Capítulo 33.- Ella no se lo merecía

83 23 5
                                    

LE DEJASTE A MI ALMA EL LUTO POR PERDERTE Y LA CERTEZA DE QUE NO SE ME QUITARÁ ESTE DOLOR DEL CORAZÓN

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

LE DEJASTE A MI ALMA EL LUTO POR PERDERTE Y LA CERTEZA DE QUE NO SE ME QUITARÁ ESTE DOLOR DEL CORAZÓN

LE DEJASTE A MI ALMA EL LUTO POR PERDERTE Y LA CERTEZA DE QUE NO SE ME QUITARÁ ESTE DOLOR DEL CORAZÓN

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Leo abrió sus ojos lentamente. El dolor agudo de su pierna le dio la bienvenida a la conciencia. Estaba en un cuarto grande y vacío. Reconocería este lugar con los ojos cerrados. Era el segundo piso del antro de Rómulo.

Aquí arriba subía solo por alguna situación muy urgente o ilegal, en este lugar Rómulo hacía quien sabe qué cosas malas que prefería no saber... desafortunadamente, parecía que pronto lo averiguaría.

Se dobló un poco y apretó su pierna adolorida. Al parecer el sangrado se había detenido un poco, pero le dolía toda la extremidad por completo. Un ardor se extendía por toda su pierna y un punzante dolor llegaba hasta su cintura.

El suelo estaba lleno de polvo por la falta de limpieza. Se apoyó en sus codos y logró sentarse. Su visión se movía tambaleante, le costó un momento más, el poder concentrarse.

En medio de la habitación estaba su tía también tirada en el suelo. La habitación solo los tenía a ellos dos, de ahí en fuera era un espacio completamente polvoriento, sucio y vacío.

-¿Tía Sasha? -Leo tragó saliva aguantando el dolor de su herida para poder arrastrarse hasta donde ella estaba- ¿Tía?

A como pudo, llegó hasta ella suplicando internamente que estuviera bien y que Rómulo no le hubiera hecho daño alguno.

-¿Tía? -la movió por su hombro, ella estaba dormida pero enseguida se despertó.

-¡Leo, mi niño! -La mujer lo saludó con una sonrisa y lo abrazó- No sabes cuánta me alegría me da verte.

Aquella mujer se veía sumamente acabada, ojerosa, con los ojos hundidos, tan delgada que sus huesos se marcaban muy notablemente, hasta se veía más pequeña. Sus brazos amoratados por piquetes de agujas, sus labios tan resecos que estaban partidos.

-Tiene tanto tiempo que no has llegado a casa, ¿cómo llegaste a esto?, dijiste que habías dejado las drogas -Leo se sentía completamente entristecido de ver a su querida tía así.

No Eres Mi GemeloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora