Capítulo 14.

641 39 3
                                    

 Tu pecho está abierto, ¿lo recuerdas?
Ahora tomas tu corazón entre los dedos, puedes verlo latir en tu mano. Toma aquella daga con la que han abierto tu cuerpo y parte ese corazón en dos; expone todo lo que hay dentro.
Mira tu corazón abierto en dos, ahí está todo, el dolor, la angustia, la desesperación.

¿Puedes sentirlo?

El calor vuelve a inundar tu mano, las gotas cálidas de aquel liquido sanguíneo se escurre por tus dedos, hasta caer al suelo, reincorporarse a la tierra.
Cuando tu vida ha estado ausente de color, alegría y felicidad, lo único que quieres hacer es eso, sacar tu corazón y no sentir nada, nunca más.

Los chicos se habían marchado rumbo a Miami tal como Daren lo había indicado, inclusive Vilh. Daren y yo terminamos juntos mi papeleo, justo a tiempo para tomar el vuelo sin escalas de la mañana, dos días después de que los chicos se habían marchado.
Ya habían pasado dos horas y cuarenta y cinco minutos desde que despegamos del aeropuerto de mi país. Al elevarnos, sentí como si fuera otra persona; un día estaba guindando de un puente, apunto de quitarme la vida, y al otro estaba en un vuelo que aterrizaría en territorio norteamericano en tan solo quince minutos.

No lo había visto venir.

Regresé del baño y me reincorporé a mi asiento junto al pasillo, al lado de Daren.
Al sentarme pude notar a dos chicas hablando por señas, unos tres asientos delante a mano derecha.
Alguna debía ser muda o sorda.

Años atrás, cuando solo era una niña pequeña, tuve una gran infección en la garganta, tenía unas enormes pelotas adheridas a la pared, con pus y pestilentes.
Fue realmente desagradable, no podía comer, hablar, apenas y podía respirar.
Una cirugía terminó por desaparecer aquel problema de mi garganta antes de que se extendiera a mi estomago y llegara a intoxicarme. Por mucho tiempo no pude hablar, en recuperación recibí terapia y clases de lenguaje de señas respectivo a mi país.
Por eso me interesaba tanto verlas, aun entendía las señas.

―Lisa... ¿Sabes lo que dicen? ―preguntó Daren, yo lo miré y asentí, si, las entendía, claramente podía saber de qué era lo que hablaban― Entonces sabes lenguaje de señas ―afirmé indicándole que tenía razón―. Cómo se dice: ¿Quieres salir conmigo?
Aquello cayó como un balde de agua fría en mi espalda, me congelé completamente.
Lo entendí, Daren no me estaba preguntando como se decía; me estaba pidiendo que saliera con él.
Acomodé mi cabello detrás de mi oreja en señal de nerviosismo.
¿Qué tenía que atraía tanto a los hombres?
No soy bonita, ni esbelta, o con grandes atributos, ni una chica alta.
Intentaba saber cómo le respondería.
Era mi jefe el que me estaba pidiendo que saliera con él.
No pude evitar pensar en Vilh y su reacción si eso llegara a pasar.

Daren me miraba con expectativa, esperando mi reacción.
Volví a mirarlo, no tenía razones para pensar que era una mala persona; al contrario, era bien parecido, me trataba con dulzura, tenía más paciencia y discreción que Vilh.
―Lo siento Lisa. Fue una tontería, supongo que soy demasiado viejo para ti. Te llevo, ¿No sé? ¿Quince? ¿Veinte años de más? Mejor olvídalo ―dijo, reincorporándose en su asiento.
También me acomodé en el mío.
No me molestaba el hecho de que fuera más viejo que yo.
Mis padres habían buscado para mí un prometido que era once años mayor que yo.
En este momento debe de estar preguntándose dónde estoy; aunque era obvio que me negaría a casarme con él, inclusive si fuera la mejor manera de librarme de mis padres, jamás me condenaría a vivir con un hombre al cual jamás llegaría a amar, de él no podría librarme nunca; de mis padres tarde o temprano conseguiría como escapar.

La idea de Daren no me había parecido mala en ningún momento, al contrario, creo que era justo lo que estaba buscando; una manera de hacer que Vilh se olvidara de mí, aun estaba decidida a evitar que él se enamorara de mí, esta podría ser una buena forma.
No sabía si era lo correcto y, aunque pareciera que quería utilizar a Daren, esa tampoco era mi intención; tal vez, algún día podría llegar a quererlo. Además, solo sería una salida, no me estaba comprometiendo.
De alguna forma debía proteger a Vilh de mí misma.

Mi única razón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora