Capítulo 10

364 30 3
                                    

"Nunca sabes cuan fuerte eres hasta que ser fuerte es la única opción que tienes. Y cuando esto  sucede, eres intocable" - Chuck Palahniuk. 

Este es un idiota, no lo soporto. A veces que me provoca lanzarle algo en la cara... Como un ladrillo.

- Hola... Andrey y no, no hay abrazo para ti - le contesto de forma seca seca.

- ¡Uy!, que seca... Vamos, no seas mala y ven aquí - se lanza hacia mi atrapándome entre sus brazo. Apenas siendo su contacto comienzo a removerme incómoda.

- Déjala en paz hijo, no quisieras tener problemas con ella - llega Nikolay a nuestro lado saludado con un beso a Olya.

- Sí querido, deja a Kata en paz. Sino vas hacer que no quiera venir más - escucho la armoniosa voz de la mujer rubia. Creo que ya conozco a muchas rubias.

Andrey comienza a separarse lentamente pero de un momento a otro siento algo en mi mejillas y cuando volteó en su dirección lo encuentro corriendo a dentro de la casa.

- ¡Te amo, vas a ser mi esposa! - grita a medida que corre.

Bufo y ruedo los ojos - idiota - murmuro.

- Ten un poco de paciencia querida, ya sabes como es... - trata de defenderlo un poco. Me encojo de hombros. Es un caso perdido. - Ven, vamos a dentro. Acabó de preparar galletas solo para ti.

Se me ilumina el rostro y la sigo, las galletas de está mujer son las mejores del mundo.

*

- Tengo que volver a admitir que tus galletas son la gloria - exclamo con la boca llena.

- Me alegra que te encanten querida, aquí tienes un envase con más. Solo para ti, pero no le digas a nadie - sonríe guiñándome un ojo y saca otra bandeja repleta de galleta... Amo está mujer.

Chillo un poco con alegría, en esos instantes también escucho un bufido.
Me volteó a encarar a Andrey. - ¿Algún problema? - pregunto seca.

- Sí, es mi - resalta el "mi" - mamá y a mi nunca me hace tantas galletas - termina por reprochar, y se cruza de brazos.

- Fácil respuesta. Me quiere más a mi - le saco la lengua. Me dirijo a Olya y la abrazo, ella me corresponde riéndose.

- Claro que he hecho galletas para ti hijo, pero hace tiempo que ella no viene. No estés celoso mi bebé lindo - se separa de mi y se acerca para hacerle mimos a Andrey como un bebé quién se pone rojo de vergüenza.

- El color rojo se quedó idiota - me burlo de él y me fulmina con la mirada.

- ¡Mamá!, me avergüenzas - le reclama, pero Olya le agarra más fuerte las mejillas.

- Que avergonzarse ni que nada, eres mi hijo y siempre serás mi bebito - habla melosamente y lo estruja entre sus brazos.

- Compórtate como hombre Andrey - interrumpe la voz de Nikolay. - Quiero galletas - ordena.

- Primero, es mi - resalta el "mi"-  hijo y mi bebé. Sí tuviéramos una hija la tratarías como tú princesa así que no reclames. Y segundo, para ti no hay galletas - se cruza de brazos molesta.

Me levanto de la silla tratando de no llamar su atención. No sin antes agarrar varias galletas y el envase repleto de estas solo para mi. Me acerco lentamente a Andrey, que está cerca de la salida.

- ¡¿Cómo que para mi no hay galletas?! - reclama perplejo.

- Es mejor irnos y dejarlos arreglarse... Seguro se van a terminar besando y en sexo. No quiero ser espectador de eso - me susurra Andrey. Asiento y lentamente salimos de la cocina dejando atrás la cocina"pequeña" discusión de la pareja.

Siento que acerca su mano, le doy un manotazo - ¡Ay! - exclama adolorido - pero que salvaje, dame una - suplica.

Niego metiéndome una a la boca y me mira con la boca abierta, se tira de rodillas al piso abrazándome las piernas sin dejar moverme.
Ruedo los ojos y le doy la más pequeña - ¡Sí! - grita con emoción y me da un rápido beso en la mejillas. - Te amo.

- Manipulador - toso falsamente mientras hablo.

- Sabes que sí, eres tú la que no me quiere - hace un ademan muy dramático.

- Deja el drama. Ahora, ¿qué te parece ir a comer algo? - sugiero - no quiero escuchar los gritos de tú madre.

- Tienes razón - concuerda conmigo y en ese instante se escucha como un "pequeño". El me toma fuerte del brazo y me lleva con el a la salida de la casa.

- ¿A dónde iremos? - pregunto una vez que enciende el auto.

- ¿Quieres ir al cine primero y después a comer un helado? - pregunta con la vista en la carretera.

- Sólo sí tú pagas - sonrío inocente.

- Claro, no hay problema - sonríe y me observa de reojo, enciende la radio y comienza a cantar a todo pulmón.



La Rosa Negra (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora