Estereotipos.
Aquella imagen creada erróneamente por quienes creen saber lo que somos.
Disfraces hechos por la vida que nos llevan a ser lo que nunca seremos en realidad.
El mío siempre fue el mismo: Una niña delicada de sociedad, consentida por sus padres. Lo que llegaron a llamar: Princesa de papá.
Nada más lejos de la realidad.
Las costosas y elegantes ropas jamás se ajustaron a mí.En casa, aquella falsa expectativa ajena de una familia perfecta se desmoronaba con gran velocidad, desapareciendo por completo dentro de las paredes de la mansión. Volviéndose gritos, golpes y falsas creencias.
Reclamando entre si cada centavo desaparecido de una cuenta que nunca llegaría a estar vacía.
Mucho dinero de dudosa procedencia que mi padre resguardaba más que a su propia vida.
Nada era de validez suficiente como para que fuera razonable usar su dinero; ni la propia enfermedad.
Solo aquellas veces en que la muerte se veía venir a lo lejos, era ahí cuando su alma torturada por la avaricia dejaba escapar tan solo un poco de sus fondos en una urgente obra de caridad para su familia, en este caso, la pequeña y última de las hijas, yo.
No soy la única, tengo cuatro hermanos vagando por el mundo; en el desconocimiento de mi mente puedo tenerlos frente a mí y no lograr reconocerlos.Ellos ya habían sufrido la parte tortuosa de la vida que yo llevaba.
Escaparon para nunca volver, dejando en el olvido a su hermana, la más pequeña de sus sangres, abandonándome.
No había nadie en que pudiera apoyarme, esta vez la mano que se extendía en mi auxilio no la podía tomar.
Su corazón era demasiado precioso para lastimar.
No quiero ser la causa de sus males.Mirar aquel perfecto rostro de perfil me hacía recordarlo una vez más, convenciéndome de que debía buscar el camino correcto, su protección, debía protegerlo... de mí.
― ¿Qué pasa Lisa? ―preguntó él al ver mi mirada sobre su mejilla.
Yo tan solo toqué mi sien, indicándole que pensaba.
Lamentaba tener que llevar acabo mis pensamientos.
¿Por qué?
―Quisiera saber qué es lo que tanto pasa por tu mente ―dijo.
Qué bueno que realmente no podía saberlo.
―Creo que entraremos por atrás ―le dijo Daren al chófer para luego mirarnos―. Seriamos presa de los reporteros y fotógrafos. Más si te ven entrar cargando a Lisa; aunque las fotos quedarían hermosas ―dijo sonriéndome.
¿Era yo, o enserio me había hecho un cumplido?
―No me molestaría entrar por el frente; pero está bien, tienes razón ―dijo Vilh.
El auto se introdujo por un pequeño callejón al lado de un enorme edificio, reconocía el lugar, había pasado por allí muchas veces.
―Theo, Imre y Garin entraran por el frente. Su limosina ya llegó ―dijo chequeando su teléfono
―Será extraño; pero de acuerdo ―dijo Vilh bajando del auto.
― ¿Puedes con ella? Yo podría cargarla ―ofreció mirándome.
Algo más estaba pasando.
―Yo puedo Daren; la he cargado muchas veces ―respondió Vilh algo receloso.
―Bien, pero trata de bajarla antes de llegar a la recepción. Puede que resulte algo indecoroso que te vean cargándola; no conocemos las costumbres de este país. No tendrá que caminar mucho al comedor.
―¿Lista? ―preguntó Vilh, yo asentí y él enseguida me cargó.
Antes de llegar a la recepción había una cortina que cubría el pasillo de la entrada de emergencias por la que habíamos ingresado. Ahí Vilh me bajó con delicadeza, como siempre lo hacía.
―Si sientes que te caerás o necesitas que te cargue, tomas mi brazo con fuerza, así lo sabré ―dijo Vilh, yo asentí.
Él llevó mi brazo rodeando el suyo y empezó a caminar, siguiendo tranquilamente mí paso lento.
El salón estaba lleno de personas elegantemente vestidas.
Yo había asistido a esos eventos muchas veces; pero mi imagen era siempre la de una niña, inocente y dulce en vestidos de princesa, escogidos ridículamente por mi madre.
Ahora llevaba un vestido ajustado, un poco más arriba de la mitad de mis muslos, dejando atrás toda imagen de pureza y santidad.
Podía mirarme en el reflejo de las losas, había una mujer en mi reflejo.
No soy tan bella como intentaban hacerme creer, se aceptar mis defectos; la belleza definitivamente era uno de ellos.
Los únicos vestidos de forma distinta eran los chicos, ellos tenían su propio estilo, y me habían dado un poco de ello a mí.
―Vilhelm Kleinman. No esperaba verlo tan bien acompañado ―dijo un hombre de anteojos acercándose a nosotros, era de una edad media, cuarenta años máximo.
―Ella es Lisa Rojas. Lisa, él es Scott Lamoreti, el coordinador de este evento ―presentó Vilh.
―Mucho gusto Lisa ―dijo él, yo extendí mi mano para saludarlo, Scott la tomó, llevándola hasta su boca, dejando un beso en ella.
Aquello logró hacerme sonrojar nuevamente.
La inmediata reacción de Vilh se dibujó en su rostro.
Tensionó su brazo, pude sentirlo con total claridad. Confirmándome las sospechas.
―Lisa tiene un problema en su voz así que no puede hablar ―aclaró Vilh.
―Lo lamento mucho. Es una lástima, de una chica con un rostro tan delicado y un cuerpo tan hermoso debe salir una voz aun más preciosa.
―A mí también me encantaría escucharla ―dijo Vilh mirándome.
―Disculpe. Creo que le he coqueteado a su pareja ―dijo Scott.
―No ―dijo Vilh poco convencido―. Lisa es una amiga.
―En ese caso, es un buen dato. Si me disculpan, debo ir a recibir a los demás invitados ―dijo mientras caminaba apurado.
Los demás saludos fueron algo similares.
No sabía que tenía ese vestido o qué me había puesto Natalie, pero, ¿por qué me daban aquellos cumplidos?
Sea como fuera, no me gustaba. Para ese tipo de hombres el interés era meramente sexual y mi apariencia provocativa se prestaba como una invitación.
Siempre que me perdía en mis pensamientos, enfocaba mi mirada en un punto muerto. Llamando la atención de Vilh.
―Lisa, ¿estás bien? ―Miré su rostro y asentí― A veces me asustas, te pierdes tanto que pienso que algo malo está pasándote. ―Reí y negué―. No te burles de mi ―dijo él dándome un pequeño empujón.
Lo miré e hice visco, sacando mi lengua; él no pudo evitar reírse.
―Hasta las muecas salen hermosas de ti ―me dijo.
Mi pecho se volvió a apretar de angustia.
Odiaba que me dijera esas cosas, odiaba que me dijera cualquier cosa que me hiciera encariñarme con él.
No podía apegarme a algo que debía dejar en contra de mi voluntad, simplemente, no.
― ¿Dije algo mal? ―preguntó preocupado, yo negué tímidamente con mi cabeza baja.
― ¡Vilh! Te van a robar a tu nueva novia ―dijo Theo asomándose sobre mi hombro―. Con eso me refiero a mí.
― ¡Theo ya cállate! ―dijo Vilh.
―Es broma; Lisa lo sabe ―guiñándome un ojo, esta vez fui yo la que empujé a Theo de la cintura con ligereza.
A veces, podía resultar molesto.
―Lisa, tienes pegue. Todos me han preguntado si eres la chica de Vilh. Quieren saber si estas disponible ―dijo Imre.
Enseguida tapé mi rostro con mi mano libre.
¿Qué demonios tenía ese vestido?
¡Yo no soy bonita!
―No te avergüences por eso Lisa.
―Sácale provecho, como yo ―dijo Theo mostrando los números telefónicos apuntados en su brazo.
―Es el colmo ―bufó Vilh, quitándome las palabras de los pensamientos.
Unos aplausos llamaron nuestra atención, a la mitad de las escaleras estaba el hombre que nos habló a la entrada, Scott Lamoreti.
―Todos pueden pasar al comedor. Tendremos bocadillos, una pequeña presentación; luego procederemos a la cena ―anunció él.
Vilh me tomó con más fuerza, Imre tomó mi otro brazo y ambos me llevaron hasta la mesa que nos correspondía.
Vilh me ayudó a sentarme.
Ellos también tomaron sus lugares en la mesa, incluso Daren volvió para acompañarnos.
Sirvieron un delicioso entremés, además de vino en las copas.
Los chicos no tomaban nada más que sorbos de agua.
Comerían lo que fuera al terminar la presentación.
Tomé la copa de vino que me habían servido, seguí los típicos pasos de un catador de vinos antes de probarlo.
Daren me miraba con cuidado durante todo el proceso, con expectativa y curiosidad.
―Lisa, eres de alta sociedad, ¿verdad? ―concluyó Daren al verme dejar la copa sobre la mesa― Tienes porte y etiqueta.Nunca me había considerado una chica de sociedad privilegiada, menos de lujos o de una educación refinada.
Supongo que al estar en esos ambientes mi cerebro se programaba automáticamente.
Me resigné a asentir, dándole a entender que él tenía razón.
―Me siento más tranquilo al saberlo. Ahora sé que no eres una fanática loca que quiere aprovecharse de la fama y el dinero. Tienes educación, sabes cómo comportarte ―dijo él.
Yo sonreí, era la primera vez que Daren me daba razones para sonreír con naturaleza.
―Se que Lisa no es así. Confío en ella ―dijo Vilh encontrando mi mirada con aquellos dulces ojos miel.
¿Qué razones tenía para confiar en mí?
No debe hacerlo.
―Perdonen que los interrumpa ―mencionó Scott, llegando a nuestra mesa―. Creo que es hora de que tomen sus lugares. ―Señaló la plataforma.
―Claro ―dijo Vilh poniéndose de pie, detrás de él, lo siguieron Theo, Imre y Garin.
―Señorita ―dijo sacando un clavel de su traje.
Lo tomé y le sonreí en señal de agradecimiento.
Vilh frunció el ceño al ver aquel detalle, Theo tuvo que empujarlo para que continuara caminando. ―Con su permiso ―dijo para ir tras los chicos.
Daren cambió de asiento, tomando el que estaba a mi lado.
― ¿Los has escuchado? ―preguntó.
Yo elevé mi mano y la incliné, tratando de darle a entender un "Mas o menos".
―Tengo una idea ―dijo para sacar una pluma y una libreta de su traje; los colocó sobre la mesa y deslizó para que yo los tomara.
―Una vez, ayer ―escribí y él leyó en silencio.
― ¿Qué te pareció?
―Hermoso.
―Excelente. ―Sonrió―. ¿Cómo llegaste a los chicos?
―Tuve un accidente. Ellos me ayudaron.
― ¿Qué hay de tu familia?
―No tengo.
― ¿Qué sucedió?
―Murió ―Fue lo único que escribí.
Coloqué la pluma sobre el papel y alejé la libreta, no respondería más preguntas y él lo entendió.
Daren me miró confundido por unos segundos.
No sabía como lo interpretaría; pero de nada valdría explicarle.
Ahora, yo debía ocupar mi mente en pensar como saldría de aquel lugar en el momento que fuera posible.
Debía luchar contra mi dolor y sacar las fuerzas suficientes para caminar.
Aunque quisiera quedarme, no debía hacerlo.
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Mi única razón ©
General FictionMira esa chica, no luce bien. ¿Por qué está empapada con sangre? ¿Quién es? ¿Qué fue lo que hizo? Mira esa chica, se sostiene solo de sus meñiques en la orilla de aquel puente. ¿Qué es lo que pretende? ¿Realmente saltará? Tonta, niña tonta, ¿ac...