Capítulo 1.- Odioso trabajo

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QUE MIS ALAS ESTÉN ROTAS, NO SIGNIFICA QUE NO PUEDO ANDAR

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QUE MIS ALAS ESTÉN ROTAS, NO SIGNIFICA QUE NO PUEDO ANDAR

—Estúpido trabajo, estúpida vida, estúpido alcohol, estúp

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—Estúpido trabajo, estúpida vida, estúpido alcohol, estúp...

Leonel sintió un fuerte golpe en el hombro izquierdo, se le cayeron unas cuantas monedas de la mano, pues estaba sacando un poco del dinero que habían juntado ya esa noche.

—¡Cállate, Leonel! —Jumara lo regañó— Te van a escuchar los clientes.

«Estúpidos clientes también» pensó en chico.

—¿Y qué si no me interesan los clientes? —Gruñó Leonel— Estoy harto de lidiar con tantos ebrios todos los días.

«Si por mí fuera, no volvería a este estúpido lugar nunca en mi vida»

—No es como que tuviéramos otra opción —Jumara rodó los ojos.

—¡Leonel! —Gritó Rómulo desde la otra esquina de la barra y tanto él, como la chica, pegaron un pequeño brinco por el susto— ¡Ven aquí, apresúrate!

Malhumorado, Leonel cerró la caja registradora para atender el llamado de aquel hombre.

—Tú y tu gran boca Jumara, ya me invocaste más mala suerte.

—¡Lo siento! —Se disculpó la chica de cabello azul y caminó hasta él— Deja que Rómulo grite lo que quiera y no le respondas nada. Hay veces que solo hay que dejarlo hablar.

Ella suspiró casi imperceptiblemente y depositó un fugaz beso en los labios de Leonel, su novio.

—Está bien, haré mi mejor esfuerzo.

Sin mucho ánimo, Leonel fue hacia el enorme, apestoso, gigante y desgraciado antipático, que era su jefe.

—Dime Rómulo, ¿qué necesitas? —El rostro de Leonel era la apatía personificada.

—Sandra acaba de renunciar, los pervertidos de la mesa 8 le tocaron el trasero.

—No entiendo cómo es eso de mi incumbencia —Leonel se cruzó de brazos hastiado.

Rómulo estampó un mandil negro de cuero en el pecho del chico.

—Es de tu incumbencia, porque ahora tú vas a cubrirla —señaló hacia las mesas— ve y toma los pedidos.

—No, no ¡No! —Leonel negó con la cabeza— Yo fui contratado como cajero de este estúpido antro, no como mesero.

Rómulo tomó a Leonel por la camisa, siempre demostrándole al otro que su opinión no era importante.

—Escúchame escuincle idiota, vas a hacer lo que yo te ordeno, porque el dueño de este lugar soy yo.

Le costó un minuto al chico el poder reponerse del susto, por más que lo intentaba, el miedo recorría su cuerpo.

—¡No es justo! —Leonel arrojó el mandil al suelo— ¡Estoy harto de ti y de este estúpido trabajo! Renuncio, ya tengo 24 años, puedo trabajar de mesero donde sea, menos en este repugnante lugar.

Decidido, el chico quiso girar sobre sus talones pero Rómulo lo sostuvo con fuerza del brazo izquierdo y bruscamente lo giró de nuevo, quedaron frente a frente.

—Escúchame bien, pedazo de imbécil. No puedes renunciar, te recuerdo que trabajas conmigo por la deuda de tu tía, así que vas a hacer lo que he ordenado o más tarde iré por ella a cobrarle todo lo que me debe.

Los ojos color café de Leonel se abrieron muy grandes y tragó saliva sin responder palabra alguna, tragándose todo el orgullo y las palabras que en verdad anhelaba poder decir a su jefe.

—Si ella no tiene para pagarme, me aseguraré de cobrarme de otra manera —amenazó Rómulo— la haré gemir debajo de mí.

«¡Lo odio con toda mi alma!»

—¡Deja a mi tía en paz! Eres un cerdo degenerado, además me pagas solo la mitad de lo que le pagas a los demás, me ordenas trabajar horas y días extras, tengo más trabajo que cualquier otro empleado, me tratas como basura ¡Esa deuda ya debe de estar saldada!

Leonel gritó sintiéndose impotente y frustrado. Estaba tan cansado de soportar esto todos los días y estaba atrapado, no tenía otra salida más que seguir soportando todo lo que este hombre le exigía, él siempre ganaba toda discusión y réplica.

La pose de Rómulo era rígida y dominante mientras pasaba sus enormes y toscos dedos sobre el tatuaje en forma de una cobra que tenía en su muñeca izquierda, como si lo hiciera adrede para ser más amenazante; Leonel odiaba sentirse pequeño e intimidado contra este tipo, Rómulo era más grande, más alto y más fornido que él, no era fácil hacerle frente siendo un joven inexperto y perdido, sin nadie más que su tía para apoyarse y el problema, era que su tía los había metido en este embrollo del cual no podían salir.

—Lo que has pagado nada más son los intereses que me deben niñato estúpido. La deuda es muy grande todavía. Así que, ¿cuál es tu decisión, pagarás tú o tu tía?

Tragándose su orgullo, Leonel se inclinó al suelo a recoger el mandil que había tirado, sus manos temblaron un poco ante la impotencia de perder su libertad nuevamente.

—Así me gusta. Eres un pequeño gusano, deberías darme las gracias por darte trabajo después de todo lo que tu tía me debe.

Leonel ató a su cuerpo el mandil mientras miraba al hombre frente a él, pensando que la sonrisa de satisfacción de Rómulo era tan desagradable como su chantaje. Odiaba a este hombre y sabía que no podría ser feliz hasta que no lograra alejarse de él.

 Odiaba a este hombre y sabía que no podría ser feliz hasta que no lograra alejarse de él

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No Eres Mi GemeloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora