Capítulo 15.

621 33 1
                                    

¿Qué tan fuerte eres?
¿Puedes ocultar una mentira hasta el final?
Miente a ti mismo, puedes mentirle a los demás; pero no lo lograrás.
Aun si eres débil o fuerte, al final, todo se sabrá; puedes asegurarlo. Aunque sea tu talento, o lleves en tu sangre aquel don.
¿Podrás mantenerla el tiempo que sea necesario?
La vida es mucho más astuta, sabrá cómo sacar todo a la luz antes de que te des cuenta, y no lo podrás evitar.

Había caído la noche.
Bueno, podía ver el sol ocultándose en el horizonte.
Doy los últimos detalles al delineado de mis ojos, resaltando el azul que está pintado sobre mis parpados. Todo va con mi hermoso vestido azul eléctrico. Simplemente hermoso, sin tiras, adherido a la cintura para luego caer hermosamente de mi cadera, llegaba a la mitad de mis muslos; lo podía mover con toda libertad.
No lo escogí, fue un regalo más de Daren.
Tan pronto lo tomé de la caja me enamoré de aquella prenda.
Distraje la vista de mi reflejo en el espejo al escuchar unos golpes en la puerta.
Retrocedí un par de pasos, lo suficiente para ver el reloj que colgaba en el muro; aun faltaban unos minutos para que Daren llegara.
Caminé hasta la puerta y miré por la mirilla, fijándome quién estaba de pie fuera de ella.
No logré visualizar su figura, así que me decidí a abrir la puerta.

"Vilh", pensé al verlo parado al lado de la puerta.
Él se irguió, mirándome.
Yo dejé la puerta abierta y me introduje dentro de la habitación.
Empecé a buscar mis zapatillas, las había perdido y no las encontraba.
Vilh se quedó a la mitad del camino, mirándome caminar en la suite de un lado a otro.
―Te vez hermosa. ―Se atrevió a decir él.
Yo me detuve un momento para mirarlo.
Traté de hacer una seña sencilla, una para que Vilh entendiera que quería saber qué era lo que hacía en mi habitación.
―Quería verte. No hablamos desde hace dos días en la mañana cuando... ―Él hizo una pausa.
Yo sabía que se refería al beso.

Me moví un poco en el mismo lugar, mirando el piso, buscando mis zapatos.
Esa era mi manera de cambiarle el tema; por más ridículo que pareciera, ya que no podía hablarle.
Toqué mis pies e hice la seña de lenguaje de señas correspondiente a los zapatos.
Al parecer, Vilh lo entendió a la perfección.
―¿De qué color son tus zapatos?
Yo señalé mi vestido, Vilh asintió y empezó a recorrer la habitación, buscando en lugares que yo ya había revisado.
Lo dejé y caminé nuevamente en busca de ellos.
Revisé el baño y mi habitación, hasta que por fin los encontré, aplastados por una de mis maletas.
Salí de la habitación con ellos en mis manos, las alcé para que Vilh los viera; él suspiró al mirarlo y se levantó del piso, pues estaba de cuclillas.
Me dejé caer en el sillón para colocármelos; pero antes de poder tomarlos, Vilh me los arrebató.
―Yo lo hago ―dijo poniéndose de rodillas frente a mí.
No me dejó más opción que dejarlo hacerlo.
Tomó mi pie sano con su mano, lo sacudió un poco y colocó el zapato.
Luego procedió a hacer lo mismo con mi pie lesionado; aunque ya me permitía caminar por mi misma distancia corta, igual me dolía y cojeaba.
Vilh acarició ligeramente mi tobillo con su pulgar, como asegurándose de que no hubiera nada mal.
― ¿Aun te duele? ―preguntó mirándome a los ojos. Estaba bajo los efectos de los calmantes así que negué― Me alegra ―dijo sonriente.
Dios...
¡Esa sonrisa!
La más perfecta sonrisa que jamás había podido presenciar, adornaba a la perfección aquellos hermosos e incomparables ojos color miel, dulces, brillantes.
Todo solo era una parte de él, el más perfecto de los hombres.
Sonreí de medio lado con labios temblorosos, aquella mirada me ponía nerviosa, ocasionando en mí sentimientos confusos.

Eran hechos que jamás podría negar.

Sin despegar sus ojos de los míos, se irguió, casi queriendo intimidarme con su altura.
Yo era una completa enana a su lado, y estando sentada la distancia se hacía mucho más extensa.
Él me dispuso su mano para que yo la tomara, en este caso, la acepté; estaba desesperada por acortar aquella distancia de alturas.
Me sentía sumamente incomoda al estar sentada a su lado.
Vilh jaló mi mano, pegándome a su cuerpo; me rodeó con sus brazos, dejando mi mejilla en su pecho.
Poco a poco bajó sus manos por mi espalda, hasta posicionarse en mi cintura.
Su tacto me hacía estremecer de una forma peculiar.
Yo adoraba el calor que salía de su cuerpo, me relajaba. Ante su piel, no sabía cómo reaccionar. No tenía idea de qué era lo que ocasionaba en mí.
Una de sus manos dejó mi cintura para viajar hasta mi barbilla; Vilh la levantó, haciéndome mirarlo a los ojos una vez más.
―Dime que es una mentira, Lisa. Por favor, dime que es una salida de negocios o que lo haces para provocarme celos. Te suplico que me digas cualquier cosa, pero no me digas que saldrás con él porque enserio lo quieres. ―Él llevó su palma hasta mi mejilla, acariciando mis pómulos.
Sus ojos me demostraban mucho más de lo que yo quería saber, mucho más de lo que quería que sintiera por mí: Rabia, celos, histeria, anhelo, esperanza y... amor.
Aun me faltaba un sentimiento por describir, me dolía verlo en sus ojos, no quería que eso pasara... la tristeza.
Sus ojitos aguados me hacían sentir la peor persona del mundo; no quería verlo sufrir. Pero aquella tristeza sería mínima comparada a la que lo llenaría si aceptara su oferta de amor.
Sin darme tiempo de nada.
Vilh se poseyó de mis labios una vez más.
No quería hacerlo, no quería lastimarlo; pero no debía permitirlo.

Mi única razón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora