las manos casi negras. Llevaba un vestido largo hasta el tobillo celeste con un poco de escote. Se veía bonita. Yo, en cambio, estaba con el vestido rosa corto, el cual había usado durante tres días.

Franca me sonrió.

-Tienes que sentir que tus alas se despliegan, para eso necesitas aflojar los omoplatos.-continuó explicándome.

Suspiré y aflojé los omoplatos. Sentí que una cosa muy pesada se desplegaba en mi espalda.

-Me duele.

-Te vas a acostumbrar al peso de tus alas. Son rojas.-rió Franca.

-Roja es la sangre que me va a salir después de esto.- me quejé.

Franca sonrió. Yo le devolví la sonrisa.

-Ahora despégate del suelo y mueve tus alas.-me indicó.

Levanté mis pies y comencé a mover mis alas rápidamente. Lentamente, me fui elevando… elevando…y… me caí en el suelo. Lo repetí de vuelta. Esta vez logré volar hasta unas rocas que había en la playa y me caí. Volví a intentarlo una y otra vez. Al final logré volar hasta el centro y volver. Comencé de vuelta. Hasta un bosque a más de quince kilómetros volé. Luego hasta el final de la isla ida y vuelta.

-¡Lo lograste!- me felicitó mi hermana.- Creo que podemos ir a mi escuela si es que no te caes en el camino.- se rió Franca.- Eres rápida para aprender.-me sonrió.- Ahora vamos a mi escuela y practicamos tus poderes.

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