Capítulo 30.

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Vilh.
Los hijos son un hermoso regalo, un don, el resultado más hermoso de la unión de un hombre con una mujer.
Desde el preciso momento en que es concebido este llega a ser una preciosa vida que merece respeto.
Un pequeño ser humano formándose en el vientre de su madre; no debe juzgarse por la manera en cómo llegó ahí.
Él también tiene derecho a vivir tanto como tú.
Un ser inocente que no merece la muerte por los errores de sus padres, no beben quitarle su derecho a respirar.

Admiraba el valor que tuvo Lisa al conservar a su pequeña Estrella.
Muchas mujeres y adolescentes toman la decisión de abortar tras haber concebido por una violación, ella no había sido una de ellas.
Lo vio de la mejor forma, nuestra pequeña Estrella era justo eso, una estrella que llegó a iluminar su vida cuando atravesaba la peor y más oscura noche de su vida, esa que le daría el valor para seguir adelante.
Ahora sabía que la madre de Lisa había muerto asesinada por sus propias manos; pero no la juzgaría, yo también mataría si intentaran llevarse a uno de mis hijos, mi hija...
―A ti mi muñequita, yo también lo haría por ti ―susurré mirando sus preciosos ojitos.
Tomaba sus piecitos, me encantaba tocar sus deditos; ella me miraba atentamente con sus ojitos claros, estaba acostada sobre mis piernas, yo jugaba con ella.
La levanté de mis piernas, llevándola a la altura de mi cabeza, quería que me mirara de frente para hablarle.
―Estrella... ¿Quieres que tu mami y tu papi estén juntos? ―le dije, ella sonrió mostrándome sus encía sin dientes― ¿Sí? Eso me alegra. ¿Qué te parece si ayudas a tu papá a darle algo bonito a tu mamá para convencerla de que sea su novia oficial? Podemos escapar ahora que está en el baño.

Estrella volvió a sonreír, no paraba de reír conmigo. Realmente era una bebita muy tranquila; no causaba mayor alboroto.
―Entonces vamos ―dije, levantándome de la cama.
Puse a la beba en mi brazo mientras me apresuraba a buscar unas gafas y gorra. Las tomé y me las coloqué.
Aun estábamos en su país; pero igual, necesitaba prevenir cualquier inconveniente.
Trataría de no ir muy lejos, intentaría hacer algo con la tienda de regalos que quedaba al lado del hotel.
Mientras estábamos en el ascensor una mujer a mi lado me miraba fijamente, no creía que me reconociera; pero no quería que lo hiciera.
― ¿Es tu hija? ―preguntó ella en inglés.
―Sí. Es mi hija.
―Tu bebé es preciosa.
―Gracias. Padre e hija van por un regalo para su linda mamá... ¿Verdad Estrella? ―dije tocándole su barriguita.
Estrella miró a la mujer sin darle mucha importancia.
Besé su mejilla, se me hacía tan tierna y adorable; simplemente no podía dejar de mirarla.

Al detenerse el ascensor, salí con apuro.
Si Lisa salía del baño antes de que volviéramos quizá enloquecería.
Después de todo lo que pasó con Estrella, entendía que estuviera algo paranoica si de separarse de la beba se trataba.
Caminé a toda velocidad hasta la tienda de regalos, al entrar me topé con la dependiente de frente, ella me miró boquiabierta.
― ¡Oh por Dios! ―expresó con un chillido― Te reconocería donde fuera. ―Me sentí atrapado, ella debía ser una Motelita.
― ¿Quién se supone que soy? ―probé, intentando despistarla.
―Vilhelm Kleinman, el vocalista de la banda de Motel Safe. Sé quién eres tú; pero no sé quien es ella. ―Señaló a la bebé.
―Es mi hija ―dije y empecé a caminar por la tienda mientras ella me seguía.
― ¡Espera! Esa chica, la de las fotos en la revista... ¿Es tu novia? ―Chasqueó sus dedos― ¡Lisa! ¡Pensaba que era la novia de su representante!
―No. Ella es su secretaría, y sí, Lisa es la madre de mi hija. ¿Tienes flores o algo parecido?
―Por allá ―Señalando―. Dime... ¿Theodore está aquí también?
―No. Está en Florida con los chicos.
―Lastima, me hubiera gustado conocerlos.
―Quiero estas ―dije tomando las flores.
― ¿Me das un autógrafo? ―preguntó de inmediato.
―Tu cóbrame y yo te doy el autógrafo ―ofrecí.
Ella tomó las flores de mi mano y caminó hasta la caja.
Mientras hacía la factura, yo escribía una dedicatoria con mi autógrafo para la chica.
Se lo pasé; ella a cambio me dio las flores.
Tomé con fuerza a Estrella en un solo brazo para tomar el ramo con mi otra mano.
Me despedí y caminé devuelta, sabía que si ella era una Motelita la historia de mi hija estaría difundida por la red en pocos segundos.
Durante la caminata al ascensor empezaba a sentirme nervioso.
Le pediría a Lisa que fuera mi novia oficialmente.
Después todo lo que había pasado entre nosotros me sentía ansioso, al fin se estaba cumpliendo el sueño que formé desde que la vi; era mi alma gemela, siempre lo supe, no quería dejarla ir.
Subí al ascensor, este llegó vacío hasta mi piso.
Estrella daba saltitos en mi brazo mientras caminaba, ahora mismo estaba inquietándose.
Y yo también, mis rodillas temblaban un poco al dar mi paso.

Mi única razón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora