Capítulo 23.

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El perdón, un simple lo siento.
¿Guardarás cada error con rencor o eres capaz de olvidar?
Se necesita humildad para pedirlo, se necesita valor para pasar la transgresión por alto y volver a empezar.
¿Qué tan dispuesto estas ha hacerlo?
Perdonar o pedir perdón, es difícil pero valdrá la pena si realmente lo merece.

Había regresado al hotel sintiéndome peor que cuando salí.
Tenía la misma pregunta en mi cabeza, debía arreglarlo pero, ¿cómo?
Error tras error, de mal en peor. Theo lo dijo: Si sigues así no terminarás en nada bueno.
¿En qué me había convertido los celos?
La había lastimado dos veces, restregando el dolor en lo profundo de su alma, acusándola de cosas que no son.
Ni siquiera me había preocupado por ella.
Estaba tomando fuertes antibióticos con efectos secundarios bruscos, estaba muy consciente de eso, y en lugar de ayudarla la había lastimado mucho más.
Lo que llevaba en mi mano no solucionará absolutamente nada, pero al menos debía intentar algo; reparar al menos una cosa de las tantas que había pisoteado.
Caminé hasta la puerta de la suite de Lisa; me incliné de cuclillas colocando la cajita de plástico al pie de esta.
Me erguí y toqué un par de veces la puerta; luego de ello, corrí hasta esconderme en la esquina del pasillo.
Mirando cuidadosamente lo que pasaría ahora.
Rogaba porque Theo no abriera la puerta, con lo enojado que estaba, vería mi detalle de disculpa como una burla.
Al fin la puerta se abrió, dejándome ver su dulce rostro.

Esa era mi verdadera y única princesa.

Ella miró alrededor del pasillo buscando por la presencia de la persona que había tocado la puerta.
Cuando su mirada llegó al piso se pegó en el estuche blanco frente a sus pies.
Lisa se inclinó para tomarlo, dejando su hermoso y sedoso cabello de color negro deslizarse, recorriendo camino por sus hombros, hasta liberarse.
¡Era un completo idiota!
¿Cómo me había atrevido a lastimarla?
La amaba tanto que se me era incapaz describirlo.
― ¿Qué pasó Lisa? ―preguntó Theo asomándose a la puerta.
Ella abrió el estuche y tocó cuidadosamente con sus dedos el brazalete.
Yo lo había llevado a pulir, habían tardado unas cuatro horas en terminar con todas y cada una de las estrellas.
Sacó el brazalete de su apoyo y miró una de las estrellas en específico, la única que estaba gravada.
Lo siento ―bufó Theo, leyendo el gravado―. Como si fuera tan fácil.
Lisa encogió sus hombros mirando a Theo.
Se irguió y colocó el brazalete en su muñeca para luego alagar su mano, pidiéndole a Theo que se lo abrochara.
Podía ver en el rostro de mi hermano que no le agradaba para nada la idea; pero lo abrochó porque era lo que Lisa quería.
―Ya entro a terminar el café contigo Lisa. Le diré algo a los chicos y volveré contigo. ―Ella asintió y volvió a introducirse en la suite.
Theo cerró la puerta de la suite y caminó hasta la de los chicos, tocó la puerta en varias ocasiones hasta que Garin abrió.
― ¿Imre está adentro? Necesito decirle una idea para darle un regalo a Lisa. ―Garin lo ignoró, enseguida noté que era porque me había visto asomándome por la esquina. Me corrí un poco antes de que Theo lo notara también―. ¡Garin! No tengo todo el día.
―Puedo jurar que vi a Vilh fisgoneando.
―De Vilhelm ya no sé ni que esperar, así que todo es posible. Ahora déjame pasar, que no quiero dejar a Lisa sola mucho tiempo ―dijo Theo empujándolo dentro de la habitación.
Pegué mí frente a la pared al escuchar que le puerta se cerró.
Si, había caído muy bajo.
Tenía que esconderme de mis amigos, de mi propio hermano; todo porque era un peligro para la chica más hermosa y dulce del universo, esa misma mujer que tanto amaba.
Caminé sin ánimos hasta mi suite, caminé hasta la cocina y me tomé el tiempo para hacer un pichel entero de café.
La resaca no me había dejado del todo y cada vez me sentía peor; aun con más ganas de beber alcohol.
Después de unos eternos cincuenta minutos al fin logré terminar con cada gota de café que había preparado, mientras lo tomaba continuaba estudiando más señas por Internet.
A pesar de toda la cafeína que había ingerido, caí sobre la mesa sin energías ni ganas de nada.
No se me ocurría absolutamente nada para pedirle perdón a Lisa como se lo merecía.
― ¿Qué pasa contigo Vilh? ¿Dónde quedó aquel chico cursi y detallista de que tanto se burlaba Theo? ―pregunté para mí en voz alta mientras golpeaba mi puño sobre la mesa.
Enojado conmigo mismo por no lograrlo.
Miré mi mano hecho un puño sobre la mesa.
Tenía los nudillos lastimados por el fuerte golpe que le había dado a la pared.
Me estaba volviendo agresivo, Theo tenía razón al decir que actuaba como los hombres que habían abusado de Lisa.
Mi mirada se pegó en la puerta del mini bar, ha esta hora ya debían de haberlo abastecido.
―No lo hagas. No te servirá de nada ―dijo la voz ronca y monótona de Theo desde la entrada.
―Últimamente todas nuestras conversaciones son así, tú desde la puerta.
―Buen intento ―dijo sarcástico.
Sabía que se refería al brazalete.
―Se que no arreglará nada.
― ¿Piensas manipularla sentimentalmente con regalitos usados para luego emborracharte e ir a despedazarla una vez más? Tienes razón, no se arregla nada.

Mi única razón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora