Capítulo 33.

564 38 8
                                    

Los buenos tiempos llegarán algún día, lo harán, solo ten fe. Lo malo es pasajero, mantén la esperanza y lucha por buscar esos días felices.
Eres el único dueño de tu vida.
Al final, eres tú y solo tú la que tomará el camino que quiera, para bien o para mal; nadie podrá detenerte.

Un nuevo amanecer llegó a mí vida.
Aun despertaba rogando porque todo no fuera un sueño.
Siempre tenía miedo de que al abrir los ojos todo se hubiera ido. Pero no era así, hoy no sería la excepción.
Al abrir los ojos se me confirmaba una vez más que todo era real, todo se había resuelto.

Estaba en mi casa, mi hogar, mi cama.
Amaba esos días en que despertaba y miraba a Vilh recostado en la cabecera de la cama, con Estrella en sus brazos, insistiendo porque ella le dijera papá, solo tenía cinco meses y medio, aun pasaría mucho tiempo antes de que lo hiciera; pero él lo intentaba.
Ella solo reía a carcajadas con las caras de Vilh y las cosquillas que le hacía en el proceso.
―Te voy a odiar cuando diga papá antes que mamá. Quiero ver donde te meterás ese día ―dije aun sin terminar de despertar.
―Tu mamá me está amenazando Estrella. ¿Vas a dejar que haga eso? ―Ella me miró y estiró sus bracitos en mi dirección. Después de un mes ya era suelta con nosotros, no tenía miedo de demostrar lo que quería.
―Puro interés, Estrella ―dije sentándome en la cama y tomándola de los regazos de Vilh―. Sé que es lo que buscas. Sí tu papá pudiera darte pecho ni te fijarías en mí.
Bajé la tira de mi pijama exponiendo uno de mis pechos. La acosté en mi brazo, ella dirigió mi pezón a su boca.
De inmediato empezó a succionar y apretarlo con su manita.
―Me encanta verte darle de mamar ―dijo Vilh.
Él se inclinó para darme un beso de buenos días.
―Gracias.
―Hoy quiero que hagamos algo, solo tú y yo.
― ¿Algo cómo? ¿Sin Estrella? Sabes que la única excepción para que Estrella no esté con nosotros, ¿es?
―Sexo. Lo sé, ella puede venir; pero me refiero a salir los tres solos, fuera de casa.
― ¿Sin guarda espaldas?
―Lisa, por favor. Sé que odias salir de casa porque no tienes privacidad; pero enserio, es importante.
―Dime, ¿qué es? ―Mirándolo con curiosidad.
―Es una sorpresa.
―Está bien, tu ganas. ―Me rendí, sabía que no me lo diría.
―No te arrepentirás. Las quiero listas y guapas a las seis de la tarde ―dijo y me besó.
― ¿Qué tramas Kleinman? ―Mirándolo con una ceja en alto.
―Estrella sabe. Que ella te cuente. Iré a buscar el desayuno ―dijo, saltando de la cama para luego correr fuera de nuestra habitación.
―Tú y tu padre son muy secretistas, eso no me gusta.
Susurré a mi pequeña.
―Cuñada... ¿Puedo pasar? ―dijo Theo entre abriendo la puerta.
― ¿Vilhelm no se pone celoso de que me veas en estos paños?
―Tranquila, ya lo superó. ―Ingresando―. Además, después de varias semanas viéndote en ropa provocativa, ya no me afecta.
―Te pregunté si le afectaba a él, no a ti.
―Él sabe que ya no me excitas. Te amo; pero ya no lo haces.
―Claro, uno se vuelve madre y se le bajan los ánimos a los hombres.
―Pues a Vilhelm se le subieron. De lo contrario ¿por qué llegaría a dejarme a Estrella por una hora todos los días?
―Necesitamos charlar más tranquilos.
―Ustedes tienen charlas tan amenas ―dijo con sarcasmo, poniendo sus ojos en blanco.
―Eres un idiota.
―Yo también te amo, Lisa. Sigo diciendo, me caías mejor cuando eras muda.
―Tú cállate cretino.
―Babosa.
―Inútil.
―Vaga.
―Pervertido.
―Pe...
― ¡Qué esa palabra no salga de tu boca, Kleinman! ―dije, interrumpiéndolo mientras le apretaba las mejillas con mi mano libre.
―No lo haré ―dijo con dificultad, entonces lo solté―. No en presencia de mi sobrina.
Levanté una de mis piernas y empujé la cabeza de Theo, sacándolo de la cama.
― ¡Vaya! Te has vuelto flexible. Eso es lo que tus charlas amenas con mi hermano han logrado.
―Ya para o te pateo en tu hemisferio sur. Eres insoportable; ahora entiendo todas esas veces que Vilh te perseguía amenazándote con que te apuñalaría con un tenedor.
―Es tu condena. Te piensas casar con mi hermano, tendrás que soportarme por el resto de tu vida.
―Lo único que sé es que quiero que te alejes de mi hija. No se vaya a volver como tú.
―No prometo nada. Además, Estrella ama a su tío, y sin mí ¿quién la cuidará cuando ustedes necesiten charlar?
― ¡Diablos! Odio que tengas razón.
Estrella había terminado de mamar, así que me cubrí nuevamente.
Éramos algo dormilones, ya pasaban de las once de la mañana; yo no estaba trabajando, no lo necesitaba.
Así que me quedaba durmiendo con Vilh hasta que él despertara. Por lo general, mi despertador era él mismo, las carcajadas de Estrella ocasionadas por Vilh.
Tomé a Estrella y la levanté para que Theo la tomara.
Estaba amarrada a las cobijas y no podía desenredarme con ella en mis regazos.
Theo la tomó y la sentó en su brazo.
Estrella siempre metía las trenzas de Theo a su boca cuando tenía la oportunidad, esta vez no fue la excepción. Estaba en esa etapa en la que llevaba todo a su boca.
Theo jalaba su trenza intentado quitársela a Estrella de su boca; pero esta la tenía prensada con sus labios y la sostenía con una mano.
―Ahora se come a Theo ―dijo Vilh al entrar a la habitación.
―Ayúdame. Tú hija es tan terca como su padre ―le dijo Theo.
Vilh tomó la mandíbula de Estrella y le apretó sus mejillas, para obligarla a soltar la trenza de Theo.
―Jamás la había tomado tan fuerte. Siempre lograba quitárselas ―dijo Theo.
―Ella encontró la manera de que no lo hicieras ―dije entre risas.
Vilh le arrebató Estrella a Theo.
Se había vuelto increíblemente posesivo con mi bebé.
No dejaba que los chicos la cargaran durante mucho tiempo, a Daren ni siquiera lo había dejado tocarla.
Al menos ya no se trataban tan cortante.
Habían vuelto a ser amigos hasta cierto punto, si se trataba de mí o nuestra hija, Vilh mantenía su postura rígida.
―Los chicos están esperando en el comedor. Solo venía por ustedes.
―Voy ―anunció Theo, saliendo de la habitación.
Me coloqué una bata sobre mi vestido de pijama, era algo traslúcido y con muy poca tela. Theo era algo; pero los chicos no debían verme así.
Los cinco nos sentamos a desayunar tranquilamente, todos juntos, como todas las mañanas desde que habíamos llegado a L.A, no continuaría por mucho tiempo más.
Los chicos volverían a Alemania en pocos días.
No sabría cuanto tiempo pasaría antes de volverlos a ver.
Vilh colocaba estrellitas de avena mojadas en leche en la boca de Estrella:
Una Estrella comiendo estrellas, decía Garin.
Cada vez que Garin la cargaba, era casi inmediato que se quedara dormida.
Al pacer ella le pasaba esa somnolencia a Garin; por lo general, ambos terminaban profundamente dormidos en el piso, el sofá, o la cama, lo que estuviera a su alcance en ese momento.
Estrella hacía berrinches si alguien se atrevía a interrumpir su sueño.
