Capítulo 19.

514 39 1
                                    

Vilh
Los Celos:
¿Defensa de lo que amas, reclamo de amor o posesión?
¿A que puede llevar una pequeña obsesión?
Palabras, acciones, pésimas soluciones.
Con derecho o sin derecho, los celos pueden llevar el caos a una relación.
Muestra de debilidad, miedo, o falta de confianza.
Preocupación por perder lo que amamos.
Controla tus celos, aprende a usarlos, y atente del peligro.
Trágate tus miedos o todo explotará.

Una aplicación a mi propia actitud.
Pésimas palabras que ni yo mismo creía se las había dicho en su cara.
Fuera de control, perdido en un mar de celos.
¿Por qué ella tenía que hacer esto?
¿Por qué tenía que fijarse en él?
Theo tenía toda la razón, una vez más, yo seguía actuando cómo un imbécil; reclamando algo que no me pertenecía.
Simplemente, no había manera de soportar la idea de que alguien más la toque.
Ella era mía hasta que la dejé a solas con él.
―Vilh... ¿Terminaste? ―preguntó Daren, refiriéndose a mi tazón de frutas.
―Sí, ya ―respondí, apartándolo.
―Estás muy callado; por lo general no paras de hablar.
―Tengo cosas más importantes en que pensar. ―No dije nada más, solo la miré.
Su rostro fino y mirada de preciosos ojos cafés enfocados en su cappuccino.
Su piel blanca y hermosos cabellos oscuros cayendo sobre sus hombros, lacio y suave.
No sé si es amor; pero es la chica más hermosa que había visto en mi vida.
Ella levantó sus ojitos en mi dirección.
Quité mi vista de ella antes de que se diera cuenta que le estaba mirando.
Ahora enfoqué mi vista en las dos servilletas al lado de su mano derecha; una estaba llena de conversaciones, la otra, estaba repleta de dibujos, en especifico, estrellas, muchas estrellas.
― ¿Te gustan las estrellas? ―pregunté, repentinamente.
Lisa me miró monótona; sabía que estaba enojada conmigo por todo lo que le había dicho hoy. Por fin asintió con su cabeza gacha.
Había más en el gusto de Lisa por las estrellas, podía verlo en sus ojos, brillaban de una manera especial.
―Iré a pagar, ya vuelvo ―anunció Daren, levantándose de la mesa, alejándose.
Lisa puso la palma de su mano en su mejilla, apoyando su codo contra la mesa mientras continuaba dibujando estrellas en el papel de aquella servilleta.

Odio que esté enojada conmigo. Aunque me lo merezco.

Me hacían falta sus abrazos.
La manera en que recurría a mi cada vez que tenía miedo, y su terquedad.
Pude ver como una pequeña lágrima se escurrió por una de sus mejillas.
Ella la limpió casi de inmediato. Era la segunda vez que la veía llorar hoy, y sé que era por mi culpa.
Ahí era cuando entraba en razón y me daba cuenta de lo estúpido que había sido.
―Listo. Ya nos podemos ir ―dijo Daren.
Lisa se puso de pie inmediatamente a las palabras de Daren.
Tomó su lapicero y se aceró a él. Pensé que se tomarían de la mano, pero no lo hicieron.
Odiaba ver la manera en que sus manos se juntaban y sus dedos se entrelazaban; estando consiente que no podía hacer nada para evitarlo.
Caminamos hasta el auto; aun no asimilaba el hecho de que camináramos tan tranquilos por Miami sin ser opresivamente atacados por una manada de fotógrafos.
Daren tenía razón, no nos duraría mucho, no tardarían en aparecer.
Si es que no lo habían hecho ya y no habíamos llegado a notarlo.
Abordamos el auto; sin ningún inconveniente, en un abrir y cerrar de ojos, estábamos devuelta en el hotel.
Bajé del auto sin esperar por nada ni nadie; no quería saber que harían Daren y Lisa ahora. Pude sentir la mirada de Lisa pegada en mi cuello, viendo como me alejaba.

Tenía algo en mente; creo que sabía que podía hacer para que Lisa me perdonara, podía funcionar.
Abordé en el ascensor, al llegar al piso, corrí hasta mi habitación.
Tiré la puerta al entrar.
Theo, quién estaba tirado en el sillón, movió su cabeza ante el sonido de la puerta; mirándome con seriedad.
― ¿Y ahora por qué azotas las puerta? ―preguntó seriamente.
―Porque soy un idiota... ¡Por eso!
― ¿Qué mierda hiciste ahora? ―gruñó, sentándose en el sillón.
―Nada ―me limité a decir.
―Nada de nada Vilh. ¡Me vas a decir ahora mismo que estupidez le dijiste a Lisa ahora! ―exigió molesto.
Theo se puso de pie, reafirmando aquel hecho.
―¿Por qué tengo que decirte a ti lo que hago o dejo de hacer?
― ¡Habla idiota! ¡O te lo saco a golpes! ―amenazó Theo.
La impresión en el rostro de Theo lograba asustar a cualquiera, jamás en mi vida lo había visto tan furioso, y que a la vez, fuera enserio.
―Te lo diré ―dije en un tono calmado para intentar calmar a Theo―; pero ayúdame a buscar un brazalete. El de plata, que está repleto de estrellas que cuelgan.
―Está bien ―respondió, poniendo sus ojos en blanco.
Empecé a revolver cada maleta, bolso, cartera o caja en la habitación.
Theo me ayudaba con los bolcillos y las gavetas.
Ese era uno de mis brazaletes preferidos; pero por Lisa, estaba dispuesto a despegarme de él e incluso de dar mi vida.
Tenía que recuperar su sonrisa, lograr que me perdonara.
― ¿Sabías que Daren se marchará mañana? ―le pregunté a Theo mientras continuaba buscando.
―Eso escuché... ¿Y qué?
―Me dará tiempo para estar a solas con Lisa ―respondí.
― ¿Solos?
― ¡Bueno! Con ustedes ―bufé, sin poder evitar sonar algo fastidioso.
― ¡Aquí está! ―anunció Theo.
Volteé para mirarlo, enserio lo había encontrado.
― ¡Qué bien! ―Poniéndome de pie― Dámelo.
―No. No te lo daré hasta que me digas qué fue lo que le hiciste a Lisa ahora. ―Guardando el brazalete en su puño.
―Está bien. ―Suspiré. Sabía que Theo no me dejaría avanzar hasta que no le dijera lo que había sucedido. Tomé aire, estaba completamente seguro de que explotaría al escuchar lo que tenía para decirle―. Le grité, la agarré forzosamente, la traté de hipócrita solo porque no me miraba a los ojos. Le dije que era una interesada y que solo me quería cuando necesitaba ayuda para caminar. También dije que ella estaba utilizando a Daren y que salía con él solo por dinero. Luego la traté de mentirosa, cuando la doctora dijo que sus cuerdas vocales estaban en perfectas condiciones. Después me di cuenta que Lisa no habla por un trauma psicológico; y creo que insinué que era una perra ―dije rápidamente.
Theo me miraba con la boca abierta.
―Vilh, acércate un poco ―pidió Theo mientras me lo indicaba con la mano.
Tontamente le obedecí, tan pronto me tuvo a la distancia que quería, me lanzó un muy fuerte puñetazo, tumbándome de un solo golpe en el piso.
Esperaba que me gritara, se enojara conmigo o hasta me aplicara la ley del hielo.
Pero jamás pensé que llegaría a golpearme con tantas ganas.
― ¡Diablos Theo! ¿Estás loco? ―Toqué mi nariz y enseguida sentí aquella mezcla pegajosa salir.
―Eso es para que aprendas a no tratarla de esa forma nunca más. Si se te ocurre volver a insultarla, te daré muchos como ese ―gritó Theo realmente enojado.
― ¡No lo haré! ―aseguré, agarrando mi nariz.
―Más te vale. Quiero ver como solucionarás esto Vilh. Espero que incluya más que un brazalete usado ―dijo para abalanzarla con fuerza en mi pecho―. ¡Diablos! ¿Qué te pasa?
Theo se había puesto de los diablos.
Su piel se había puesto roja y la vena de la frente se le marcaba con fuerza.
