SI PUDIERA ELEGIR ALGO QUE ME HICIERA FELIZ, SERÍA ESTAR JUNTO A TI
—Tu perrito es muy divertido.
Nimue reía junto a Leo de ver correr a Butch de un lado a otro, parecía un perrito loco. Estaban juntos en un parque muy lindo, se habían detenido para dejar jugar a Butch con otros canes de otras personas que habían allí.
El canino corría junto a los otros dos perritos que jugaban con él, iban de un lado a otro y después en un círculo moviendo la cola y ladrando juguetones entre ellos.
Este parque estaba de camino a casa de Javier; la chica había insistido en que fueran juntos a aquella casa, pues personalmente quería saludar al señor Arthur, para que viera que estaba bien y que debía de levantar el castigo a su hijo y por consiguiente, le devolviera su celular.
—Butch es un pequeño monstruo con patas —rió Leo y abrazó a la chica con un solo brazo, fue un apretón cariñoso y tímido— muchas gracias por acompañarnos para interceder por mí. No sabía que tenías dotes de abogada.
Ella se soltó y le dio un golpe indoloro en el hombro.
—¡Tonto! No te burles de mí o no hago nada.
—¡Oh por favor! No te arrepientas. De verdad me urge hacer una llamada. Tengo un menso con el cual comunicarme y no me sé el número como para hablarle desde una caseta telefónica.
—Te salvaré la vida y tú estarás en deuda.
—Me parece un trato justo —Leo se puso una mano en el corazón— si me salvas la vida, pagaré mi deuda.
—Me gusta cuando sonríes así —admitió Nimue con sus ojos brillando en alegría.
Él rascó su cabeza poniéndose algo nervioso.
—De hecho, es la primera vez que me la paso sonriendo todo el tiempo. No suelo tener motivos para sonreír... Creo que si lo hago ahora, es porque tú tienes mucho que ver en ello.
Se formó un pequeño silencio, ellos dos quedaron frente a frente, debajo de un frondoso árbol lleno de hojas verdes; después de un minuto así, Nimue se puso de puntitas en sus pies, pues era más chaparrita que él, y lo besó en la mejilla estando sonrojada por su atrevimiento.
Cuando Leo iba a responder, escucharon un ruido entre las hojas, algo cayó desde arriba, eso llamó la atención de ambos. Rodearon el árbol juntos, en el suelo, había un pequeño pajarillo azul. Estaba muy tierno, se había caído de su nido, aleteaba pero no tenía suficientes plumas todavía para poder volar.
—¡Owww pobrecito! —Se lamentó la chica mirando hacia arriba— Su nido está muy alto.
Leo se inclinó hacia el suelo y tomó al pequeño en sus manos.
—Hey amiguito, ¿te querías fugar de tu nido? —con su dedo índice acarició la cabeza del pajarito. Se lo mostró a Nimue y ella lo acarició también— Tenemos que regresarlo a su casa.
—¿Ayá arriba? —Nimue miraba del suelo a la rama.
—En realidad no está tan alto, Nim. Creo que puedo alcanzarlo.
—Claro, como yo estoy enana todo me parece alto, ¿es eso lo que me estás diciendo? —la chica hizo un puchero y se cruzó de brazos.
Con rapidez, Leo se acercó a ella y le dio un pequeño beso a su mejilla.
—Eres perfecta así como tú eres —se dio la vuelta antes de que ella pudiera replicar o responder algo— no me mires.
Ella hizo todo lo contrario y lo observó con los ojos muy abiertos.
—¡Te dije que no miraras!
—¡Yaaaa! Está bien, no veo —la chica puso ambas manos tapandose los ojos sobre sus anteojos— ¿ya estás contento?
—Sí.
Leo se quedó muy cerca del tronco del árbol, habían varias personas pero todos en sus asuntos. Realmente nadie les estaba poniendo atención a ellos y no había exceso de gente.
Lo más rápido que pudo, se quitó la camisa. En ella envolvió al pequeño pajarillo el cual se quedó quietecito. Colocó la camisa en su boca y apoyando su pie izquierdo en el tronco del árbol y sosteniéndose con sus manos, comenzó a escalar.
La curiosidad pudo más con ella y movió sus dedos sin quitar las manos de su cara, quería saber qué era lo que Leo estaba haciendo. Lo vio a medio árbol, sin camisa; bueno, su camisa estaba hecha casi una bolita en su boca, mientras se impulsaba hacia arriba con extremo cuidado.
Nimue abrió su boca, luego mordió su labio inferior. Nunca había visto a su amor platónico sin camisa. Su espalda se veía muy fuerte, desde donde estaba podía apreciarlo de un lado, por lo que observó lo plano de su abdomen y pequeños músculos que no sabía que había en aquella piel morena clara.
Sin embargo, algo llamó su atención en la espalda de él, tenía muchas marcas, varias eran cicatrices y algunas que parecían quemaduras. Sintió ganas de preguntarle qué le había pasado y por qué estaba lastimada así su espalda, sin embargo supuso que tal vez por ese motivo le había pedido que no lo mirara.
Por un minuto eso entristeció a Nimue, pero luego, dejó aquello de lado, no iba a desperdiciar este lindo momento con pláticas tristes, así que optó por admirar aquella piel al desnudo.
Se quedó completamente embobada con el atractivo cuerpo de aquel chico y reaccionó hasta que lo vio llegar hasta la rama donde estaba el nido. Su corazón se sintió derretirse, cuando lo observó desenvolver con extremo cuidado a aquel polluelo, con ternura acarició al animalito y con ambas manos y mucha delicadeza, lo vio regresar al pequeño a su nido.
Allí arriba Leo volvió a ponerse su camisa y empezó a deslizarse cuesta abajo. A penas sus pies tocaron el suelo, sintió como si alguien lo hubiera tacleado y se fue junto a ella al suelo.
—¡Javi-Leo! —Nimue lo tenía apresado con sus manos.
—¡Ouch! —ambos estaban ahora a los pies del árbol en el pasto— Nim, me estás asfixiando.
—Salvaste al bebé pájaro —ella sonrió pegada a su pecho, él estaba acariciando su cabello.
—Eso creo —sonrió— oye, ¿me sueltas?
—Nop.
Leo comenzó a reír a carcajadas con Nimue aferrada a su pecho.
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No Eres Mi Gemelo
Teen FictionLa vida de Leonel estaba llena de maltrato, tristeza y dolor. El universo lo puso frente a Javier. Ambos eran físicamente iguales, y para la terrible suerte de Leonel, aquel chico era incluso una mejor versión de él. Él lo llamó "Mi gemelo", pero de...