La vida de Leonel estaba llena de maltrato, tristeza y dolor. El universo lo puso frente a Javier.
Ambos eran físicamente iguales, y para la terrible suerte de Leonel, aquel chico era incluso una mejor versión de él.
Él lo llamó "Mi gemelo", pero de...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
LA DIFERENCIA POR LA QUE TODOS TE CONSIDERAN RAREZA, PARA MÍ TE VUELVEN LA JOYA MÁS BELLA.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El timbre de la casa sonó, de pie allí, estaba Arthur con Leo a su lado. La puerta se abrió casi de inmediato.
—Hola Peter, buenos días —saludó el padre de Javier al otro hombre enojado frente a ellos— disculpa la tardanza, tuvimos un contratiempo.
Ese hombre alto vaya que era intimidante, parecía que hoy era el día de querer aplastar a Javier... y justamente hoy, Javier no era Javier. Resumen: Mal día para Leo.
—Te advierto que si regreso a casa y mi hija está llorando por tu culpa, habrán consecuencias, muchacho —Peter no podía irse a su trabajo si no ponía las cartas sobre la mesa.
—¡Pero si yo no le hice nada, fue Roxana! —Leo pasó la mano por su cabello.
—¡Javier! —Le regañó Arthur— Ya te dije que vas a comportarte, ¿entendiste?
—Sí, papá —El chico puso los ojos en blanco.
—Tú eres tan buena persona, no sé cómo terminaste teniendo un hijo tan descarriado —el hombre pasó de largo, saliendo de su casa y comenzó a caminar. El padre de Javier le dio unas palmaditas en el hombro en despedida, acto seguido siguió la conversación de su amigo, para juntos irse a su destino.
—Mi hijo no está descarriado, él es un buen muchacho, solo son cosas de la edad. Ya verás que tu hija estará bien.
En eso, Leo sintió que le apretaban el estómago, estujando así sus tripas adoloridas.
—¡Javi! —Nimue había salido de alguna parte y ahora la tenía colgando de él, ella estaba abrazando su cintura mucha con fuerza.
—Hola, Nimue —a lo lejos, Leo vio la mirada de advertencia que le tiraba el padre de la chica. Si los ojos fueran cuchillas, él ya estaría muerto.
—Mmm —el chico se aclaró la garganta— Nimue, ¿podemos entrar a tu casa?
—Sí —respondió ella con voz melosa y asintió con su cabeza, pero no se movía.
