Epílogo.

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Antes que nada: Esto lo escribí porque... tenía pensando que fuera el final de la historia y no el que les escribí, solo que no me sentía en la disposición de hacerlo, pues sabía que me volvería nada con solo intentarlo, y así es, ahora me encuentro llorando como una mocosa. Pero aquí está, lo he escrito y espero no me odien, la verdad me costó mucho hacerlo, pero finalmente lo hice pues este era el final planteado:

Gracias por todo.

***

Esa madrugada el frío era terrible, los abrigos no eran suficientes, pero aun así ella se mantenía despierta, observándola, asegurándose de que respirara, de que estuviera ahí, pero tarde o temprano sabía que no lo haría más.
Emma se encontraba afuera, estaba abrazada fuertemente así misma para sentir un poco de calor. A veces se levantaba para chequear la habitación y verificar que las dos estuvieran bien. Entró y se acercó para verificar que su madre estuviera dormida. No pudo evitar sonreír en medio de sus ojos acuosos, miró hacia atrás y buscó una cobija para colocársela encima, abrigarla bien y volver afuera.

Brianna estaba sentada, miraba el reloj a cada momento, esperaba que pronto amaneciera, saliera el sol y calentara un poco el sitio.

—¿Están dormidas? —preguntó Brianna, con un poco de miedo a la respuesta de Emma.

—Sí, lo están. —asintió mientras se sentaba. —Brianna ¿Tu sabes la historia?

—No... no la sé, mi mamá ha intentado contármela muchas veces pero... siempre termina llorando.

—Mi mamá también —respondió Emma.

El sueño vino a ellas después de media hora, poco a poco la temperatura fue llegando a su nivel y el sol apareciendo. Un bastón se escuchó a lo lejos, eran las seis de la mañana. Acompañada de su hija, Angelo llegaba a la sala, quien despertó de inmediato fue Emma la cual escuchó los pasos.

—¿Y... mi mamá? —preguntó él, hacer esa pregunta era lo más difícil para cada uno de ellos. Temían por la respuesta.

—Está adentro con mi mamá —respondió Emma. Angelo solo se sentó a esperar el momento para entrar.

Adentro, las manos blancas, frías y arrugadas de Adele cobraban vida. Ese era otro día en donde despertaba y quizás el ultimo. Al bajar la mirada, se dio cuenta de que sobre su vientre seguía ella quien no tardó en despertar cuando sintió las leves caricias.

—Hola mamá... buenos días...—dijo Alison, quien levantó su cabeza con cuidado. —¿Cómo estás hoy...?

—Bien hija, siempre... que te veo, estoy bien...—respondió con la voz ronca y débil. —Hizo mucho... frío anoche... no debiste dormir aquí...

—Estoy bien... ¿Ya tienes hambre? —preguntó tomando sus manos.

—No nena...

La puerta se la habitación de abrió, Angelo se dejó ver. Adele esbozó una gran sonrisa al verlo, el brillo de sus ojos no lo había perdido y su sonrisa seguía siendo muy luminosa.

—Mamá...—dijo con una sonrisa al saber que estaba bien. Caminó a toda la velocidad que podía hasta la cama, se sentó a su lado y la abrazó. Los brazos débiles de Adele intentaron devolverle el abrazo con la misma fuerza que ella lo recibió.

—Mi niño...—sentir su abrazo le hizo mucho bien al alma.

Alison se levantó de la silla y poco a poco salió de la habitación, necesitaba un poco de tiempo para respirar, y... tratar de aceptar lo que iba a pasar. Emma se puso de pie, sentándose a su lado, tomando sus manos con fuerzas.

When We Were Young (The Finale)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora