Capítulo 29.- No encuentro consuelo

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LA CULPA, ES EL PEOR DE LOS VENENOS

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LA CULPA, ES EL PEOR DE LOS VENENOS

Javier llegó en menos de 15 minutos a casa de Leo, golpeaba la puerta como si la quisiera derrumbar, poco le faltaba para buscar algo con lo cual romperla

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Javier llegó en menos de 15 minutos a casa de Leo, golpeaba la puerta como si la quisiera derrumbar, poco le faltaba para buscar algo con lo cual romperla.

—¡Javi cálmate que nos pueden ver los vecinos! ¿Quieres que hablen a la policía o qué? —Jumara lo regañó sintiendo que no tenía ninguna otra forma de hacerlo entrar en razón.

—¡Es que no puedo calmarme! —Esta vez, Javier no soportó más y pateó la puerta— Yo quiero calmarme, pero no puedo. Siento mucho odio, jamás me había sentido así en toda mi jodida vida. Me duele que mis padres hayan hecho todo esto, no entiendo por qué lo hicieron y eso me carcome por dentro, me duele aquí —puso la mano en su pecho— me duele y mucho. Ni siquiera sé si se lo podré decir a Leonel, dime ¿con qué cara le voy a decir a mi hermano gemelo que me prefirieron a mí y a él lo desecharon como a una basura?

Los ojos de Javier estaban húmedos y su voz estaba temblorosa.

—Amor, entiendo que es difícil, pero tienes que calmarte.

—No puedo. Entiéndeme corazón, yo soy un imbécil, lo he sido siempre, nunca me puse a razonar en la vida, en los lujos que tenía, nunca me importó no tener un objetivo o una novia estable, siempre fui un egoísta. Y mientras yo tuve todo a manos llenas para derrocharlo, mi hermano estaba sufriendo carencias, hambre, dolor, por culpa de una drogadicta y de un hijo de puta que solo vive para hacerle daño. Yo lo tuve todo y él no tuvo nada y no sé qué hacer con todo esto que estoy sintiendo.

—Ven aquí —Jumara lo abrazó con fuerza, anhelando consolarlo— no están solos en esto, recuerda que yo estoy aquí contigo —ella se movió un poco del abrazo y sus frentes quedaron juntas— te quiero Jav y no pienso ir a ningún lado. Hablaremos juntos con Leo y le explicaremos lo mejor que podamos lo que ha pasado. Él es muy bueno, sé que aunque le duela saber la verdad, nos dejará estar a su lado. Le ayudaremos juntos, ¿sí?

El teléfono de Jumara comenzó a sonar, Javier lo sacó de su bolsillo pues él lo tenía en ese momento, cuando vio de quién se trataba, con ira respondió la llamada, era su padre. Puso el aparato en su oreja y guardó silencio.

—¿Hola?...

Javier no respondió nada todavía, sintiendo cómo su corazón roto y enojado aumentaba sus latidos.

—Disculpe, de este número me habló ayer la señorita Jumara, quisiera hablar con ella para saber si de casualidad tiene algo que ver con algo que le haya pasado el día de hoy a mi hijo...

—¿Tú hijo? —Javier sonrió con dolor y coraje— como siempre, buscas a tú hijo ¡¿Por qué nunca buscas a tus hijos!?

—Javier, ¿qué tienes? ¿Qué es lo que ha pasado? —Arthur se escuchaba desconcertado y preocupado.

El chico apretó el puente de su nariz.

—Lo que ha pasado, es que ya no tienes ningún hijo, estoy muerto para ti y para mi madre. No quiero volver a verles ¡No quiero saber ya nada de ustedes! ¡Nunca, no quiero verles nunca en mi vida! ¡Nunca más!

Javier arrojó el teléfono que fue a dar entre un pequeño arbusto que había por allí, se giró en redondo, encontró una piedra de tamaño regular y con ella rompió el cristal de la ventana para poder meter la mano. Así lo hizo y logró abrir la puerta. Sin decir nada a Jumara, el chico entró como un loco a la casa de Leo.

Ella estaba asustada porque parecía no encontrar la forma de poder tranquilizarlo, corrió hasta donde estaba el teléfono y lo tomó, el padre de Javier seguía hablándole.

—¿Bueno? —Habló ella con algo de miedo a poner peor las cosas.

—¿Señorita Jumara? —respondió del otro lado de la línea— ¿Es usted? ¿Qué le pasa a mi hijo?, No lo comprendo. Esta mañana que salió de la casa estaba perfectamente bien.

Ella miraba hacia la casa, suplicando mentalmente que Javier no la viera con el teléfono en la mano.

—Señor no puedo decirle lo que ha pasado, discúlpeme, pero esto es muy malo.

—Por favor, dígame estoy muy preocupado. Iba camino a casa con mi esposa, estoy en mi auto, dígannos en dónde están y llegaré ahí lo más rápido que pueda.

—Si le digo donde estamos, Javier se enojará conmigo —ella estaba indecisa en si debía decirle o no.

—Yo arreglaré las cosas con mi hijo, pero no puedo hacerlo si no sé en dónde están metidos. Por favor, incluso voy con mi esposa que está conmigo. Entre nosotros podremos calmar a Javier.

—Bien, en un segundo le
mando la dirección.

La chica suspiró, colgó y tan rápido como pudo, en un mensaje de texto le escribió la dirección en la que estaban.

Ella guardó el teléfono en el bolsillo de su pantalón y entró a la casa de Leo casi corriendo, para ver qué era lo que hacía Javier en el interior.

Ella guardó el teléfono en el bolsillo de su pantalón y entró a la casa de Leo casi corriendo, para ver qué era lo que hacía Javier en el interior

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