Capítulo 16.

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Tomamos malas decisiones.
Es una parte esencial de la vida, equivocarse y aprender de los errores.
Tal vez, lo hacíamos con la mejor de las intenciones, lo que no sabíamos es que sería mucho peor; queriendo proteger alguna, causa, persona o reacción, pero resulta peor de lo que pensábamos.
Una situación en el que remedio terminaría siendo peor que la mismísima enfermedad.
Aun con las intenciones mas puras, era un error.
No podía ver más allá, simplemente, aunque lo intentara, mi mente quedaba atascada en un momento en el mismo lugar para no avanzar. Tratar de entender entre líneas. Intentar proteger algo que inevitablemente pasaría.
Ni yo misma era capaz de entender mis propios pensamientos, lo intento, pero no lo entiendo.

Me senté de golpe en la cama, despertando estrepitosa e inexplicablemente debido a una reacción de mi cuerpo.
Visualicé mi habitación, por un momento pensé que todo había sido un loco sueño; pero ahí estaba, lejos de mi país, en Florida.
Me levanté de la cama y caminé hasta mi ventana; al abrir la ventana todo se hizo más vivo y creíble.
El color blanco de la arena y el reflejo del sol sobre ella me hacen cerrar los ojos.
Era mi nueva realidad, una nueva oportunidad para volver a empezar. Aun así, me sentía culpable, estaba tan lejos de mi país, por lo tanto, lejos de mi pequeña.
Al marcharme de ese modo sentí que la abandonaba; aunque sabía que esto lo hacía con el principal objetivo de reunir los medios para encontrarla.
Mi cuerpo buscaba cada día una señal de mi pequeña, cada ruido y movimiento llamaban mi atención inmediata; era el instinto de madre trabajando en mí, sin poderlo controlar.
Pasé mi mano por mi vientre de manera involuntaria; aquel simple toque fue capaz de hacerme saltar en mi lugar, dolía, punzaba al tacto.
Levanté la camisa, mirando un poco mi cicatriz, aun se pintaba de un rojo, la carne seguía viva y sin cicatrizar; apenas una tela débil de piel me cubría una parte de ella, al tocarla se rompía como un cascaron de huevo, por más sencillo que fuera el tacto.
El líquido no duró en aparecer, sangre y algo de pus.
Suspiré un poco, debía estar infectado.
Tomé un algodón y algo de alcohol del botiquín de la habitación, limpiándola un poco.

Un fuerte ruido proveniente de la puerta principal me sacó de mi concentración.
Acomodé la camiseta y caminé hasta la puerta, abriéndola.
Me topé con un sonriente Daren cargado de bolsas de supermercado.
―Buenos días Lisa. Te traje algunas cosas. ¿Puedo pasar? ―Asentí y le abrí el paso.
Él caminó hasta la cocina y dejó todas aquellas bolsas sobre la mesa de comedor.
―Estaremos aquí por un par de semanas, así que podemos llenar el refrigerador. Esto es lo tuyo.
―Gracias ―dije por señas y él lo entendió.
―De nada princesa. ―Besando mi mejilla―. ¿Me prestas tu baño? Vengo llegando de afuera, no creo que me dé tiempo de correr a mi habitación. ―Asentí, tan pronto obtuvo mi respuesta, corrió al baño, literalmente.
No pude evitar reír, enserio estaba a punto de explotar.
Caminé hasta la mesa del comedor, tomé unas bolsas y continué mi paso hasta el refrigerador, acomodando algunas cosas en ella.
Hubiera continuado de no ser porque volvieron a llamar a la puerta.
Miré sin ganas la puerta, tenía pereza de ir hasta ella de nuevo. Bufé y me obligué a caminar hasta ella y abrirla.
Era Vilh, estaba de pie frente a mi puerta, cabizbajo, mirando sus zapatos.
Ni siquiera movió su cabeza al verme abrir la puerta, esto cada vez se ponía más raro.
Una mano empujó a Vilh del hombro, dejándome ver un rostro diferente.
―Lisa, ¿cómo amaneciste? ―dijo Theo, envolviéndome con sus brazos y prácticamente levantándome, plantó un beso en mi mejilla para luego soltarme― Veo que sigues usando mi ropa.

Asentí y reí mientras me introducía de nuevo en la habitación, buscando mi pizarra. Theo empujó a Vilh dentro de la habitación; haciendo que al fin reaccionara.
―Como, te, ¿cómo te fue ayer? ―preguntó Vilh, tartamudeando.
Me distraje un poco de su pregunta, pues no encontraba mi pizarra para responder.
Theo caminó hasta mi sillón y la sacó de dentro de los cojines, pasándomela.
― ¿A qué hora volvieron ayer? ―preguntó Theo.

Mi única razón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora