Era una verdadera lastima

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Tres hombres en total habían vuelto sus cabezas para observarla.

Dos más habían mirado demasiado tiempo su redondo trasero a través del vestido.

Solamente uno se había atrevido a hablarle.

Ella no parecía ni el mínimo consciente de lo que provocaba.

Sigo contando los minutos que faltan para terminar con esta conversación. Mis ojos no se despegan de la solitaria chica que bebe una malteada de fresas en la parte posterior de la villa.

Otro imbecil se le acerca a preguntarle cualquier babosada y la muy tonta contesta con demasiada felicidad. A mí el estómago se me revuelve.

Scusami, tengo que atender un asunto.

Ni yo mismo sé que estoy haciendo, los otros ejecutivos me miran sin entender, pero yo solamente me siento caminando en dirección en donde la chica de cabellos rojos habla con un gilipollas todo bronceado con demasiada jovialidad.

Los cabellos los lleva atados en una coleta por detrás de las orejas, aún así, los mechones incandescentes  hacen cuna en su rostro dándole un aspecto natural y fresco, está ligeramente quemada por el sol y el vestido que lleva puesto sólo sirve para realzar su delicada y frágil figura.

Claramente no podía pasar desapercibida ni para un jodido ciego.

El hijo de puta estudia mi expresión iracunda cuando pasó un brazo alrededor de lo que es mío. Cassandra se asusta ligeramente y el imbecil se despide demasiado acobardado para enfrentarme ¿Que demonios estoy haciendo?

Ella me mira con sus ojos verdes llenos de confusión Y yo no puedo resistirme al comprobar que tiene algo de batido alrededor de sus labios, está niña adoraba ponerme a prueba. Aprovecho su ligera distracción para besar su labio superior sucio de batido de fresa y dejarle claro a cualquier otro sucio animal que ella está conmigo.

Se sonroja. Y yo rio para mis adentros.

Era una lastima. Una lastima que algo tan hermoso estuviese condenado en romperse.
Era en momentos como estos, cuando Cassandra me veía con sus ardientes ojos verdosos llenos de vida e ilusiones que yo realmente pensaba en lo mal que iba a terminar todo. Pobre niña. Yo no era el tipo de hombre para ella, no podría darle nunca lo que quiere.

No a ella, no a ninguna mujer.

Y eso era algo que me venia molestando, porque tampoco podía soportar el hecho de imaginarla haciendolo con otro hombre, no podía ni siquiera procesar esa imagen. ¿La altanera Cassandra gritándole a otro imbecil? ¿siendo besada por otro? NO. Simplemente no.

Entonces ¿Qué era lo que me quedaba? Debía encontrar la manera de atarla a mí, obligarla a siempre permanecer conmigo. Y solo había una respuesta a lo que debía hacer. La idiota se tenia que enamorar de mí. Aunque yo no de ella.

En realidad ese siempre había sido el plan original, con la diferencia en que esta vez no pretendía hacerle daño intencionalmente. La quería para mí. Solo mía y a mi disposición.
Cassandra me pertenecía.

Yo había sido su primer hombre, y sería su ultimo.

Era injusto. Pero era lo que había. Ella no me dejaría jamas.

Era mía y punto.

—¿Por que me miras de esa manera?

Porque eres preciosa y demasiado tonta para enfrentar la realidad.

—¿De que manera?

—Esa manera, como si estuviese confabulando algo malo.

¿Malo? Todavía no has probado lo malo.

Doble moral [Con pecado concebido *02]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora