Decisiones.
Un paso en falso, un error.
¿Cómo sabremos cuál es el camino correcto que debemos tomar?
Un momento, la euforia, la pasión; causan trágicas consecuencias.
Yo ya había tomado mi decisión al dejar correr la sangre de aquella mujer que tanto me desquiciaba.
No debí hacerlo; estoy consciente de ello.
Soy una estúpida, nadie tiene el derecho de tomar una decisión como esa; aunque me atormentaba mi acción, me sentía tranquila de saber que ella no viviría para dañar a nadie más.
Ahora, ¿qué haría?
¿Cuál se supone que es la siguiente decisión que debo tomar?Mientras la hermosa voz del dueño de los ojitos color miel llenaba la habitación, yo no podía hacer nada más que pensar.
Las palabras de su canción eran hermosas como su corazón, uno que debía proteger.
Pero tenía miles de preguntas inundaban mi mente.
No tenía a donde ir; pero eso no me llevaría cambiar de opinión. Estaba aprovechándome de su bondad inmerecida.Lo correcto sería entregarme a la fría justicia de mi país.
Pero, ¿qué pasaría con mi Estrellita?
No tenía la más mínima pista de mi pequeña.
¿Dónde estaba?
Sobre todas las cosas, debía encontrarla. Podría estar en manos de vendedores, abusadores, narcotraficantes o, en las mejores condiciones, en un orfanato, vagando de casa en casa.
No tenía la menor idea de lo qué haría al salir de aquí, que rumbo tomaría o por dónde empezaría. Estaba dispuesta a hacer todo lo necesario por encontrarla.Mientras mis pensamientos vagaban, mis ojos se pegaron fijamente en el color rojo aterciopelado del vino en mi copa. De pronto, fui obligada a salir de mis pensamientos por tacto de su mano, la única persona que quedaba en la mesa, Daren.
Él puso su mano sobre la mía y la aferró, tomándola totalmente entre la suya.―Lisa, ¿te sientes bien? ―No pude responder, ahora mis ojos se pegaban con confusión en el posesivo agarre de su mano.
Al ver que no obtuvo respuesta, su índice se ubicó debajo de mi barbilla, levantando ligeramente mi rostro para obligarme a mirarlo a los ojos.
― ¿Qué pasa? ―preguntó.
Yo moví mi cabeza, quitando mi mirada, me erguí y volví a verlo, dejando una sonrisa.
― ¿Está todo bien? ―preguntó una vez más; yo asentí― ¿Segura?Asentí de nuevo y sonreí.
¿Todos los alemanes eran así de afectuosos?
Noté que los chicos habían dejado de tocar; aun continuaban sobre la plataforma.
La mirada de Vilh se pegó en la unión de la mano de Daren sobre la mía, sorprendido, molesto. Theo notó que algo pasaba por la mente de su hermano y siguió la mirada de Vilh hasta nuestras manos; luego codeó a Vilh, una vez más, haciéndolo dirigir su atención hacía el publico.
Moví mis dedos en un intento de que Daren soltara mi mano y funcionó.
Los chicos hablaban desde la plataforma, pero mi mente no me dejaba concentrarme en sus palabras.
Espiaba de reojo todas las salidas, el corazón se me quería salir del pecho; sentí casi como si estuviera a punto de cometer un mal.
Debía hacerlo, debía animarme; los ojitos miel no se podían enamorar de mí.
Tenía que olvidarme lo más pronto posible.
Los aplausos retumbaron por toda la habitación; habían terminado su trabajo desde la plataforma y volvían a reincorporarse a la mesa.
Daren había ocupado el asiento de Vilh a mi lado, a su llegada, no tuvo intenciones de devolverlo.
―Ocupa el mío ―le dijo Daren a Vilh señalando su asiento.
Antes de que Vilh alcanzara a sentarse, el señor Lamoreti volvió a acercarse a la mesa; palmeando la espalda de Vilh al llegar.
―Yo de nuevo. Siento mucho interrumpir, otra vez; pero así son los negocios. Hay alguien a quien les debo presentar antes de que sirvan la cena. ¿Me acompañan?
―Desde luego ―dijo Vilh.
―Necesito que su representante nos acompañe también. No se preocupe señorita, serán solo un par de minutos. ―Asentí.
Ellos estaban en su trabajo.
¿Por qué debían preocuparse por mí?
Daren se levantó de su asiento, sin percatarse, el clavel que anteriormente me había dado el señor Lamoreti se prendió de su traje, dejándolo caer al suelo.
Daren lo levantó al verlo, lo dirigió en mi dirección con intenciones de devolverlo, cuando estaba a punto de tomarlo, retrajo su mano con el clavel.
―Creo que sé donde no se caerá más ―dijo quebrando un poco el palillo del clavel, luego de eso, tomó mi rostro y lo colocó en mi cabello―. Preciosa, y no lo digo por la flor.
Una vez más, el pudor inundo mis mejillas.
¿Por qué lo hacían?
Todos se empeñaban en darme a conocer su interés pero, ¿de qué clase?
Los gestos fueron inundando los cinco rostros que nos miraban: Imre, Garin y Theo se miraban entre sí, como si ahí hubiera algo más, confundidos.
Vilh y el señor Lamoreti miraban aquel gesto con recelo.
¿Qué diablos estaba sucediendo?
Daren y Scott caminaron; Imre, Garin y Theo los siguieron. Vilh se quedó de pie en el mismo lugar, tomándose un momento para mirarme acusatoriamente.
No pude mirarlo a los ojos, me mantenía cabizbaja.
¿Por qué sentía como si le debiera una aclaración?
Por mi visión periférica pude ver como Theo volvía, obligando a Vilh a ir con ellos. Su mirada seguía pegada en mí de aquella forma posesiva.
No lo entendía, era tan solo una conocida para él, ni siquiera una amiga.
¿Por qué él me reclamaba como si fuera suya?
¿Por qué yo sentía como si eso en realidad pasara?
Continuaron caminando entre mesas, pasando de una en otra; la gente reclamaba un poco de su atención en cada mesa, para indagarlos o felicitarlos. Conforme se alejaban, lo tuve claro: había llegado la hora.
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Mi única razón ©
General FictionMira esa chica, no luce bien. ¿Por qué está empapada con sangre? ¿Quién es? ¿Qué fue lo que hizo? Mira esa chica, se sostiene solo de sus meñiques en la orilla de aquel puente. ¿Qué es lo que pretende? ¿Realmente saltará? Tonta, niña tonta, ¿ac...