No Eres Mi Gemelo

Capítulo 32.- No los quiero ver

CUANDO SE ROMPE LA CONFIANZA TAMBIÉN SE ROMPE UN TROZO DEL ALMA

—Amor, esta mujer no tiene nada interesante en su habitación. Lo único que encontré es esta fotografía donde ella está con mi hermano. Tal vez nos sirva la foto para denunciarla por ser la culpable de que el tipo ese lastimara a Leo.

Javier venía caminando con una fotografía en su mano. Llegó a la diminuta sala de estar y no encontró a su novia.

—Jumara amor, ¿dónde estás?

La buscó por toda la casita pero no la encontró. Salió del lugar y caminó hasta la acera. Allí encontró el celular de ella en el suelo. Se inclinó para recogerlo y al pasar los dedos por la pantalla se abrió el último mensaje. Allí mismo se puso a leerlos todos.

—¿Leo estuvo aquí?

Caminó un poco rascando su cabeza sin comprenderlo todo, ¿por qué Leo había dicho a Jumara que saliera sola?, ¿Dónde estaban ahora?

No los vio por la calle tampoco y se detuvo de nuevo en la acera, mirando a todos lados muy confundido.

Su gesto cambió de preocupado a enojado cuando vio el automóvil gris de su padre estacionarse frente a él. Arthur y Agatha se bajaron de la lujosa unidad y le hablaron con la ansiedad carcomiéndolos a ambos.

—Hijo, ¿qué es lo que pasa?

Arthur quiso tocar a Javier en el hombro pero este negó con su cabeza y se hizo hacia atrás.

—¡No me toques! —Advirtió furioso— No quiero que ninguno de ustedes dos se me acerque.

—Hijo, ¿qué tienes? —Agatha también intentó acercarse a Javier pero él no lo permitió.

—¡Váyanse de aquí! ¡Yo no les pedí venir!

El chico caminó hasta la pequeña casa y quiso cerrar la puerta para dejarlos afuera, pero su padre del otro lado, dio un empujón a la misma y entró también, seguido de su esposa angustiada.

—¿Qué estás haciendo aquí? —exigió saber Arthur ya en tono molesto— No me importa la edad que tengas y no me importa si ya puedes decidir por ti mismo todo. Somos tus padres y nos vas a explicar qué es lo que pasa contigo porque nos tienes que obedecer, no pienso seguir escuchando tus faltas de respeto ¡Me aclaras qué es lo que te tiene molesto y me lo aclaras ahora mismo!

—¡Por favor Arthur, no le grites a nuestro hijo!

—No pienso soportar tus groserías Javier, explícame lo que te pasa ¡Y deja de gritarnos! —Arthur ignoró el comentario de su esposa y se puso frente a Javier enfrentándolo.

—¡¿Quieres que te diga qué es lo que me pasa?! —Javier tenía las manos en un puño, ya comenzaba a arrugar la fotografía en su mano— Me pasa que ya sé que tengo un hermano gemelo. Eso es lo que me pasa.

Agatha se puso completamente pálida y no pudo dar ninguna respuestaba su hijo, por su parte Arthur enmudeció por un segundo, luego se recompuso y calmó el tono de su voz para seguir hablando con Javier.

—¿Cómo te enteraste de ello? ¿Quién te lo dijo?

—Eso ya no importa —Javier tragó el nudo en su garganta— me duele su mentira, ¿cómo pudieron borrar a mi hermano de la historia? ¡¿Qué clase de padres hacen algo horrible como eso?!

—Mi vida, pensamos que era mejor si no sabías que había existido —Agatha tenía una mano en su pecho— nosotros no lo olvidamos, pero es mejor así. Las cosas son como son y no podemos cambiarlo.

—¡No puedo creer que me respondas eso! —Javier pasaba con rudeza la mano en su cabello— ocultarme que mi hermano gemelo existe, ¿esa es su solución a todo esto?

El chico tuvo que buscar dónde sentarse para no caer. Se alejó de sus padres lo más que pudo aunque el espacio era muy pequeño. Era en extremo difícil asimilar que sus padres admitieran el hecho de ocultarle la existencia de su hermano gemelo y que no sintieran remordimiento por ello.

—Es lo mejor para todos. Así ha sido y así debe ser —Arthur dio un par de pasos para quedar junto a Javier— ahora vamos a casa y trata de olvidar lo que sea que te hayan dicho. Que no supieras de tu hermano fue una decisión que tomamos tu madre y yo, y tú no tienes la autoridad de juzgar nuestras acciones.

—¡Nooo! —Javier se puso de pie bruscamente— ¿Saben algo?, ni él los necesita, ni yo tampoco. No pienso irme con ustedes y no pienso abandonar a mi hermano —señaló la salida— esa puerta está bien abierta, ¡Váyanse por donde llegaron!