Vilh era el único que lograba quitársela a Garin sin que ella llorara durante una hora.
Imre era el más rezagado por mi bebé; peleaba todo el tiempo con Theo rogándole que se la prestara por un rato. Definitivamente era la muñequita de los cuatro.
Al terminar de desayunar me levanté de mi silla y caminé a mi habitación.
Me daría una ducha mientras ellos peleaban, como todas las mañanas, por mí hija antes de irse al trabajo.
Tomé una ducha rápida y me vestí con lo primero que saqué del armario.
Una camisa de tirantes y un buzo.
Bajé a la sala de estar, Theo y Vilh continuaban sin bañarse, con los pies sobre la mesa de centro mientras miraban televisión.
Estrella, como siempre, estaba recostada boca abajo sobre el pecho de Vilh mientras este le palmeaba la espaldita.
― ¿Ustedes no tenían que ir a trabajar? ―pregunté, tomando a mi bebé del pecho de Vilh.
―Hoy no. Tenemos libre ―dijo Theo, metiendo palomitas en su boca sin despegar los ojos de la TV.
― ¿Los chicos donde están?
―Ocupados. Haciendo las compras de días previos al viaje ―respondió Vilh.
― ¿Así se la pasarán el día? ―pregunté mientras era dirigida por Vilh, quien hizo que me sentara a su lado, en medio de los dos.
―Hemos trabajado casi tres semanas seguidas... o más, sin parar. Cuando Vilh se fue por ti, nosotros seguimos trabajando. Los que tuvieron libres fueron ustedes.
―Si al libres te refieres con correr como locos de un lado a otro de la cuidad, sacando papales, permisos y haciendo transmites, sí, fueron días libres.
―No estuviste ahí Theo. Corrimos como locos por todo lado, contra reloj, aguantamos hambre, duramos horas parados en colas. Hasta la pobre Estrella estuvo ahí ―dije.
―Como digan.―Negándose a creerlo―. Seguro se la tiraron rico.
Golpeé el hombro de Theo, Vilh pasó su brazo por encima de nosotros y lo golpeó también.
― ¡Auch! ―Sobándose―. Luego no quieren que los hijos se vuelvan violentos.
―No te metas con esta familia ―dije acariciando la barriguita de mi princesa.
Vilh me besó y luego besó la cabecita de Estrella.
Theo solo nos miraba seriamente.
―Los odio por ser tan perfectos ―bufó.
―La cochina envida Theo ―dijo Vilh.
Eran las palabras de Imre, siempre se las decía.
―Consigue un chica Theo; seguro que encontrarás miles en este mundo dispuestas a estar contigo. Incluyendo mi prima. ―Me congelé un momento.
Había recordado a mi prima de la nada, la que era o es una fan de los chicos.
― ¿Tu prima? ―preguntó Theo curioso.
―Sí. No la recordaba. Hace mucho tiempo, antes de estar embarazada, conocí a mi prima; hasta ese entonces no sabía que tenía familia por parte de mi padre. Ella me llevó a ver un programa de televisión, fue la primera y última vez que los vi antes de tenerlos frente a mí. Vilh tenía un hermoso mohicano. Era algo relacionado con hormigas; no le puse atención. Solo te miraba a ti ―dije y volteé a ver a Vilh.
―Así que desde ese entonces te enamoraste de él ―bromeó Theo.
―Parece que sí; ―sonreí― pero como dije, no volví a saber absolutamente nada de ustedes hasta la noche en la que me encontraron; al verlos fue como: ¡Diablos! ¿Estos de donde salieron?
―Aquí lo importante es... ¿Tu prima es linda? ―preguntó Theo.
―Sí. Muy linda.
―Tienes que invitarla a venir ―dijo Theo muy convencido.
Vilh lo miró con el ceño fruncido.
― ¡Eres imposible! ―dijo.
―No sé nada de ella. No tengo como encontrarla; aunque sería muy bueno volverla a ver.

Mi única razón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora