Todos sabíamos que era la muerte, entendíamos que era lo último que nos pasara y ese era el fin de una vida, el fin de nuestro camino en el mundo terrenal pero realmente ¿Algún día estábamos listos para ella? Para los muertos todo indicaba ser fácil, solo su espíritu, su energía, dejaba este mundo pero nosotros, los vivos, los que teníamos que seguir sin su presencia, seguir sin escuchar de nuevo sus voces o sus risas ¿y si tal vez la muerte solo era lo pero para los que seguimos en el mundo? Nunca estamos listos para dejar partir a otros, egoístas siempre molestos por el dolor que nos dejaba su partida siempre pidiendo a nuestro Dios "¿Por qué no yo?" porque eso seria mas fácil que vivir con una pena.
Ese fue el discurso que tanto escribí en papel, el que tanto pensé y busqué las palabras correctas; pero al final no pude recitar ni una sola. Estuve tranquila, esperando el momento hasta que antes de subir al atril, mi garganta se cerró, mis ojos emanaba lágrimas sin que yo lo consintiera, sin que yo pudiera darme cuenta, mi pecho pesaba, como si cargara el más profundo dolor, mi cabeza daba vueltas y todos en el lugar me observaban esperando a que subiera pero yo me hacia nada, hundida en un dolor que ni siquiera yo supe cuando floreció; no podía mantenerme en pie, mi cuerpo temblaba y caí en los brazos de la primera persona que se acercó a mí, para ayudarme. Profundos llantos, en casi murmullos, no sabia cuanto tardaba en tomar aire, solo por mis grandes bocanadas de aire y como volvió a soltarlo con un dolor irracional; quería ser fuerte, mi madre se hundía en dolor, sin despegarse del ataúd de mi ahora inexistente familiar, mi padre en una esquina de la iglesia, sin derramar una lagrima, solo tragando sus penas para él solo; mientras que yo no podía ser fuerte, ni aceptar el dolor. Camine a grandes zancadas, cubriendo mi rostro hasta el baño del lugar, me mire frente al espejo y solo ahí lloré, solo frente a mi, sin máscaras, sentí el verdadero dolor que ocasiona la falta de la única persona con la que pasaba mejores momentos desde que nací hasta el borde de mi adultez.
Pienso que fue en ese momento cuando mi vida cambio, cuando la vida me dirigió y no a ella o tal vez ese día en el que mi padre empaco toda su ropa en una maleta y dejó un dulce beso en la frente de mi madre, lleno de dolor, tragando sus sentimientos y suplicando perdón para el día en el que regresara, que realmente dudaba que ese día llegará. Ninguna dijo nada sobre eso, solo lo aceptamos, no suplicaríamos por que se quedara, nadie obligaba a nadie a hacer las cosas, aunque ambas quisiéramos amarrarnos a él y no nos dejara solas, lo dejamos partir, para probablemente jamas volver a ver su rostro o aceptar sus mimos. Una mezcla de todos los factores, unido con el dolor en el que mi madre se dejó caer, sin fuerza para seguir, el hombre que le prometió amor, estar en las buenas y las malas, se había marchado dejándola caer, su madre, la mejor abuela, ya era sólo energía en algún lugar o si las creencias eran ciertas, disfrutaba del paraíso o le daba brillo a una nueva estrella, mientras que yo, la desampare, mi frialdad a la situación era lo único que le podía expresar, no había dolor en mi para ella, tal vez en ese momento mi vida cambió, en una fusión de todo, ni siquiera pude notar cuando había ocurrido, de un día a otro yo era el único sustento de mi rota familia y jamás me lo había preguntado hasta que él llegó a llenarme de cuestiones:
"¿Cuándo ocurrió todo realmente? ¿Cuándo mi vida dejó de ser mía? ¿Qué me trajo a este punto, a justo lo que soy y hago ahora? ¿Cuándo dejé de soñar? ¿Cuándo perdí todo? ¿Cuándo me volví esclava de la rutina y enemiga del tiempo?¿Cuándo deje de vivir?"
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Lost life
Teen FictionEl tiempo perdido y la rutina, esos son los más grandes enemigos de una persona y en este caso, lo único que conoce Sofía. Dedicada a una vida que ella no había tenido oportunidad de decidir, era la vida que le había tocado. Eso era todo, sin desli...