Después del trabajo llegue a casa, mi tía solo se había quedado un par de días para ayudarme mientras yo seguía en los preparativos de la boda con Liz y recuperaba mis horas en el trabajo. Ella era una gran ayuda cuando tenía oportunidad de hacerlo, vivía a las afueras de la ciudad, en un pequeño pueblo con alrededor de 500 personas. ¿Porque? Simplemente se cansó de la ciudad y quería un poco de soledad, aunque su libre alma combinaba perfecta con la vida de naturaleza.
-¿Lista?
Mi madre asintió para salir junto a mi, buscaríamos un lindo vestido para la noche de mañana, sería el evento para los que no podrían asistir a la boda en Italia y también serviría de ensayo. Caminamos por los pasillos de las tiendas y nada terminaba de gustarme muy corto, muy largo, demasiado estrecho, muy holgado, feo color, entre otras quejas. Mi madre estaba casi rendida en la banca de una tienda mientras yo veía algunos, era demasiado especial con mis gustos, quería algo perfecto o nada. Hasta que llegó un bello vestido en color lavanda con un ligero vuelo, conservador pero no algo que usaría una monja, lindo en todos aspectos. En el vestidor todo salio bien, como hecho para mi
-Perfecto- le dije a mi madre y ella sonrió aliviada de ya no seguir de tienda en tienda; ella había elegido un vestido clásico en color negro que no le había costado mucho en conseguir.
Sugerir cenar fuera y pasar un rato más, por primera vez rompía mis rutinas con ella, temía porque le afectara, que algo saliera mal.
<A tu abuela le encantaba ese color> comentó haciendo referencia a mi vestido, era lindo recordarla pero ambas sentíamos el dolor, pensar en ella y en los buenos momentos me provocaba un nudo en el estómago y siempre está el pensar pude hacer algo más ¿En realidad pude hacer algo más? En mis ojos se formaron las lágrimas que quite al instante
-Ella está bien- la abrace por los hombros- no sabía que decir, sin poder llorar le sonreí
-Lo se
Caminar como si todo estuviera bien ya era costoso, era doloroso pero como la situación de mi padre, ambas situaciones eran imposibles de resolver.
Una comida silenciosa, yo perdida en mi cabeza y mi madre probablemente también; pensar a veces no era lo mejor para ninguna de las dos. Esta noche ella fue directamente a la cama, sin decir nada solo podía escuchar sus sollozos toda la madrugada.
-¿Porque tan distraída?- Kevin, el chef repostero me pregunto mientras me encargaba de decorar los pastelitos
-Estoy concentrada- mi mano daba las vueltas con total experiencia con la manga pastelera, el color rosa de esta me encantaba.
-¿Qué te parece si hoy cerramos antes y vamos a tomar algo?- preguntó con inseguridad. Hizo una mueca cuando solo lo vi de reojo.
-Tengo planes- continúe sin despegar la vista de mi trabajo.
Siempre busque un límite con mi jefe, no quería ningún inconveniente a futuro, desde el primer segundo que lo vi lo marque con un gran "¡NO!" en la frente. Un hombre de alrededor tres años mayor que yo, soltero, (porque su última novia lo dejo por estar casado con su trabajo) con un perro, galán, seguro de sí mismo, con dinero y dueño de una repostería, con tantos empleados como para que cada uno cocinará cada postre que se vendía en el local, pero amaba pasarse la mañana en la cocina solo con una empleada haciendo los primeros postres del día, para el resto del día pasarla en su oficina; era el hombre perfecto para una vida promedio a mi madre siempre le agrado, pero prefería ignorar su existencia.
Sabía de él porque siempre atendía sus llamadas en la cocina sin miedo a que yo escuchara ya que era «Una empleada de confianza» y así era, me limitaba a meter mi nariz donde no me importa
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Lost life
Teen FictionEl tiempo perdido y la rutina, esos son los más grandes enemigos de una persona y en este caso, lo único que conoce Sofía. Dedicada a una vida que ella no había tenido oportunidad de decidir, era la vida que le había tocado. Eso era todo, sin desli...