Ahora fue él el que salió de la suite azotando ambas puertas.
Realmente, jamás llegué a imaginar que reaccionara de una forma tan drástica,
Me levanté del piso y caminé hasta la cocina sin soltar mi nariz.
Sabía que el refrigerador tenía cubos de hielo en bandejas; saqué unos pocos y los envolví en una toalla.
Me dejé caer en el sillón y puse la toalla con los cubos de hielo en mi cara.
Theo me había golpeado en muchas ocasiones; pero siempre eran juegos o tonterías. Pero este golpe fue muy distinto a todos los demás.
Me golpeó con mucha furia, sin importarle si me hacía daño o no.
Ahora, no solo tenía el enojo de Lisa sobre mí, tenía el de Theo; si Daren se llegaba a dar cuenta de todo lo que me había atrevido a decirle, dudaba mucho que solo me fuera a dar un golpe.
Después de todo, estaba consciente de que me lo merecía.
― ¿Te peleaste con Daren por Lisa? ―preguntó Imre al verme con la toalla sobre el rostro.
―Algo parecido ―respondí, sin ánimo.
― ¿Eso significa?
―Me peleé con Theo por Lisa ―dije, aunque no sabía si era el término correcto para describirlo.
― ¿Enserio Theo? ―preguntó sin creer.
―Sí, Theo. En realidad, no fue por Lisa; fue por algo que le dije a Lisa. Theo me partió la cara por eso.
―¿Tan malo fue?
―Mejor no te lo digo. No quiero más golpes por hoy, y si Daren se entera, mi sentencia de muerte está firmada.
―A este paso, la perderás por imbécil.
―Gracias por el animo. ¡Eres un excelente amigo! ―expresé, sarcástico.
―De nada. Mi trabajo es hacerte sentir miserable. Para eso estamos, ¿no? ―dijo Imre.
Me levanté ligeramente para mirarlo con ironía.
Tomé uno de los zapatos que estaba a mi lado y se lo aventé sin lograr nada.
Él lo atrapó a medio camino.
―Buen intento.
―Nada perdía con intentar ―dije volviéndome a recostar.
En segundos pude sentir el zapato caer con fuerza en mi abdomen, eso logró sacarme todo el aire.
― ¡Te lo mereces, ¿si o no?! ―dijo algo molesto.
―Mucho ―respondí ahogado―. Si Garin llega y me da otro golpe, también me lo merezco.
―Ya que insistes ―dijo Garin, saliendo de la nada.
Antes de que me diera cuenta, Garin me jaló mis pies con fuerza, lanzándome al suelo.
No tenía la menor idea de donde había salido.
― ¿Ya pagué mi penitencia? ―gemí, tirado en el suelo, sin moverme.
― ¿Qué se supone que debías pagar? ―preguntó Garin.
―Insulté a Lisa, la llamé perra, hipócrita, interesada y mentirosa. Sé que no es cierto.
―Respondiendo a tu pregunta: No, no has pagado tu penitencia ―dijo Garin.
―A mi no creo que me baste con sacarte el aire.
―Yo mejor me largo de aquí antes de dejarte sin dientes ―gruñó Garin, saliendo de la habitación.
Imre se acercó a mí; tomó mi camiseta y me levantó ligeramente de ella, mirándome de forma amenazante.
―Escucha bien lo que te voy a decir Vilh. Si se te ocurre volver a tratar así a Lisa. No solo Theo te golpeará, yo le voy a ayudar. Y realmente, espero que tengas un buen plan para disculparte con Lisa como se lo merece ―dijo.
Imre me soltó sin cuidado, haciéndome caer al suelo nuevamente, para luego salir de la habitación.
Me quedaba claro que no podía haber escogido a la chica menos indicada para insultar.
Primero que todo, porque no se lo merecía. Segundo, porque la amaba. Tercero, porque tiene a cuatro hombres más, dispuestos a defender su honor.
Theo tenía razón, eran estúpidos celos y yo no era capaz de controlarlos.
Mi hermano siempre tenía la razón en todo y, ahora, Imre también la tenía.
Debía planear una buena manera de disculparme, y no tenía la menor idea de lo que haría.

Mi única razón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora