Capítulo 24.- Llegó una carta

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NO BUSQUES LO QUE NO QUIERAS ENCONTRAR

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Pasaron alrededor de dos horas de caminata, para que Leo pudiera llegar a casa de Javier

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Pasaron alrededor de dos horas de caminata, para que Leo pudiera llegar a casa de Javier. Todo este tiempo le pasó volando, lo único que venía retumbando en su cabeza, era ese beso, repitiéndose una y otra vez en su mente.

Nimue tocó su corazón roto y era algo muy triste que no pudiera decirle la verdad. Duele, pero esta no es su vida, esta es la vida de Javier y esto no tiene por qué cambiar las cosas, lo mejor para él, es irse con su tía muy lejos de todo esto y empezar de nuevo.

«Estúpido corazón deja de pensar lo que te venga en gana. Aquí mando yo»

Entró a la casa de Javier y lo recibió una señora que estaba sacudiendo una lámpara con un plumero.

—Señorito Javier, le ha llegado una carta —de entre su mandil, la mujer sacó un sobre cerrado y se lo entregó.

—Gracias —respondió al momento que era derrumbado al suelo— ¡Butch, gérmenes! Wakala no me llenes de baba.

la mujer rió al ver a Leo en el suelo quitándose al enorme perro que solo quería lamer su cara y movía la cola contento.

—Butch ha estado buscándolo toda la mañana señorito Javier, creo que le ha extrañado —habló ella conteniendo un poco su risa.

—Sí, se le nota —él tomó el plumero de manos de la señora y lo agitó en el aire— ¡Butch! ¡Búscalo!

—Guauf —el perro corrió porque Leo le había lanzado el plumero a lo lejos.

El chico aprovechó a echarse a correr por las escaleras hasta la habitación de Javier, rápido entró y quiso cerrar la puerta, pero Butch entró antes de que pudiera hacerlo y se subió a la cama con el plumero en el hocico.

—La frase "Vete de la habitación" me pasa por la mente —dijo Leo mirando al perro.

—¡Guauf! —El animalito soltó el plumero y lo dejó caer al suelo.

—¿Eres así con Javier o solo te gusta molestarme a mí?

—Guauf.

—Como sea, pero bájate de la cama —Leo rodó los ojos.

El perro obedeció y se quedó recostado al pie de la cama. Leo cerró la puerta y se sentó a la orilla de la misma y leyó el sobre en sus manos.

—Es una carta del médico que ha llevado mi expediente, este es su nombre —Leo estaba ahora platicando con Butch.

El animal lo veía como si de verdad estuviera entendiendo todo lo que el otro decía, su mirada estaba atenta a su humano.

—El doctor me dijo que él iba a leer el resultado de los análisis y le iba a enviar a Javier la respuesta de si somos gemelos o es solo una extraña coincidencia.

El perro movía su hocico hacia un lado mirándolo.

—Puedo abrirla y leerlo pero... ¿Qué pasaría si de verdad fuéramos gemelos? —el rostro del chico se tornó triste—. No podría fingir ser Javier los días que me hacen falta si descubriera que somos gemelos, porque ¿sabes algo Butch?

El animalito movía su cola atento a cada palabra que se le decía, Leo lo miraba a los ojos y le seguía hablando.

—Me dolería muchísimo saber que sus padres son los míos y que me abandonaron a mi suerte con mi tía —Leo señaló todo su alrededor— mira todo esto, es un lugar enorme, y si estas personas no me quisieron en su vida, dolería demasiado. No creo poder soportar que tuvieran tanto dinero, que quisieran tanto a Javier y a mí me hubieran desechado. He padecido tanto con mi tía porque no tenemos dinero. Rómulo me ha hecho la vida miserable por no poder pagarle y a ellos les sobra de todo.

Un horrible nudo empezaba a cortar sus palabras, las ganas de llorar crecían a cada segundo.

—¿Qué pudo haber de malo en mí siendo un niño pequeño para que no me quisieran? ¿Qué tienen que ver mis padres con los de Javier? —sus ojos se llenaron de lágrimas— si mis padres no hubieran muerto cuando yo era pequeño, nada de esto estaría sucediendo. No puedo leer eso, ni siquiera estoy seguro de si mi tía me quiere tanto como dice... no puedo leer esta carta.

Leo se puso de pie y en el escritorio la colocó.

—Que la carta la lea Javier cuando venga, yo no puedo hacerlo.

Como si pudiera entender su tristeza, el canino se puso de pie en sus cuatro patitas y llegó hasta él, Leo acarició su cabeza y sonrió con tristeza.

—Gracias pulgoso, por escucharme aunque yo parezca un tonto hablando contigo, creo que eres el mejor amigo que he tenido y eso ya es decir mucho.

—Guauf —el perro se subió de nuevo a la cama.

—Eso no, olvídalo, allí voy yo.

Leo lo cargó y lo bajó de la cama. Luego se dejó caer como un costal de papas y sin darse cuenta, se quedó profundamente dormido.

 Luego se dejó caer como un costal de papas y sin darse cuenta, se quedó profundamente dormido

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No Eres Mi GemeloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora