Capítulo 28.

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El karma, aquella fuente misteriosa de energía que el universo utiliza para equilibrar el destino, nuestra vida, la del mundo.

¿Será cierto que todo en esta vida se devuelve?

Según dicen, llega un punto en tu vida en que todo lo que se te ha quitado te será pagado, o en el caso contrario, todo aquello que hallas tomado, perteneciente a alguien más, te será quitado.
Si has vivido en oscuridad y tristeza, llegará un día en que la felicidad que te pertenecía volverá a ti.
Tal vez era estúpido, había muchas cosas en las que no creía, esto incluía el karma; aun así, siempre había tenido la esperanza de que todas las cosas malas que se me habían hecho en esta vida se me pagaran de la mejor manera.
Ahora todo empezaba a tomar forma; tenía a mi pequeña hija conmigo, la muerte de mi madre era un caso cerrado que no me afectaría.
En mi mano, tenía la llave que se suponía aseguraba mi futuro; aun no sabía qué era lo protegía aquel pedazo de metal.

¿Quién sabe qué sorpresas más tendrá la vida para mí?

Después de tantos años de horrible tempestad al fin veía salir el sol en mi vida, podía ser feliz.

Estaba sentada en una mecedora, mi pequeña y dormilona Estrellita descansaba sobre mis regazos.
Era la cosa más preciosa que había en este mundo, mi sueño hecho realidad, mi única razón de vivir.
Elevé mi mirada y sonreí, Vilh ayudaba a Gilbert a guardar en una maleta las cosas esenciales de Estrella que debíamos llevar. Charlaban mientras lo hacían, hablando en inglés; aunque se les dificultaba un poco, lograban entenderse.
―Pueden quedarse aquí hasta que se vayan, así no tienen que ir a un hotel; tengo un cuarto de visitas, nadie más vive aquí ―dijo Gilbert cerrando la maleta.
―Gracias, pero me sentiría más cómoda en un hotel; ya te he molestado demasiado.
―No te preocupes, no me molesta; pero si así lo prefieres no insistiré. Extrañaré a mi sobrina, por un largo solo ella fue mi compañera. Tenerla aquí se sentía como si Jafet aun anduviera por aquí.
―Te mandaré muchas fotos y vídeos. Todas las semanas, lo prometo.
―Yo te enviaré el dinero para que pagarte todo lo que gastaste con Estrella ―dijo Vilh.
―Vilh, no tienes que hacer eso; en todo caso yo soy la que debo pagarle.
―De ahora en adelante yo me encargaré de ustedes y sus gastos, no quiero un no ―dijo en alemán para mí.
―No tiene que hacerlo, no me hace falta. Necesito darte esto Lisa ―dijo Gilbert, caminado hasta mí con un folder en la mano―. Puede sonar irresponsable; pero no he inscrito a Estrella en el registro, técnicamente no existe. No quería hacerlo hasta saber quién era su madre y por qué me la trajeron a mí. Estos son los papeles de hospital, ahora puedes hacerlo tú.
―Genial, eso es muy bueno para mí ―dije, tomándolos y guardándolos en mi bolso.
― ¿Nos vamos princesas? ―preguntó Vilh, de pie en el marco de la puerta con las maletas de Estrella en mano.
―Vamos ―dije alzando a mi bebita de mis regazos para luego ponerme de pie.
Gilbert nos ayudó a llevar las maletas mías y las de Vilh hasta la calle.
Vilh detuvo un taxi; mientras lo llenaba de maletas, me despedí de Gilbert, él se despidió de Estrella quien solo se movió y se quejó al verse obligada a despertar.
Cuando todo estuvo listo abordé el auto junto a las maletas, Vilh se sentó en el campo del acompañante.
Ya que el chófer no sabía ingles y Vilh no hablaba una gota de español, tuve que traducirle y pedirle que nos llevara a un buen hotel, recordaba en nombre de uno muy bonito justo en el centro de la cuidad, prácticamente el único en medio de todo el ajetreó de las compras navideñas y de fin de año; había pasado el veinticinco sin siquiera darme cuenta.
Al llegar, un botones corrió a ayudarnos con el equipaje, Vilh canceló el total de viaje y luego caminamos juntos a la recepción.
―No sé si será correcto preguntarte esto pero lo haré ―suspiró―. ¿Quieres una habitación para las dos o te quedas en la misma conmigo?
―Puede ser una con dos camas grandes.
―De acuerdo, una para ustedes y la otra para mí.
― ¿Piensas que vas a tener una cama grande para ti solo? No señor, esa será la de Estrella, ella necesita su espacio.

Mi única razón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora