La Diosa Dorada

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Cortesía de la casa ⬆️⬆️⬆️⬆️⬆️🤷🏽‍♀️😏😏

Perfumes, maquillajes, vestidos de miles de euros, y un sin número de miradas recelosas. La mano de Silas estaba enredada en su espalda atrasando círculos mal dibujados en su delicada piel. Ella era demasiado pequeña, él era como una torre.

—¿Qué puedo hacer por usted hoy Señor Di Vaio?

—Necesito un vestido para mí acompañante. No pienso escatimar en gastos.

—Ya le dije que me rehuso a usar cualquiera de esos sangrientos vestidos de diseñador.

—Y yo te dije que me importa muy poco lo que quieras tú. Así que cierra la boca y déjame consentirte.

La bilis se le subió a la garganta.

—No pienso ponerme ninguno de esos jodidos vestidos que salen de las manos de niños explotados y mujeres abusadas. Ni si quiera lo piense.

—Estoy seguro de que la señorita nos puede ayudar con eso. Mi acompañante quiere un vestido dorado o rojo.

Cassandra lo miró ceñuda. La mujer parecía cada vez más entusiasmada.

—Por favor señorita, venga conmigo.

Y Cassandra siguió a la mujer a través de los sofisticados escaparates que relucían dinero. Dios, con lo que costaba solo uno de esos vestidos ella sería capaz de cubrir hasta su último problema financiero. Quiso llorar de la injusticia. Lo usaría una vez y se lo devolvería enseguida.

Ella no era tan atractiva y un vestido de miles de euros no habría de cambiar eso ¿verdad? Se quitó sus desgastados pantalones, y su holgada camisa y frunció el ceño. ¿Que posible cosa le podría haber visto Di Vaio? Cassandra solo veía a una pálida muchacha sin gracia, más bajita de lo que desearía y sin ningún atributo a resaltar.
Su cabello necesitaba un corte, su nariz estaba repleta de pecas mal distribuidas y el resto de su cuerpo era tan pálido que parecía un fantasma. No tenía uñas porque todas se las había mordido y era tan plana como una tabla. Algunos hombres tenían gustos demasiados extraños.

Claro que Cassandra ignoraba más cosas de las que quería admitir porque miraba todo con ojo críptico.

Déjenme decirles algo, Cassandra Genolet no era nada fea.

Echó su cabello hacia atrás y quedó en ropa interior. La cascada pelirroja casi le llegaba al trasero, sus piernas eran esbeltas y torneadas, su busto y trasero era respingón y redondo. Su cintura era estrecha y el resto de su cuerpo era demasiado femenino. Sus labios eran demasiado sugerentes, sus pestañas eran oscuras y largas, y sus ojos eran tan grandes y luminosos que ocupaban toda la atención de su bonita cara. Y Silas lo sabía, conocía tan bien esas bonitas lineas que sentado en ese sillon no podía apartar los ojos de aquel vestidor. Estaba sin ropa, completamente vulnerable, completamente dispuesta. Relamió sus labios y frunció el ceño.

¿Que demonios estaba haciendo él ahi?

Quiso prender un cigarrillo y relajarse pero alli no estaba permitido fumar. Volvió a repasar su mirada por el local y suspiró ¿cuando él había acompañado a una mujer a hacer compras? Esto estaba mal. Trató de convencerse de que la razón tenía que ver con que no quería que esa niña lo avergonzara en la gala de los Baltimore. Seguro era eso.

Se irritó.

Varias mujeres le dedicaron sonrisas y miradas coquetas mientras esperaba aburrido afuera de los probadores. Tal vez la idea de convertir a Cassandra en su amante no fue tan brillante como lo pensó, pensándolo mejor, conseguir sexo cuando quisiera no representaba un problema para él. Devolvió las miradas coquetas a las guapas jóvenes y volvió su mirada al probador. La pelirroja era más complicada de lo que pensaba. ¿En que estaba pensando?

Doble moral [Con pecado concebido *02]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora