Bueno, se deben de estar preguntando quién soy yo, como soy físicamente, qué color de pelo tengo, cómo lo tengo…. Bueno, esas cosas. Yo, soy María Sandra Yugatoski. Mi nombre es un asco, lo sé, pero a mis amigos del colegio yo les decía que me llamaran Mari. Algunos, cuando entré al liceo, me decían Marisán como cariñosamente. Yo, enojada, les decía que Marisán, a pesar de que para ellos era una forma cariñosa de decirme María Sandra todo junto, era horrible. Más tarde, tipo dos o tres años después me empezaron a decir Mari solamente. Y, ahí ¡todo fue genial para mí! Hasta que, un día, me tuve que despedir de mi ciudad en la que había nacido y vivido hasta ese momento, Treinta y Tres, para irme a Montevideo, a vivir con mi abuela Sandra, por problemas económicos de mis padres.
“No te va a pasar nada de nada en el ómnibus.” Me había dicho mi padre, Gerardo. “Cualquier cosa llámanos al celular.” Me indicó. Yo, que había cumplido los dieciséis hacía poco, me tenía que venir en ómnibus desde Treinta y Tres hasta Montevideo, la capital de Uruguay, la cual no conocía ni un pomo. Mi mamá, María (mi nombre es el nombre mi madre y mi abuela), lloraba de la tristeza. No podían pagar los impuestos, por eso tenían que ayudar en una cárcel los dos por turnos diurnos o nocturnos, a veces. No me iban a poder cuidar ni alimentar, sólo le iban a pagar para comprarse comida, ropa, y para pagar los impuestos, en sus nuevos empleos. Pero, lo que le iban a pagar, era sólo para que mi madre y mi padre pudieran vivir. A mí también me iban a contar en su salario, pero mis padres se negaron y dijeron que yo me iba con mi abuela y punto. Y tá. No me quedó otra que conformarme, pensar en la ropa que iba a llevar en la maleta, comprar el pasaje, aceptar que iban a ser las últimas semanas con mi yegua Lina, la cual amo mucho. Esa yegua de pelaje blanco, crin marrón y tamaño gigante me había consolado en la amargura de mi vida.
Bueno, yo soy alta, delgada (y muy), con curvas (ya me desarrollé). Mi pelo es corto, negro, y con rulos y mi pelo es corto como el pelo de un hombre, o sea, está cortado después de la oreja. Mis ojos son verdes. Mi piel es muy, muy blanca. Tampoco como para decir que soy pálida, pero, tengo la piel rosa claro, medio marroncita en los brazos. Mis labios son muy carnosos y grandes, según dice mi abuela “labios con los que cualquier chico soñaría”. ¡Seeee! Como si a algún chico yo le interesara… ni siquiera tuve mi primer beso… ¡Bah! Si lo tuve...
ESTÁS LEYENDO
Niebla
General FictionMaría Sandra Yugatoski es una chica uruguaya de dieciséis años que no parece tener una vida del todo normal: su hermana gemela fue secuestrada de niña, sus padres tienen problemas económicos por lo que ella se tiene que mudar a Montevideo con su abu...