Llevaba un pantalón ajustado color caqui que moldeaba sus esbeltas piernas como una segunda piel, una blusa de tirillas que se amarraba en el cuello color verde y toda la cabellera roja desparramada por su espalda. Las sandalias eran bajitas y se ataban a sus tobillos, y sumándole eso a la inocente y nerviosa mirada de su rostro era casi imposible que pasara desapercibida por cualquiera de los allí presente.
Mordió su labio inferior y volvió a dirigir una mirada nerviosa a la puerta del restaurante, tenía las manos entrelazadas en su regazo y la impaciencia sólo provocaba que las retorciera inconscientemente. La espera la estaba matando.
No había dormido bien aquellos siete días y por si fuera poco no había escuchado una palabra de Silas ni siquiera en las noticias. Fuera como fuera, estaba en más problemas de lo que había pensado.
Algo en su pecho parecía roto, y el suspenso de cómo dejó las cosas no le hacían ningún tipo de bien. Sorpresivamente Cassandra no había llorado.
Un hombre con un traje perlado y una sonrisa coqueta la interceptó apenas La vislumbró parada en el vestíbulo del restaurante.
Lo primero que pensó el misterioso extraño al verla allí parada esperándole fue "magnifica".
Apartó el pensamiento de su mente apenas sus hermosos ojos verdes lo reconocieron con ahínco. Parecía alterada. Ligeramente asustada y muy vulnerable.—Señor Baltimore, me alegro mucho de volverle a ver—La extraña joven estrechó la mano del hombre y sonrió cordialmente.
La mano de Baltimore hormigueo contra la de ella. Aquello le hizo fruncir el ceño.
—Es placer es mío, Cassandra.
Sebastián Baltimore corrió la silla posterior y la instó a sentarse. Se veía mucho mejor de lo que ella esperaba. Con los golpes que había recibido del loco de Silas, ese hombre superó todas sus expectativas.
Parecía más peligroso, más atractivo, más oscuro. Cassandra negó con la cabeza y trató de calmarse un poco.
—¿Como se encuentra usted? ¿Todavía le duele?—Pregunto con expresión preocupada.
Sebastián Baltimore río encantado.
—Déjame decirte cariño que si he podido volver a verte hoy, esa pelea valió cada puñetazo.
La pelirroja negó con la cabeza y le miró entristecida.
—No sabe cuánto lo lamento. Estoy tan apenada.
Parecía a punto de romper a llorar, y los dos sabían de alguna manera que una vez el llanto flotara de sus ojos no sería capaz de detenerse.
—¿apenada? ¿Por que en específico?
—Por el comportamiento de Silas, no me explico como pudo reaccionar así.
Sebastián estudio su expresión.
—Se ve que no conoces para nada a Di Vaio. Es algo típico de Silas responder con golpes cuando se siente ofendido.
Aquello lo dijo esperando una reacción por parte de ella, su tono ocultaba una insinuación educada y Cassandra se molestó por un solo por un seegundo.
—Él jamás me ha lastimado. Si es lo que está preguntando.
—Me tranquiliza saberlo—exclamó con tono irónico y sarcástico.
Ella suspiró y desvió su mirada a las cortas uñas en su regazo.
—Señor Baltimore, le suplicó que me escuche.
—Soy todo oídos mi querida Cassandra, pero déjame advertirte que creo saber de que se trata todo esto.
—¿lo sabe? ¿Como podría saberlo?—Los ojos de ella se abrieron acusatorios y voraces. Sebastián se descompuso por un Segundo, aquella joven tenía el poder de provocar reacciones impropias en él, de jugar con sus emociones solo con su cambio de actitud, solo con las expresiones que maquillaban su rostro, y aquello debió saber.... aquello era muy peligroso.
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Doble moral [Con pecado concebido *02]
Romance-Fuiste hecha para ser corrompida-Dijo el demonio al ángel. Y era cierto, le había vendido su alma al diablo.