Capítulo 3.

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  • Dedicado a Nely Aritzel Bizarra Kaulitz
                                    

¿Cómo vería esto?

La verdad, no tengo la menor idea.
Estaba siendo introducida en aquel enorme estadio por cuatro chicos, sobre los musculosos brazos de uno de ellos. Desconocidos, sí, para mí lo son.

Sin saberlo, su música había salvado mi vida en el presente. Pero el futuro sigue siendo incierto, imposible de saber. ¿Cuándo duraran los efectos de aquel antídoto?

Esto solo sería una pequeña y pasajera aventura para ellos tanto como para mí. Al amanecer, volvería a caer en la cruel y fatídica realidad de la que era mi vida.
Ya no queda mucho tiempo más para mi, todo terminará por hundirme en medio de lo desesperado de los tiempos.
Sé que algún día terminaré ahogándome en mis penas, la locura terminará por alcanzarme; el final será inminente.

Ahora que mi voz se había ido, también la habían acompañado los clamores por ayuda.
¿Cuándo tiempo permanecería así?
Tal vez...
¿Por siempre?
¿Qué más anotará la vida en mi lista de desgracias por vivir? ¿Qué pasará cuando ya no haya ninguna?

Aquel chico de hermosos ojos y mantenidas trenzas al fin me ha dejado bajar de sus brazos.
Mi equilibrio es torpe, haciéndome tambalear; al ver la inutilidad de mis pies, mi instinto me obliga buscar un apoyo firme.
Tomé el brazo de chico más cercano a mí, miré su mano topando con una hermosa obra de arte tatuada en su brazo: "Libertad", libertad, eso era lo que menos había en mi vida.
Con su otra mano, el dueño de aquel brazo toma mi mano. Pasando ahora la hermosa obra de arte por detrás de mí, afirmándose de mi cintura.

Lo miré a los ojos y él me regaló una ligera sonrisa,
"Vilh", dije en mi mente.
―Creo que su tobillo realmente está mal. Deberías haberla dejado sentada en un sillón Theo ―reprochó él.

―Si la dejaba sentada en un sillón él no podría ver su trasero; eso era justo lo que Theo quería... e hizo.

―Muy gracioso Imre ―dijo Theo sonriendo con sarcasmo.

―Creo que debería darse una ducha... y tirar esa ropa; está demasiado rota y manchada ―dijo el chico de anteojos.

― ¿Te podrás sostener como para ducharte? ―preguntó Vilh.

Intenté afirmar mi pie; pero fue imposible, lo miré y negué.

―Si puedes Lisa ―dijo Imre acercándose, tomó mi otro brazo, desprendiéndome ligeramente de Vilh quien me tomaba con todas sus fuerzas―. Solo apóyate en el otro pie. Vamos... ¡Inténtalo!

Me afirmé del brazo de Imre y del de Vilh al mismo tiempo; intentando cambiar el peso de mi cuerpo y apoyarlo en mi pie izquierdo.
Imre soltó mi brazo al ver que me mantenía de pie, Vilh en cambio me tomó con más fuerza.

―Esa ropa definitivamente hay que tirarla ―dijo Theo mirándome de pies a cabeza.

Su gesto pervertido me perturbaba, eso me hizo balancear y recurrir a Vilh nuevamente, prácticamente abrazándolo.

―Theo... ¡Basta! No la asustes ―dijo Vilh envolviéndome en sus brazos.

― ¡¿Qué?! ―reclamó como si no hubiera hecho nada― Yo solo dije que debe cambiarse de ropa.

Ahora fue Vilh quien me miró de pies a cabeza; pero a diferencia de Theo, su mirada no era significativa, solo observaba lo obvio.
―No había notado lo mal que esta. Pero... ¿Qué le ponemos? ―dijo Vilh.
¡¿Ponemos?!
Hablaba de mí como si fuera una niña o muñeca a la cual debían vestir.

― ¿No te incomoda? Tener a cuatro extraños hablando de ti sin poder decir nada ―dijo Garin.
Yo asentí tímidamente; los cuatro sonrieron al mismo tiempo.

Mi única razón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora