Presión.

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Marco intentó hacer como que nada pasó, pero fue inútil, su suegra lo vio.

-Jovencitos les recuerdo que somos una familia decente-

-Si, perdón-

Respondió el joven de la Cruz, aunque sinceramente no se arrepentía de nada.

Lo hicieron levantarse con algo de dificultad, pero ahí estaba, intentando caminar, llegaron hasta casa de los Rivera, lo dejaron sobre el sofá y Miguel lo atendía, el festejo de sus 14 años ahora se había convertido en un convivio de borrachos como sucede en todas las fiestas.

-En verdad jamás dejaré de agradecerte por esto, ahora si, la guitarra de mi papá Héctor estará dónde debe, junto con él-

Decía Miguel muy alegre.

Después de tan gran convivencia familiar, y que todos se fueran a casa, Miguel se disponía a irse a dormir pues ya era muy tarde, pero fue detenido por su abuela.

-Espérate mijo, quería darte algo ahora que ya cumpliste años, no sólo lo que ya te regalé, si no algo que es muy importante que conserves-

Decía la señora Elena mientras sacaba algo de su bolsillo.

-¿Qué es, abuelita?-

De su monedero sacó un par de monedas de plata, las cuales depositó sobre la palma de la mano del infante para después cerrarla.

-Para que te cuiden, los objetos bendecidos son como amuletos de protección, no las vayas a perder-

-De acuerdo-

La familia Rivera es muy supersticiosa, además, si Miguel vivió en carne propia una experiencia en el mundo de los muertos por tocar objetos antiguos, el tener un par de amuletos de la suerte era para él, algo muy sagrado.

Colocó el par en el bolsillo de su chamarra roja, pues al ser su preferida es la que más usa, aunque parezca retrato.

Después de eso, Miguel se dirigió a una sección de la casa, donde estaban expuestas todas las pruebas de que Héctor Rivera era el verdadero mejor músico de todo México.

En el altar, el menor quien traía la guitarra blanca y brillante, decidió colocarla en este, como la pieza final del rompecabezas de su mayor inspiración y la razón por la que ahora tiene un destino diferente. Mientras veía la foto de él junto con Imelda y Socorro.

--¿Quién lo diría? El tataranieto de nuestro peor rival...ahora es...lo que más quiero en esta vida-

Sonreía Miguel mirando aquella foto, ¿Qué pensaría Héctor al respecto? ¿Estaría de acuerdo? ¿O se estaría retorciendo en su tumba? O en la zanja donde Ernesto lo votó.

Pasando más tiempo, la relación de Marco y Miguel no podía ir mejor, o tal vez si, pues constantemente discutían por quién quería más a quien, y lo más interesante, es que ninguno de los dos había tomado un rol en la relación, por decir, Miguel como la mujer por ejemplo, si ambos son hombres, ¿Habría que actuar como las demás parejas?

Durante clases no pasaba de regalarse sonrisas tímidas, de tomarse de la mano y besarse de piquito cuando nadie miraba, pues a pesar de que sus padres estaban de acuerdo, eran ellos dos solos contra toda la escuela.

En la escuela de música podía trabajar solos sin que nadie los molestara, excepto los profesores, quienes tenían otra propuesta para el par de músicos.

Tocar en otra fiesta, lo normal, sólo que se trataba de la familia del presidente de uno de los municipios más importantes del estado.

Y hablando de lo más importante y preocupante en este momento.

Volvieron otra vez esas horribles "pesadillas" cada una más aterradora que la otra.

-Ya estás así de terminar con mi paciencia-

Ernesto estaba muy disgustado.

-Ya no puedo seguir con esto...yo no quiero hacerle daño a Miguel...-

Marco lloraba cada vez que veía a su tatarabuelo.

-¿Qué rayos fue lo que hizo que te ablandaras con él? ¿Acaso no quieres vengarte?-

-¡No¡ ya no quiero...porque...¡porque yo lo amo, ¿Me escuchaste?!-

Eso le cayó como balde de agua fría a Ernesto, ¿Realmente ese era el problema? Ante eso no sabía si reír o llorar, a lo cual prefirió reírse en voz baja hasta llenar toda la fortaleza de ecos de sus carcajadas escandalosas.

-Ay Marquito, en serio ¿No pudiste caer más bajo? Mi único tataranieto, no sólo tiene miedo de dañar a mi peor enemigo, ¡si no que está perdidamente enamorado de él!-

Una mirada de demonio se apoderó del esqueleto, estaba realmente neurótico en su interior.

-¿Pero cómo es posible? No se supone que eres hombre?-

Ernesto se burlaba de él.

-¡No me gustan los hombres! Sólo me gusta Miguel-

Marco trataba de dejar su miedo a un lado.

-"Sólo me gusta Miguel"-

Repetía Ernesto con voz aguda, haciendo alusión a que Marco no era más que un maricón.

-¡Ya basta!-

El pequeño de la Cruz no soportaba las burlas de nadie.

Ernesto, ante tal sircunstancia que nunca se había esperado le dio una bofetada que hizo que el menor no volviera a encararlo.

-Ahora el ser mi propio tataranieto es una palabra que te queda muy grande-

Marco no podía creer lo que había hecho, su ídolo lo había atacado.

-Si no dejo que mi mamá me pegue...!mucho menos voy a dejarte a ti!-

El menor le dio una patada en la espinilla a Ernesto, causando un alarido seguido de un dolor punzante y quejidos.

-¡Hijo de tu...!-

El esqueleto se guardaba comentarios. Pero era hora de ponerlo en cintura.

-¡Escuchame bien, mocoso! ¡Más te vale que nos llevemos bien tu y yo! Porque como aliado y amigo puedo ser muy bueno, pero el terror le espera a quien me tenga como enemigo...así que piénsalo, ¡y cumple con tu parte!-

El esqueleto lo había tomado del cuello de la blusa, cargandolo y manteniéndolo suspendido en el aire, mientras este lo miraba aún con miedo pero permaneciendo convencido de que no le haría daño a Miguel otra vez.

-¡Ya no quiero hacerlo! ¡Déjame en paz! ¡Sueltame! ¡Aléjate de mi!-

Marco entonces se retorcía en su cama, su madre llegó para despertarlo pues lo oyó gritar desde su habitación, el niño entonces despertó sobresaltado y sudando frío, completamente aterrado y jadeante.

-¡¿Qué tienes hijo?!-

El pequeño debía procesar que todo había sido un sueño aparentemente.

-Nada...ya-ya ya duermete-

Trataba de no preocuparla.

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Espero que les haya gustado y una disculpa por la tardanza ;u;

Entre Notas Musicales || Coco || Marco de la Cruz x Miguel RiveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora