Un poco de humildad, un pensamiento y algo de perspicacia; dejar de lado todo rastro de egoísmo.
Tener el valor y el corazón suficientes para reconocer tus errores, remediarlos y pagar las consecuencias.
Dejar de pensar solo en ti para darle paso a la valentía, enfrentarte, empeñarte en reparar todo aquello que rompiste a tu paso durante el camino.
Actuar con justicia, disponerse a entregarle a cada cual su derecho, saldar deudas, pagar intereses, aun si de entregar tu vida se tratara.Las puertas automáticas se abrieron a mi paso, un viento helado sopló mi cabeza e hizo erizar mi piel.
Estaba de vuelta en mi país después de más o menos veinte días fuera.
Según las enormes pantallas que avisaban los arribos eran las doce medio día.
Reí, era algo curioso, abordé mi vuelo en Miami a las once y cuarenta y cinco de la mañana. El vuelo había durado dos horas y cuarto; pero el reloj indicaba que solo habían pasado quince minutos.
Era como devolverse en el tiempo, o estar en un universo totalmente paralelo.
Miré a mí alrededor; de nuevo me vi sola en mi propia tierra natal. Esta vez era diferente, yo no era la misma persona.
Tenía una razón para estar aquí y caminar por esas calles que tanto me vieron sufrir, mi hija, Estrella.Llevé su fotografía en mi mano durante todo el viaje, detrás de ella, la dirección en la que la encontraría, o al menos esa era la esperanza.
Caminé hasta la calle y tomé el primer taxi público que pasó. Lancé mi maleta en el asiento trasero y senté a lado de ella.
― ¿Podría llevarme a esta dirección? ―dije, mostrando la parte trasera de la fotografía al conductor.
―Enseguida señorita, no tardaremos ―dijo él para luego ponernos en marcha.Mientras dejábamos la provincia e ingresábamos a la capital me concentraba en el camino.
Al parecer no había cambiado nada.
Habían sido tan pocos días, pero para mí fueron eternidades.
Nos mantuvimos en carretera alrededor de quince minutos, ingresamos a un tipo de proyecto social, esas típicas casas que entrega el gobierno a personas de estatus mediano que ganan una especie de concurso conforme a su necesidad de vivienda.
Él se aparcó frente a una casa, era algo distinta a las demás, estaba mucho más cuidada; elevé la fotografía, mirando el entorno, había llegado a mi destino.
―Si no me equivoco, esa es la casa que usted busca ―indicó el chófer.
―Gracias. Ha sido usted muy amable ―dije mientras sacaba el dinero para pagarle.
―Un placer señorita ―tomó el dinero―. ¿Necesita ayuda con su valija?
―Yo puedo sola, no se preocupe ―dije, jalándola hasta salir del taxi.
Cerré la puerta y él continuó con su camino, sonando el claxon un par de veces al alejarse.
Di media vuelta, mirando la puerta de aquella casa.Las manos me sudaban, tenía tanto miedo de que ella no estuviera allí y todo fuera un engaño.
Suspiré profundamente y abrí el portón de la propiedad, caminando por la acera y subiendo las escaleras hasta tocar la puerta con fuerza.
No pasó mucho tiempo antes de que la puerta se abriera, sus ojos claros me miraron con confusión y al ver la maleta que cargaba me miró con sorpresa.
Gilbert, el hermano de Jafet.
―Lisa... ¿Qué haces aquí?
― ¿Dónde está Jafet? ―pregunté devuelta.
Antes de que él pudiera responderme un fuerte llanto de un bebé pequeño se escuchó desde adentro.Enseguida supe que era ella.
―Disculpa Lisa, debo ir a atender a... ―Sin dejar que terminara la oración de di un empujón y me introduje en la casa.
Corrí entre los pasillos siguiendo el sonido de su llanto hasta que di con la habitación correcta.
Ahí estaba, encogiéndose y temblando por su manera de llamar la atención, rogando porque la escucharan, acostada boca arriba en una pequeña cuna.
Me acerqué a ella y la acaricié, mis ojos se inundaron, al fin la tenía frente a mí.
Con mucho cuidado la levanté de su lecho y la acomodé en mis brazos.
Sus sollozos se redujeron drásticamente al sentir mi calor, reduciéndose a unos quejidos delicados, casi inaudibles.
Abrió sus ojitos y se fijaron en mi rostro, ella sabía quién era yo.
―Entonces es tuya ―dijo Gilbert.
―¿De quién se supone que sería?
―Siempre me pregunté quién era su madre; me pasaban muchos nombres por la cabeza pero jamás me atreví a tocar el tuyo. Eras la más inocente, culta, y tímida de todas.
―No lo hice porque yo quisiera; tu hermano me obligó, Jafet me violó. Igual no me importa cómo fue concebida, ella no tenía la culpa de los errores de su padre. ¿Dónde está él?
―Lisa... ¿No lo sabes? Jafet murió en un accidente de tránsito hace más de un año.
―Dos meses después de que me embarazó.
―Él te buscó, siempre lo hizo y aun más cuando la ciudad entera te dio por desaparecida al mes de que sucedió lo de ustedes. Jafet siempre se echó las culpas de tu desaparición pero jamás quiso decirme por qué. Nunca pensé que eso estuviera relacionado con el bebé recién nacido que llegaron a dejar a mi puerta siete meses después de que murió. Igual siempre supe que era su hija, yo no podía dejar en la calle lo único que me quedaba de mi hermano.
―Gracias por esto; por haberla cuidado todo este tiempo. No tienes ni idea de lo que he sufrido sin saber donde estaba. ―La miré, ella estaba en paz en mis brazos.
― ¿Dónde estabas tú Lisa? Yo te creía muerta.
―No lo entiendo. ¿Por qué todos pensaban que desaparecí y morí?
―Al principio todos pensábamos que te habían secuestrado por los negocios ilícitos de tu familia. Luego, cuando sucedió lo de ellos, todos dieron por cuenta que la entera familia Rojas había muerto y su imperio despedazado.
―Espera un momento: ¿Qué pasó con mis padres?
―¿Tampoco lo sabes? ―preguntó y yo negué.
Gilbert salió de la habitación sin decir nada y yo lo seguí, cargando a mi pequeña Estrella, se había quedado dormida en mis brazos; es una completa princesa, mi hija era hermosa.
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Mi única razón ©
General FictionMira esa chica, no luce bien. ¿Por qué está empapada con sangre? ¿Quién es? ¿Qué fue lo que hizo? Mira esa chica, se sostiene solo de sus meñiques en la orilla de aquel puente. ¿Qué es lo que pretende? ¿Realmente saltará? Tonta, niña tonta, ¿ac...