Capítulo 25.

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La paciencia puede rendir frutos algún día; aun cuando la espera se hace eterna y tiendes a desesperarte es una cualidad que debes adquirir.
Espera tranquilamente por los resultados y confía en que todo saldrá bien.
Había pasado nueve meses esperando con ansias el nacimiento de mi hija.
Quería mirarla, tenerla en mis brazos, arroparla, arrullarla, darle todo mi amor; pero la espera se había extendido a un grado que jamás me imaginé.
Dentro pocos días se convertirían en un año y dos meses.
Mi pequeña había pasado los primeros cuatro meses de su vida lejos de su mamá.
Pensaba en ella todos los días, durante las mañanas derramaba una porción de lágrimas intentando no derrumbarme, ni dejarme llevar por la desesperante necesidad de encontrarla.
Hacía una semana que Daren había contratado al detective privado para que nos ayudará a buscarla.
Aun no teníamos noticias de él, pero tenía entendido que estaba en mi país; cavando fondo en mi vida.
Según Daren era uno de los mejores investigadores disponibles; no me agradaba en el hecho de que costaría mucho dinero, yo jamás podría llegar a pagarlo.

Eran aproximadamente las diez de la mañana, yo caminaba por Miami dirigiéndome a la oficina de correos, acompañada me mi guardaespaldas.
Los reporteros y fotógrafos no paraban de acosarme.
Según las revistas y los programas de chismes yo era la novia de Vilhelm.

A él no parecía molestarle en lo absoluto que ese rumor circulara con toda libertad.
No había hecho nada por desmentirlo, yo no tenía tiempo para achacarle nada, estaba preocupada y ocupada en cosas mucho más importantes.
Estaba trabajando el doble, o hasta el triple, para poder pagarle a Daren algo de todo lo que estaba haciendo por mí.

Dejé el paquete en el mostrador de la oficina de correos, me tomé el tiempo para llenar el formulario del destinatario y remitente.
Cancelé la cuota correspondiente y me alejé del mostrador.

Tomé mi teléfono celular para fijarme en mi itinerario y lo que debía de hacer ahora.
Me encontré con un mensaje de de texto de parte de Daren, había llegado hacía unos veinte minutos y no lo noté:

"Lisa, acabo de hablar con el detective.
Dijo que alguien ya estado esculcando en tu vida y a dejado rastrojos.
La buena noticia es que nos está dejando el camino más fácil; lo malo es que no sabemos quién es, o que pretende hacer con la información.
Ten mucho cuidado, no te alejes de Leonel", decía el texto.

Elevé mis ojos en dirección al techo de la oficina de correos, me había pegado fuertemente aquel mensaje.
Intentaba no llorar y contener las pocas lágrimas que se me habían escapado.
Lo único que se me venía a la mente era la investigación que debían estar haciendo por el asesinato de mi madre; pero si era necesario que se descubriera que yo había acabado con su vida para encontrar a mi Estrellita, no me importaba.
Debía encontrarla y dejarla en buenas manos antes de que la justicia fuera por mí y me condenara a separarme de ella durante mucho más tiempo.

Di media vuelta con intenciones de buscar la salida, sin quererlo y de la nada, tropecé con una chica y ambas caímos al suelo. Mi guarda espaldas, Leonel, me ayudó a levantarme del piso.

La chica también se levantó con la ayuda de la amiga que la acompañaba.
Luego se inclinó para tomar el sobre de manila del piso, era un paquete gordo, tal vez lo había recibido.
Al erguirse me miró de frente, su primera impresión fue abrir los ojos en grande, como si estuviera sorprendida; luego intercambió miradas con su amiga, ambas con complicidad.
―Qué gran casualidad. Es como si el destino nos hubiera querido colocar en el mismo lugar al mismo tiempo ―dijo ella.
― ¿Estás segura de que es ella Sandra? ―le preguntó su amiga.
―Solo mirarla... mírame, somos parecidas, él mismo me lo dijo; por las fotos lo sé ―respondió ella, mientras golpeaba su paquete como si de ello se tratara lo que hablaban.

Mi única razón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora