Emergencia 412

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Victoria Markov había jurado que protegería a esa niña como si fuera suya, sin embargo no todas las promesas estaban dispuestas a cumplirse, y más cuando lo que habría de pasarle a Cassandra era solo un destino inevitable.

La mujer no quería pensar en aquello, no quería convencerse de que efectivamente había algo mal con su sobrina, había algo o alguien detrás de ella.

Cassandra no era una niña asustadiza, bien se había encargado ella de erradicar de su sistema hasta la última gota que le recordase a su cuñado. Pero el amor es un sentimiento de lo más hipócrita, y la venda que la mujer llevaba sobre los ojos no le permitía ni le permitiría ver la realidad no importando cuan ofuscada fuera. Porque Cassandra no se parecía a su padre, pero sí se parecía a su madre, lo cual, era mil veces peor.

La culpa arremetió contra su pecho y le obligó a cerrar los ojos por un momento. No le quedaba mucho tiempo. No quería irse todavía, no quería dejar a su sobrina desamparada. Pero no había nada que pudiese hacer en contra de la deuda que debía pagar. Y que pagaría.

Casi pudo sentir el murmullo de un violín tocándose a lo lejos, el sabor de una buena cosecha de vinos y la deslumbrante sonrisa de un hombre con los cabellos tan dorados como el sol.

Victoria Markov abrió los ojos y lo encontró frente a ella fue la imagen familiar de su sobrina. Una sonrisa cargada de ternura floreció en aquel pálido rostro de diecisiete  años.

—¿La desperté tía?

La mujer negó suavemente y con tristeza lo único que lamentó, fue haber no podido seguir soñando.

—No te preocupes mi niña, igual no era un sueño tan bueno.—Extendió su brazo hacia la joven y tomó la pequeña mano de Cassandra—Dime ¿Has cuidado de ti estos días que no he estado? ¿Desayuno, almuerzo y cena? Y con desayuno no me refiero a una manzana a medio morder.

—He estado bien. Y me he mantenido fuera del radar de cualquier problema—Dijo con un tono juguetón levantando el brazo derecho a modo de juramento.

La mujer acarició los nudillos de la joven y se quedo pensativa.

—¿No hay nada que quieras contarme?

La del cabello rojo abrió los ojos como platos  solo por un milisegundo pero se recompuso enseguida.
Soltó la mano de su tía y aparento indiferencia.

—¿A que viene esa pregunta tan extraña?

—No lo se cariño, simplemente siento que no has sido sincera conmigo los últimos días. Tú sabes que puedes decirme cualquier cosa. Te conozco lo suficiente para apostar de qué hay algo de te ha estado molestando ¿Es por ese nuevo trabajo que conseguiste en esa empresa? Si es por el dinero y no te gusta ese lugar puedes irte cariño, estaremos bien, sabes que lo único que deseo es tu felicidad.

Cassandra apartó la mirada hacia un punto in específico en la ventana junto a ella. Con una melancolía que la carcomía desde adentro negó suavemente sin siquiera darse cuenta.

—Estoy bien Tía, realmente bien.

La sonrisa no le llegó a los ojos.

—El trabajo es estupendo. Siempre tengo cosas que hacer y he aprendido mucho— dijo en el tono más emocionado que pudo, sin embargo su lengua ardía en su boca, producto de las mentiras que era obligada a escupir.

Doble moral [Con pecado concebido *02]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora